Quizás algunos de los países que lideran este crecimiento tengan realmente un consumo interno que podamos calificar de robusto, pero en otros, como es nuestro caso, el consumo se ha basado en créditos fáciles que lo que terminan consiguiendo es la muerte civil del endeudado en una espiral descendente que ocasiona las exclamaciones nocturnas del “¡Ay, Dios!”, que alguna vez Mafalda tipificó como “la teología del endeudado”.
En términos prácticos, quizás debamos conversar sobre la psicología del endeudado como primer paso para intentar una educación del consumidor, que es la más noble acción que puede emprenderse en la lucha contra un sistema que se antoja batalla de quijote contra molinos. Podemos caracterizar el endeudamiento como una situación en que está presente la paradoja placer-consumo y dolor-deuda, como una tensión consecuente con la acción de consumir a través del mecanismo del crédito.
La decisión de consumo a través del endeudamiento está dirigida principalmente hacia bienes y servicios que, si bien representan satisfactores a las necesidades del consumidor, no aparecen claramente vinculadas a necesidades básicas o de subsistencia. En este rubro destacan especialmente deudas contraídas con casas comerciales o financieras para la adquisición de electrodomésticos, equipos de computación o viajes de turismo y vacaciones dentro y fuera del país, así como la ausencia de deudas vinculadas a adquisición de viviendas o de vehículos como capital de trabajo.
Hay una tendencia a contraer deudas respecto de artículos que no implican necesariamente una mejora significativa en las condiciones de vida personales o familiares. Más bien puede suponerse que el acceso a los bienes y servicios que originaron la situación de endeudamiento está motivado por factores vinculados a las significaciones de prestigio social que estos representan, a la influencia de la publicidad en las decisiones de compra y a las condiciones de precio y facilidades de pago en que el mercado ofrezca el acceso a dichos bienes y servicios.
La situación de endeudamiento afecta directamente al consumidor en su capacidad económica, dadas las progresivas limitaciones al acceso de los bienes y servicios necesarios para mantener su estándar de vida, y en su capacidad de integración social, frente a relaciones familiares y sociales resentidas fuertemente por la pérdida de la capacidad adquisitiva y, por ende, de su capacidad de integrarse socialmente por esta vía.
En la búsqueda de soluciones al problema, el consumidor recurre a las alternativas que el mismo sistema ofrece, tales como renegociaciones y sobregiros, que ocasionan mayores compromisos económicos y que, al no ser resueltos convenientemente, llevan finalmente a perder el control respecto de la situación de endeudamiento.
Según cifras de la Cepal, en Guatemala, durante el año 2012, el crédito bancario total aumentó un 17 % (un 13.3 % en términos reales, la mitad de lo alcanzado en 2011). La cartera de crédito que más rápido aumentó fue la de consumo. La demanda de bienes intermedios fue marcadamente débil (1 %) —la importación de petróleo y combustibles apenas se elevó un 3.4 %—, aunque subieron en gran medida las demandas de bienes de capital y de consumo, un 10.8 y un 7 % respectivamente. O sea que estamos embarcados en el consumo con base en crédito. ¿Llamamos al economista, al abogado o al psicólogo?
Más de este autor