Cada año, 40 días después de las conmemoraciones de la Semana Santa, cientos de pobladores Mam del municipio de San Martín Chile Verde se reúnen entre las nubes de la laguna Chikab’al, en el cráter del homónimo volcán, para celebrar un ritual emblemático del sincretismo religioso maya.
Ubicada a 2.900 metros de altura, en la ladera sur de la cadena volcánica del occidente, a unos 30 kilómetros de Quetzaltenango, la laguna Chikab’al es un lugar místico y maravilloso, meta para los amantes de la montaña y punto de llegada de peregrinajes que se practican desde los tiempos prehispánicos entre la población Maya Mam, unos de los cuatro grupos indígenas más grandes del país.
Don Pedro Antonio López, de 81 años, recuerda que desde niño empezó a acompañar a su papá a la laguna sagrada a pedir por la lluvia: “Cuando veníamos hace muchos años, nosotros no traíamos tantas candelas y flores como ahora. Antes únicamente incienso, mirra y pom eran nuestros productos… Ahora ha cambiado mucho porque se traen velas de muchos colores; pero eso no es lo más importante, nosotros cuando éramos niños veníamos con mucha felicidad. Actualmente lo hacemos de igual manera, pues este lugar nos produce muchísima emoción, aquí todo es natural y es un lugar que muchísima gente ha conocido”[1].
Según la cosmovisión maya, cuanto más lejanos a los centros poblados se encuentran los lugares sagrados, más cercanos están a la divinidad, o Ajaw en idioma Mam. Por eso, la laguna Chikab’al, con sus 40 altares mayas dispersos en sus alrededores, representa el sitio sagrado más importante y el rito de la Rogativa por la lluvia el momento más trascendental del año.
El hecho de que este día varíe en función del calendario gregoriano y no del calendario maya refleja el profundo sincretismo que se ha desarrollado a lo largo de los siglos entre rituales tradicionales y cultos católicos. De hecho, uno de los principales rituales tradicionales maya se realiza en función de la fecha religiosa más importante para la religión católica, y muchas de las ofrendas floreales que los devotos brindan al espíritu de la laguna representan cruces católicas.
La población Mam, fuertemente vinculada al ciclo de la vida rural, justo al finalizar la época seca del verano, se acerca a la fuente de agua sagrada para pedir, junto con la lluvia, buena producción agrícola, salud, prosperidad y protección espiritual.
Vida espiritual y ciclo rural son estrictamente relacionados y los Aj kab’, o guías espirituales, facilitan la comunicación entre los dos mundos, conservando el don de rogar, de invocar a la naturaleza su protección, perpetuando la más ancestral de las funciones sociales propias de la cosmovisión maya.
María Rafaela Villagrez recuerda que “… la tierra nos da la vida, por eso es necesario entender porqué la tierra es nuestra madre y el agua proviene del corazón de la madre tierra. Sin eso, todo el universo no podría existir, incluyendo a todos los hombres y mujeres… por eso nosotros encendemos candelas y veladoras para que haya buena cosecha de milpa, de papa, de frijol… de lluvia… todo lo que existe en la tierra pertenece al Ajaw, nosotros los humanos únicamente somos sus cuidadores”[2].
Hoy en día, muchos aspectos de la práctica ancestral han cambiado, desde las relaciones de la vida productiva, con la diáspora de población joven a los Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades laborales, hasta las expresiones de las creencias religiosas, con la separación de los creyentes entre católicos y evangélicos. La mayoría de los jóvenes que acuden a la laguna durante el día de la Rogativa lo hace por diversión, los ladinos y los evangélicos llegan por tradición; sólo una parte llega con el propósito de rogar, según la antigua costumbre.
Sin embargo, en este lugar mágico acariciado por la neblina, donde los rayos del sol relucen brillantes e intensos, segundos antes de ser atrapados entre las nubes espesas en un juego atmosférico único, parece que todo lo absurdo y extremo de la actualidad se recomponga en un sentido profundo de paz, de armonía, de espiritualidad. Y al final del día, la lluvia invocada roza las ofrendas floreales a orillas del agua sagrada, cayendo copiosa.
[1] Toj Qtxu A’ Chkab’al, En nuestra madre agua Chikab’al, “Importancia de las actividades religiosas y culturales que se desarrollan en el monumento natural y cultural Volcán y Laguna de Chikab’al, Guatemala 2009, p. 45.