El énfasis de los medios de comunicación en el país del Norte, sin dejar de explotar los aspectos morbosos del episodio, finalmente se ha centrado en donde corresponde: si se puso en riesgo o no la seguridad del Presidente Obama. No obstante, cabe preguntarse si el escándalo no hubiera tenido dimensiones mucho menores en un contexto diferente: que en vez de pernoctar con nuestras compatriotas, que es actividad bien diferente a dormir, los escoltas presidenciales hubieran dedicado esas mismas horas, digamos, a jugar ajedrez con los oficiales de la Base Naval.
Porque lo cierto es que en los Estados Unidos la vida erótica de los funcionarios, aún de los de bajo rango, no es un asunto privado sino público; la distancia entre pecado o infracción ética, y violación del régimen disciplinario, en la práctica, no existe. Es más: decirle un piropo a una mujer, algo que fuera tan común en la Península Ibérica y sus antiguos dominios de ultramar, es hoy, como consecuencia del puritanismo yanqui, acoso sexual. En los Estados Unidos y aquí.
Dejemos a los gringos que resuelvan sus problemas de seguridad nacional como les parezca. Limitémonos a tener un poco de conmiseración con los agentes que, además de perder sus empleos, tendrán que dar a sus esposas o compañeras difíciles explicaciones. Y pasemos a ocuparnos de nuestros problemas de pobreza, violencia y discriminación, que todos ellos están relacionados con la prostitución.
De todas las tonterías que se han dicho, las pronunciadas por el Alcalde de Cartagena son paradigmáticas. Cito de memoria pero con la certeza de que no lo traiciono: el Hotel XYZ -donde tuvieron lugar los placenteros, que no plácidos, encuentros- es una institución honesta; en Cartagena no hay prostitutas, salvo unas pocas "arrastradas". Existen, sí, "damas de compañía o prepago", que, en su curiosa manera de ver, son otra cosa.
Vamos por partes, apreciado burgomaestre. A los hoteles no corresponde velar por la moralidad de los huéspedes sino porque no se infrinja la ley al interior de sus instalaciones. Al respecto hay que anotar que el ejercicio de la prostitución por persona adulta, que consciente en entregar su cuerpo a cambio de una prestación pecuniaria, es legal, como también lo es regentar los albergues que, para facilitar ese comercio, se utilizan.
Lo que está prohibido, bajo distintas modalidades que el Código Penal consagra, es la prostitución de menores de edad, el constreñimiento de personas adultas a prostituirse, la pornografía infantil, o el "turismo sexual" que involucre a niños o adolescentes.
Una vez tomadas las medidas necesarias para evitar conductas ilícitas, permitir o no el ingreso de "mujeres de la vida" es cuestión que cada hotel maneja como quiera en función de sus conveniencias mercantiles, y sin que pueda discriminar a quienes, al margen del oficio, demandan alojamiento a la tarifa establecida.
De otro lado, decir que en Cartagena no hay prostitución, es querer tapar el sol con las manos. Las circunstancias son singularmente propicias para que este fenómeno suceda. Es una ciudad turística, a la que fluye mucha gente con dinero para gastar y divertirse, y en la que se registran abrumadores indices de pobreza y marginalidad.
Por último, calificar como "arrastradas" a la mujeres que, como opción de vida o por necesidad apremiante, se prostituyen, implica una afrenta contra un grupo social que merece, como cualquiera otro, respeto y la protección del Estado. Ha debido ocuparse, más bien, de que les pagaran unos honorarios ganados en franca lid, y que les indemnizaran por los golpes que, al parecer, les dieron como propina.
No tengo objeción a que los medios de comunicación exploten el lado sicalíptico de la noticia (ya les dije: al diccionario). Hacerlo se traduce en buenos réditos. Soho y Don Juan deben estar en una carrera frenética para publicar, en sus próximas ediciones, las mejores fotos de las jóvenes que tan hospitalarias, como mal correspondidas, fueron con los visitantes foráneos. Pero creo que algunos de ellos estaban en la obligación de explorar el problema social del que la prostitución es síntoma. Salvo El Espectador, ninguno, que yo sepa, lo ha hecho.
Poco o nada dijeron las y los feministas del leguaje incluyente, esas y esos que hablarían de queridas y queridos prostitutas y prostitutos (el corrector ortográfico de mi computador es machista; me rechaza este último sustantivo) sobre un episodio que deja ver la epidermis de graves problemas sociales que primordialmente afectan a las mujeres. Incomprensible omisión esta: las actividades lúdicas de los traviesos acólitos del Tío Sam crearon una magnifica oportunidad para generar conciencia social sobre el problema de la prostitución.
Todavía peor me parece el silencio de las entidades del gobierno a las que uno supondría que el asunto concierne. Como nada vi en la prensa opte por realizar una pequeña investigación. He aquí los resultados.
En el portal del ICBF bajo el criterio "prostitución" el motor de búsqueda arroja cero resultados (indagación realizada el 21 de abril a las 17. 34 horas). Qué otra prueba quieren de que el problema no existe para la entidad que vela por el bienestar de las familias, en especial de las pobres y vulnerables.
Ese mismo día (3.21 minutos después) hallé en el Portal de la Defensoría del Pueblo cinco magras entradas, cuatro de ellas sobre prostitución infantil; como se trata de un delito, es bueno constatar que, al menos, en esa entidad estatal se sabe que lo es. Y una sola correspondiente a prostitución forzada de mujeres adultas, contenida en un discurso del Defensor del Pueblo de noviembre 2009.
En esa memorable ocasión el ilustre Defensor tuvo a bien informarnos que "la prostitución y explotación sexual hacen parte de las prácticas violatorias de los derechos de las mujeres que los grupos armados ilegales deben abandonar de manera definitiva". Tampoco, pues, hay política alguna pero sí -hay que ser justos- una amable admonición a los violentos para que, por favor, se abstengan de unas conductas atentatorias de la libertad sexual que su Despacho no ve con buenos ojos.
A las 20.08 horas ingresé al sitio en Internet de la "Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer". Mis expectativas resultaron frustradas. La prostitución no hace parte de sus ejes temáticos, al menos de manera explícita. Las cifras que se encuentran disponibles, aunque interesantes, ignoran el fenómeno. Quizás como la Consejería es "alta" no alcanza a ver lo que sucede a ras de tierra.
De pronto tiene razón el Alcalde: en su ciudad -en Colombia- no hay prostitutas, salvo unas pocas "arrastradas".
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Apostilla. Siguiendo el loable ejemplo de Shakira, les propongo que realicemos ejercicios de reescritura del Himno Nacional. Aporto un fragmento de la primera estrofa: "¡Oh bobería inmarcesible, oh miopía inmortal, un surco de banalidades para nuestro mal germina ya!".
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