Con ese fin, nos separamos de la construcción de modelos teóricos y su correspondiente calce con los ciclos económicos para ejemplificar lo que son eventos determinantes en el diseño de los modos de producción.
Un ejemplo que me parece apropiado es la biografía y la gran batalla de Nicola Tesla, quien fue inventor, ingeniero mecánico e ingeniero eléctrico y uno de los promotores más importantes del nacimiento de la electricidad comercial. Se lo conoce, sobre todo, por sus numerosas y revolucionarias invenciones en el campo del electromagnetismo, desarrolladas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Las patentes de Tesla y su trabajo teórico formaron las bases de los sistemas modernos de potencia eléctrica por corriente alterna, incluyendo el sistema polifásico de distribución eléctrica y el motor de corriente alterna, que tanto contribuyeron al nacimiento de la Segunda Revolución Industrial.
Era ciudadano del imperio austriaco por nacimiento y más tarde se convirtió en ciudadano estadounidense. Tras su demostración de comunicación inalámbrica por medio de ondas de radio en 1894 y después de su victoria en la guerra de las corrientes, fue ampliamente reconocido como uno de los más grandes ingenieros eléctricos de los Estados Unidos de América.
La guerra de las corrientes fue una competencia económica de mercado producida en los años 1880, por el control del incipiente mercado eléctrico. George Westinghouse y Thomas Edison se convirtieron en adversarios debido a la promoción de la corriente continua de Edison para la distribución de energía eléctrica y que a su vez estaba en contra de la corriente alterna defendida por Westinghouse y Nicola Tesla.
Después de la Exposición Mundial de París en 1881 y de la presentación de la lámpara de Edison, los nuevos sistemas de iluminación eléctricos se convirtieron en el logro tecnológico más importante del mundo. La electricidad podía sustituir el vapor para hacer funcionar los motores; como decíamos antes: era una segunda revolución industrial.
La demanda de electricidad pronto condujo al deseo de construir centrales eléctricas más grandes y de llevar la energía a mayores distancias. Además, la rápida distribución de motores eléctricos industriales provocó una fuerte demanda por un voltaje diferente a los 110 V usados para la iluminación.
Durante la Feria Mundial de Chicago de 1893, Tesla tuvo su gran oportunidad. Cuando Westinghouse presentó un presupuesto por la mitad de lo que pedía General Electric, la iluminación de la Feria le fue adjudicada y Tesla pudo exhibir sus generadores y motores de corriente alterna. Más tarde, la Niagara Falls Power Company encargó a Westinghouse el desarrollo de su sistema de transmisión; fue el final de la “guerra de las corrientes” y la corriente alterna acabaría imponiéndose en todo el mundo.
Sin embargo, cuando se hacen a un lado los efectos de las relaciones públicas y la manipulación de información, podemos retirar las telarañas que nublaron la vista del público en aquellas últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, la corriente continua reinó lo que tenía que reinar haciendo onerosos incluso inventos de uso actual por una sencilla razón: J. P. Morgan aliado con General Electric ya había invertido en minas de cobre y todo lo referido al equipamiento para desarrollo de la corriente continua, sin importar la eficiencia económica y el costo ambiental. Vaya usted a saber si por obviar de los análisis o ignorar eventos como estos se dice que los economistas conocemos el precio de todo pero el valor de nada.
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