Desde entonces tocaba aprender estructuradamente que no era lo mismo desarrollo que crecimiento, que existían varias teorías e interpretaciones del subdesarrollo y que cada cierto tiempo surgen como hongos, nuevos programas e instituciones, los cuales van a sacar de la miseria a grandes masas poblacionales. Vemos ahora las mejores intenciones del planeta se institucionalizan creando ministerios y secretarías, cuyo nombre inicia con “Desarrollo” y luego se apellidan como a ustedes se les ocurra: “social”, “local”, “integral”, “rural”, etcétera.
Aunque suene a perogrullada, lo primero que se debe acordar es el modelo que necesitamos para cumplir con la noble intención de sacar a las masas de la miseria. Hace algunas semanas me permití escribir la columna “Presidente pobre”, en la cual contaba algunas lecturas sobre la personalidad y forma de vida de José Mujica, el actual presidente uruguayo, quien sigue viviendo en la misma casa y con el mismo automóvil que tenía antes de ser presidente, donando el 90 por ciento de su salario. Este domingo 2 de septiembre, en la columna semanal de Sergio Ramírez que publica elPeriódico de Guatemala, se menciona el mensaje y la práctica de vida de este Presidente, lo que me lleva a compartir hoy, opinando sobre modelos de desarrollo, la reflexión que Mujica planteó en la Cumbre de Rio+20, y que con ocasión de comentar mi columna nos compartió amablemente Walda Salazar.
Como en los cursos de correspondencia, después de su corto saludo, el discurso inicia lanzando las siguientes preguntas: “¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo que queremos, es el actual de las sociedades ricas? Me hago esta pregunta: ¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro: ¿Tiene el mundo los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible?
¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión? … ¿Estamos gobernando esta globalización o ella nos gobierna a nosotros?”.
Y luego de dejar las preguntas abiertas, razona la expresión individual de los problemas y la óptica de abordaje de la siguiente manera: “Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cosas: la moto, el auto, cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo al que se le fue la vida. Y uno se hace esta pregunta: ¿ése es el destino de la vida humana? Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, tiene que ser a favor de la felicidad humana, del amor a la tierra, del cuidado a los hijos, junto a los amigos. Y tener, sí, lo elemental. Precisamente, porque es el tesoro más importante que tenemos. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana."
Como lo plantea este discurso, el modelo de desarrollo debería considerar gobernar el mercado, y no que el mercado nos gobierne.
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