La Ley Orgánica de la SAT establece que incumplir las metas de recaudación es causa suficiente para remover al superintendente. Indica además que esas metas están contenidas en un convenio que anualmente deben celebrar la SAT y el Organismo Ejecutivo (es decir, el Presidente). Así que la definición de estas metas no es solamente un ejercicio técnico, sino además son cálculos de los cuales en buena medida depende la cabeza del superintendente.
En días anteriores, la definición de las metas de recaudación tributaria para 2013 ha sido causa de roces públicos entre el ministro de Finanzas y el superintendente de la SAT. Partiendo de argumentaciones técnicas (en las cuales cada lado puede que tenga su parte de razón), pasaron a las descalificaciones y ataques públicos, para terminar en una suerte de circo que compromete la enorme responsabilidad que recae sobre ambos funcionarios. Por esta riña de estimaciones los funcionarios superiores a cargo de la política tributaria de nuestro país hasta se hicieron acreedores a una graciosa caricatura de prensa.
Ahora bien, semejante pleito público no se debe únicamente a una riña entre economistas, agarrándose del pelo porque cada uno cree que su cálculo es el mejor. Tampoco el superintendente tiene tanto poder como para ridiculizar al gobierno, al presidente y al partido oficial dándose el “lujo” de insultar públicamente al ministro y presidente del Directorio de la SAT al compararlo con Peter Pan, por vivir “volando y peleando con su sombra.” Semejante cosa suena al pato tirándole a la escopeta.
No, la cosa deja de ser chiste o caricatura cuando se analiza con más cuidado lo que pueda estar detrás del telón de la comedia. Al parecer, el poder que respalda al ministro es el del Presidente. Y parece que poco a poco, es el único. Pero, ¿cuál es el poder que respalda al superintendente para que se comporte como “gallito de pelea”?
Pues lo que le impulsa debe ser un poder nada menospreciable. Véase por ejemplo la insensatez de los despidos masivos en la SAT, incluyendo a la gran mayoría de los técnicos de la asesoría jurídica y de la intendencia de fiscalización. Luego de enviar una circular explicando que ya no haría más despidos, vuelve a la carga incluso despidiendo al mandatario de la institución, quien mediaba en el Ministerio de Trabajo con el personal despedido días antes.
Y es que los despidos masivos no son precisamente un plan de fortalecimiento institucional. Pero lo peor y más preocupante, es que despide precisamente a todos los abogados que habían seguido el caso Alka Wenker, a la vez que el Ministerio Público reubica a los fiscales encargados del caso. Así que, despedidos los técnicos con conocimiento de casos como este, la pregunta que hace sudar frío es, ¿a quiénes piensa el superintendente contratar para reemplazar a los técnicos despedidos?
Ya que el PP no tiene cuadros formados para ocupar estas posiciones, ¿quién tuvo el poder para exigir los despidos y tiene una nómina de “soldados” disciplinados para ocupar las plazas hoy vacantes en la SAT? ¿Está el superintendente perdiendo el juicio o las órdenes que recibe y obedece al pie de la letra son cada vez más severas? Me parece que esas órdenes no vienen de Pérez Molina…
Demasiados entuertos en tan poco tiempo. Estamos atestiguando no solamente el desmantelamiento de toda una institución, sino además del poder del Presidente. Porque de todo esto pareciera estar emergiendo una realidad muy desagradable: quien está detrás del desmantelamiento de la SAT, tiene más poder que el propio Presidente.
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