A finales de junio, este derecho adquirido en todo el país, basado en el derecho a la privacidad y que había prevalecido por casi medio siglo, dejó de existir. Lo anterior significa que ahora el tema de los derechos reproductivos (e incluso el del matrimonio de parejas del mismo sexo) sea decidido por las legislaturas y gobernaturas estatales y se convierta en uno de los principales leitmotiv de tirios y troyanos en las próximas campañas electorales. Si este país está ya de por sí dividido, esta Corte Suprema cada vez más desprestigiada no hace más que atizar el fuego.
Así, el ala conservadora se regocija de su triunfo y no pierde tiempo para politizar y tergiversar temas trágicos derivados de la inmediata prohibición al aborto en algunos estados, incluso en situaciones de violación. Tal es el caso de una niña de diez años violada en Ohio, quien se vio forzada a viajar al estado de Indiana para practicarle un aborto. Al principio, los conservadores se dedicaron a repetir que la noticia era falsa. Todo cambió cuando descubrieron que el victimario es un inmigrante indocumentado, con lo que procedieron a culpar al presidente Joe Biden por sus dizque «políticas de puertas abiertas» a la inmigración, cuando sabemos que su administración sigue implementando el famoso Título 42 heredado de Trump, vedando la entrada a potenciales asilados. Además, una de sus principales victorias luego de reunirse recientemente con el presidente Andrés Manuel López Obrador, es que el gobierno mexicano invertirá $1.5 millardos en tecnología y otros proyectos para frenar la inmigración irregular desde Centro América.
[frasepzp1]
Por su lado, el ala progresista ha visto resurgir cierto entusiasmo y ciertamente una re-energización de sus bases a escasos meses de las elecciones de medio período de noviembre. Frente al raquítico nivel de popularidad del presidente Biden, quien cada vez luce más agotado conforme se suman más crisis que atender, los demócratas creen que pueden revertir la apatía electoral y convencer a votantes, entre ellos mujeres de color y de los suburbios (indecisas, independientes e incluso republicanas) para cambiar la composición de legislaturas estatales republicanas (sobre todo la del Congreso), favoreciendo a los demócratas. Esta apuesta luce bastante ilusoria teniendo en cuenta que los electores están más preocupados por el encarecimiento de la canasta básica, la percepción de inseguridad y auge de la criminalidad, el alto precio de la gasolina, la inseguridad alimentaria derivada de una escasez de productos de consumo, o la amenaza de una recesión económica de no encontrarse políticas macroeconómicas que paren la inflación.
De tal cuenta que los próximos tres meses y medio serán desencarnados y los conservadores seguirán apuntalando a la histeria y miedo que buscan generar en temas de justicia social, entre ellos el de la inmigración y la justicia reproductiva, o endosando la desregularización de la adquisición de cualquier tipo de armas, aunque sea anatema al sacrosanto derecho a la vida que tanto promulgan, como las matanzas de Uvalde (Tejas), Highland Park (Illinois) o Búfalo (Nueva York) lo siguen demostrando.
En todo caso, si ultimar el derecho al aborto fue el resultado de décadas de campañas sensacionalistas por parte de sectores religiosos y políticos que supieron transformar un tema netamente de salud pública y de acceso equitativo para garantizar la salud de las mujeres y sus familias en uno hipócritamente moralista y religioso, muy pocos dudan que millones de mujeres afectadas se quedarán de brazos cruzados. La cruzada por restablecer el acceso al aborto y la autonomía de las mujeres sobre sus decisiones y su cuerpo seguirá su curso, independientemente de quiénes sean sus legisladores y congresistas, y no importando cuántas décadas más requiera la lucha.
Más de este autor