Bien empleados en la conducción de los destinos del país, la mejora en la prestación de servicios esenciales como salud, educación y seguridad, difícilmente se cuestionaría el costo de este empleado. Un monto que no considera el pago fijo, aunque esté fuera, ni suma los gastos de viaje, viáticos y representación. El total de esto, bien podría elevar la cifra, pero por no contar con el detalle gastado, asumamos que en lugar de manirroto, el Gobernante es austero y no gasta más que los 949 por minuto.
Ya de por sí la cifra nos resulta cara si la vemos en función de resultados. A saber: los hospitales han suspendido atención a pacientes por falta de equipo e insumos. Según el Gobierno, esta situación no es real y hay bodegas con medicamentos y equipo. Los médicos, sin embargo, refutan dicha afirmación y destacan el hecho de que en realidad las bodegas contienen medicamentos inútiles para las necesidades inmediatas en la emergencia y la consulta externa. O sea, no se planifica, no se compra ni se gasta según las necesidades sino, quizá, según la ocurrencia.
Ante la reacción del personal médico hospitalario, el Gobernante invirtió varios minutos de su tiempo en hablar de la crisis del sistema de salud y minimizar su gravedad. Afirmó que la falta de equipo e insumos no es excusa para no brindar atención. Tal vez pecó de ignorante al pensar que no se requieren guantes, baja lenguas, termómetros y otros pequeños objetos para atender la consulta básica. No digamos gasas, algodones, alcohol, metaphen, microporo, tijeras, pinzas, entre otros, para una mejor atención. Mucho menos, materiales de laboratorio o medicinas más allá de aspirinas y antiácidos. Al fin de cuentas, las personas no van a los hospitales por un manicure o corte de cabello, sino para atención médica inmediata.
Resulta igualmente caro el costo de su jornada, si valoramos los resultados de la política autoritaria en seguridad, misma que ha mostrado su rostro real con la cauda de muerte y violencia incrementada. Por más que disfracen, manipulen o tergiversen las cifras, los hechos están allí, son datos inocultables porque representan vidas perdidas y temor acrecentado. Es un gasto que no genera productos efectivos, y que lejos de mejorar la situación, tal y como se anunció, tiende a empeorarla.
La inutilidad en el uso del casi medio millón por día que cuesta mantenerlo, se incrementa con la ridiculez y el desperdicio. Un buen ejemplo es el paseíto en motocicleta “para brindar seguridad”. Caro nos resulta un policía, con rango de presidente, al que le pagamos casi Q.1,000 por minuto.
Más caro aún, si en su calidad de comandante general del ejército, permite que la dependencia a su cargo se dispare un cuarto de millón de quetzales en un artilugio, cuyo único propósito parece residir en incentivar la seguridad fálica de la milicia.
Mención aparte es la autoalabanza dentro del Gobierno, expresada en la condecoración del Ministerio de Defensa a la Vicepresidenta. Sin tomar en cuenta que el instituto armado le “agradece” a la funcionaria por los servicios prestados, como si el ejército fuese una entidad separada del Gobierno, resalta el hecho de la ridiculez del acto en sí mismo. Ridiculez que se suma al paseo motorizado, el asta bandera del cuartel y, cómo no mencionarlo, el recorrido hípico junto al junior presidencial, con el correspondiente despliegue de seguridad perimetral.
En su pintoresco ejercicio de Gobierno, mucho emula este empleado del despacho a su homólogo mexicano Antonio López de Santa Anna, célebre por hacer enterrar con honores militares a su pierna izquierda. De seguir así, poco le falta a éste para enterrar con honores a algún miembro corpóreo desgastado o caído en el ejercicio de su cargo.
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