Década de los 90’s. Empieza diciembre y las canciones de los Tigres del Norte empiezan a escucharse con más frecuencia en más de una casa de la cuadra de la colonia con nombre de Santo de la zona 18. La que más suena es aquella que cuenta de la "Navidad de los pobres"...y que explica que "en la mesa del pobre Diosito se queda hasta que amanece, para quitarles penas cuando llega Navidad"...
Pedro no pudo seguir estudiando. Ya consumió la adolescencia y se dedica a trabajar junto a su padre en un taller de carpintería. Pedro está convencido de que debe “irse para el norte”. Se acuesta y se despierta pensando que “irse a los USA” es su destino. Si no fuera por él la música no existiría en su casa. Está contento porque ya puede escucharla en una radio nueva que un amigo le trajo de los Estados Unidos. Es también una novedad para el resto de la familia.
Del aparato salen solamente canciones de música regional mexicana, cuyas líricas fluctúan entre lo romántico y el corrido. Son las que le gustan a Pedro, y por lo tanto son las que los demás, su familia (quizás también los vecinos), aprendieron a cantar y a preferir. La música de los Tigres del Norte es la favorita de Pedro. Sus corridos cuentan las penas causadas por los problemas sociales, hablan de aventuras, amores, también traiciones, y sobre todo, cuentan del Norte, ese lugar a donde él quiere llegar.
Pedro canta con Los Tigres cuando dicen que “es de orgullo haber nacido en el barrio más humilde”… Pone constantemente aquella canción que cuenta sobre el Tres veces mojado. Pedro sabe que la única forma de emprender el viaje a Estados Unidos es de forma ilegal. No le dieron la visa y tendrá que viajar con un coyote. El riesgo es más grande que la frontera. De la radio sale la voz del "Tigre Mayor" diciendo que cuando se vino "de su tierra El Salvador con intención de llegar a Estados Unidos sabía que necesitaría más que valor, sabía que a lo mejor quedaba en el camino”.
Pedro consiguió irse al Norte. Pese a su situación económica, su familia consiguió contratar a un coyote, sin embargo “lo agarraron”. Y como dicen Los Tigres: “No pude cruzar la raya, se me atravesó el Río Bravo”. Pedro lo volvió a intentar. Viajó casi un mes entre México y parte de Estados Unidos, más de cinco mil kilómetros, unos de ellos caminando, otros encerrado y escondido en camiones. Pedro llegó a Los Ángeles, California, a los Estados Unidos.
2011. Pedro, ahí “está establecido, en los Estados Unidos”. 15 "años pasaron ya en que cruzó de mojado, papeles no ha arreglado, sigue siendo “un ilegal””. Pedro sigue escuchando las mismas canciones. Ya no quiere regresar a Guatemala.
La jaula de oro fue la última melodía que cantaron el pasado sábado Los Tigres del Norte ante la máxima capacidad del Estadio de El Ejército: más de mil personas. Cantaron 47 canciones durante casi tres horas. Y es que los Tigres del Norte anunciaron que continuarían el concierto hasta cantar todas sus canciones. Lo consiguieron.
Una de las piezas que más aplaudieron fue la del “El mojado acaudalado”, modificada a que “Soy el mojado acaudalado pero en Guatemala quiero morir”.
Esa noche había mucho frío. También había sollozos, gritos, llanto, baile, deseos, alegría, anhelos y pasiones. También muchos recuerdos.
Las canciones de los Tigres del Norte han durado decenios y han trascendido de una generación a otra. Quizás porque se inspiran en el sentir y en esos problemas sociales, esos que no desaparecen.