Nuestra guerra sólo nos ha dejado dolor. El dolor que no quiere decir su nombre, uno que negamos bajo la histeria de la felicidad real o fingida. Somos un país que se niega a aceptar que vive una guerra civil. La propaganda oficial es negacionista del dolor o lo amplifica cuando le conviene.
Parte de nuestro problema es que nuestra guerra civil se alimenta de la ideología de la guerra fría. Por ejemplo, el presidente de la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (ACORE) informa a la opinión pública:
“los principales opositores al proyecto (de fuero penal) lo constituyen, como es habitual, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Human Rights Watch, algunos relatores de las Naciones Unidas, la Federación Internacional de Derechos Humanos, la Asociación Colombiana de Juristas Demócratas, los miembros del Partido Comunista del Polo Democrático, encabezados por el hijo de un importante y extinto líder de las FARC, Manuel Cepeda Vargas, y algunos colectivos de abogados que les son afines” (Escuchar debate en Blu Radio).
Para ACORE, las instituciones anteriores hacen parte del comunismo internacional o de la extrema izquierda internacional. También parece insinuar que Manuel Cepeda Vargas fue un objetivo militar legítimo. Por momentos parece un comunicado escrito en 1980. Lo más grave aún es que el General Jaime Ruiz Barrera y otros que piensan como él podrían hacer parte Tribunal de Garantías para las fuerzas militares creado por la reforma constitucional al fuero penal militar. Los oficiales del ejército formados durante los años 70, 80 e incluso los 90 juraban en público defender la Constitución y en secreto defender el Manual de la Escuela de las Américas.
El expresidente más popular de Colombia (2002-2010) dice desde hace un tiempo que el presidente Juan Manuel Santos nos está llevando al comunismo.
Siguiendo con nuestra idea retro de la realidad, para muchos colombianos Venezuela es una especie de Colombia del Norte. Una nación pobre bajo un régimen tiránico. Nuestra antítesis de guerra fría. Mientras nosotros somos una Colombia del Sur: capitalista, prospera y libre del comunismo.
Por el lado de las FARC las cosas no mejoran. Para ellos la guerra fría sigue más viva que nunca. Por eso los más radicales de aquí y allá se necesitan y se constituyen mutuamente. Es por ello también, que Francisco Santos e Iván Márquez están felices con la guerra de las vallas. Viven en la trampa del pasado. No pueden imaginarse el futuro.
Abdón Espinosa Valderrama, escribió una columna en 1999 titulada “Aquí no ha caído el muro de Berlín”, y decía mi ilustre paisano: “Pero vamos al grano de los hechos en la evolución de las naciones europeas, en contraste con lo que económica, política y socialmente ha sucedido en Colombia, donde la extinción de la guerra fría no ha eliminado la guerra caliente ni sus móviles. Aquí, en lugar de atenuarse, las posiciones se han radicalizado y las distancias mentales se han agrandado, de parte y parte”.
Querido Abdón, catorce años después, cuando despertamos, el muro todavía estaba allí.
Los fantasmas comunistas sólo existen en las almas envenenadas por la pesadilla de la guerra fría. Esas almas de quienes mandan, mandaron y mandarán en Colombia.
Digámosles adiós a la guerra fría y tratemos de hacer la paz con una verdadera reconciliación nacional. Seamos sensatos: apaguemos la máquina del dolor y recuperemos la capacidad de imaginarnos el futuro juntos.
* Publicado en La Silla Vacía, 17 de mayo.
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