Hace algunas semanas, una amiga se sorprendió porque ahora podemos escribir que los murciégalos comen alverjas[fn]Hay muchas palabras que en el pasado nos habrían resultado inaceptables. Pero elegí murciégalo y alverja porque varias veces recibí correcciones cuando las utilicé en primaria. Usted seguramente encontrará otras que le resulten familiares.[/fn] sin incurrir en ningún error. Y si tiene dudas, consulten el DRAE en línea: http://www.rae.es.
Acaso sea solo cuestión de tiempo para que escribamos que hubieron matad@s de la risa en un tiatro. Pero esta columna se refiere a otro asunto.
Regresando a las academias de la lengua, mi reacción es que, si ahora podemos escribir toballa, murciégalo y alverja, ¿por qué no podemos usar un signo de arroba para referirnos a hombres y mujeres en una palabra como amig@s?, ¿por qué no podemos utilizar una palabra nueva como amiguis, tan popular entre grupos adolescentes y que menciono como ejemplo a pesar de que la detesto?
Evidentemente. En lugar de decir amigos y amigas, usted puede referirse a sus amistades o a las personas que aprecia. Eso lo podemos encontrar en manuales de lenguaje incluyente, que ya son parte de la cultura de algunas instituciones. Por cierto, les recomiendo La mitad invisible (2003), de Luisa Antolín y otras autoras.
Pero no quiero referirme a las buenas prácticas para escribir y hablar de manera incluyente. Mi intención es llegar al punto donde no hay un consenso total, que se refiere a nuevos signos y nuevas palabras. No me refiero al uso de términos como jueza, médica o personas en lugar de hombres. Me interesa enfatizar la transgresión intencional que puede tener incorporada una posición política.
O, para ponerlo en perspectiva, prefiero decir guatemaltecos y guatemaltecas, aunque me tarde más, porque hay una posición política de por medio y un afán de ser incluyente. Por supuesto, en ocasiones es imposible no sonar como discurso electorero. Pero, al menos en mi caso, creo que vale la pena hacer el esfuerzo de reaprender a hablar.
Y si a usted le parece repulsivo el signo de la arroba en una palabra, anímese a pensar en otras opciones. Ese simple paso nos coloca ante posibilidades sorprendentes.
Entonces, si usted debe escribir un correo electrónico, un ensayo o un material de su entera responsabilidad, le invito a ser políticamente incorrecto (a) e intentar ser coherente con la inclusión social si el tema es de su interés. En todo caso, mientras dedicamos tiempo a esta columna, hay millones de mensajes simplificados circulando en las redes sociales en los que basta un «TQM» para decir enfáticamente «te quiero mucho». Y no me extrañaría que esa forma de comunicarse termine por imponerse.
Confieso que esto me resulta un poco difícil porque me esforcé en aprender a escribir y sigo aprendiendo palabras y formas con regularidad. Pero, en lugar de sentarme a llorar por lo que hoy pueda ser incorrecto, prefiero pensar que las redes y otras formas de comunicación pueden ser un recurso para desacralizar el idioma con fines de inclusión. Además, no perdamos de vista que eso que algunas personas llaman buen hablar lleva con frecuencia una carga elitista de aversión por lo popular.
Tal vez en el futuro, en lugar de amigos y amigas, sea correcto decir frends, cuates o incluso esa palabra espantosa que anoté arriba: amiguis. El tiempo dirá.
Finalmente, no estoy intentando hablar de inclusión en sentido amplio. Ni me considero especialista en esa disciplina. Pero, al igual que con otros temas, pienso que cualquier persona debería reflexionar un momento sobre el asunto.
Recuerde: cuando vea a la patojada despedazando el castellano en un chat[fn]Sí, chat ya está en el DRAE: intercambio de mensajes electrónicos a través de internet que permite establecer una conversación entre dos o varias personas.[/fn], no se escandalice. Tal vez en el afán de alcanzar una comunicación rápida y sintética estén haciéndoles un favor al idioma y a las generaciones futuras.
Más de este autor