A mi gusto es una empresa de tecnología con responsabilidad social empresarial y que participa de forma activa en la generación de políticas públicas dirigidas a la protección de la libertad, con sus contadas excepciones por supuesto. Es precisamente una de esas excepciones la que quiero sacar a colación, el caso chino. Al entrar al mercado chino, Google se autocensuró debido a que el gobierno condicionó su participación en el país al bloqueo de ciertas búsquedas como eran las palabras Taiwán, Tibet o Falun Gong. Esta decisión fue sumamente criticada por los defensores de la Internet, quienes quizá hubieran esperado una actitud distinta de la empresa, se les tachó de incongruentes e hipócritas.
Hoy por hoy, Google ya introdujo servicios como el correo electrónico Gmail en China. Son sus ejecutivos los que se quejan del gobierno chino y cómo éste hackea las cuentas de sus usuarios, violentando derechos como la intimidad y la inviolabilidad de la correspondencia. Eric Schmidt, de Google, ha declarado que confía que en algún momento los ciudadanos chinos y la libertad en Internet ganarán la batalla.
Durante estos últimos días, debido a la discusión respecto al cierre del blog La vida (parcialmente) examinada y, como consecuencia, el cierre voluntario de otros blogs en Plaza Pública he estado analizando mi postura al respecto. Mis amigos libertarios y hackers, sin excepción alguna, han criticado la postura de Plaza Pública con argumentos que comparto debido a que el derecho a la libre expresión es el que enriquece y permite la democracia y la generación de criterios. Sin embargo, mi visión de abogada me hace cambiar un poco la perspectiva porque estoy consciente que desde que empecé a escribir en Plaza Pública me condicionaron, no se vale alegar ignorancia. Muchos alegan que los criterios eran muy amplios y que por lo tanto la norma no era clara. Difiero de este argumento ya que las normas nunca son claras, siempre se prestan a interpretación y sólo una postura positivista extrema esperaría que se enumeraran casos o describiera situaciones específicas. La norma en este caso es amplia y es el Consejo Editorial quien, en su calidad de juez, interpretó.
En mi caso, he escrito varias columnas por las que advertí a la editora y al Director que el contenido podía salirse de los parámetros establecidos. Tal es el caso de ciertas columnas respecto al matrimonio homosexual, el uso de argumentos religiosos en memoriales presentados a la Corte de Constitucionalidad y la falta de laicidad de los candidatos presidenciales. Ninguna fue censurada. Al leer la entrada que ocasionó la clausura del blog La vida (parcialmente) examinada, me extrañé mucho porque no considero que esté fuera de lugar. Me sonó más a que a alguien no le gustó y mandó una orden directa, sólo el tiempo dirá qué hay detrás del caso.
Personalmente, decido autocensurarme al igual que Google. Estoy dispuesta a poner ciertos filtros porque considero que con el tiempo, los ciudadanos vamos a ganar. No voy a dejar de escribir en Plaza Pública, esta decisión no hace que esté de acuerdo con lo que hicieron pero la Iglesia católica, la Universidad Landivar y los jesuitas se van a dar cuenta con este tipo de error que censurar es lo más negativo que pueden hacer. Para mientras, espero que mi autocensura incentive mi creatividad para que quien me lea no se sienta ofendido y si no lo logro, pues correré la misma suerte que La vida (parcialmente) examinada.
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