Las imágenes de una nación dividida se hicieron evidentes en las recientes elecciones de Estados Unidos, en las que una mayoría significativa se unió para evitar lo que consideraba un desastre de proporciones nunca vistas: la posible reelección del actual presidente Donald Trump. Por otra parte, una también considerable parte de la sociedad estadounidense vio igualmente como una amenaza mayúscula la llegada del candidato demócrata, Joe Biden, ahora proclamado presidente electo. Los argumentos de uno y otro bando para detestar al contrincante dejan poco margen para la mediación y el diálogo, por lo que se anticipan muchos posibles conflictos en el futuro inmediato, especialmente si el actual presidente Trump se niega a salir de la Casa Blanca.
En el análisis de las elecciones de Estados Unidos hay otro fenómeno que permanece irresuelto: la victoria de Trump en 2016 pudo verse como un accidente, en gran medida debido al repudio que se le tenía a la figura de Hillary Clinton. El apoyo popular a Trump en 2019, sin embargo, evidencia que, pese a los excesos de personalidad y a los notorios defectos del presidente en funciones, los seguidores creen ciega y vehementemente en su persona, lo cual es en gran medida un misterio que la ciencia social debe desentrañar: ¿cómo puede un personaje que encarna tantos antivalores ser tan popular y querido?
La respuesta puede estar en el olfato político de Trump, gracias al cual él ha sabido trascender lo políticamente correcto para apelar a los sentimientos de aquellos ciudadanos que se han sentido tradicionalmente olvidados por los políticos que los han gobernado. En primer lugar, las preocupaciones de los creyentes ultraconservadores, que ven con horror el avance de las demandas de inclusión de la diversidad sexual y de legalización del aborto. En segundo lugar, las campañas para proteger los derechos de los migrantes, que son vistos como una amenaza para muchos grupos de ultraderecha. Y en tercer lugar, la constante apelación de Trump al sueño de grandeza de Estados Unidos y a la necesidad de alejarse de los intereses de sus principales aliados para centrarse en los asuntos domésticos con la premisa «Estados Unidos primero» como guía. Por eso la derrota de Trump es vista como un auténtico retroceso, ya que se percibe que los intereses que él representaba volverán a ser olvidados por el ocupante de la Casa Blanca a partir de enero.
[frasepzp1]
Ante tal perspectiva, lo más seguro es que las pugnas políticas y las divisiones seguirán vigentes en la sociedad estadounidense. Quedarán a la espera de que otro líder agite los mismos sentimientos de inconformidad que Trump supo alentar para alcanzar su primera victoria, lo que significa que el fantasma de Trump seguirá vigente en el futuro.
En este caso particular, pero pensando en todas las sociedades divididas por temas tan complejos como esos, las preguntas sobre las cuales hay que reflexionar urgentemente son cómo se llega a niveles tan grandes de polarización y de posible enfrentamiento, cómo puede un gobierno responder a los deseos de la mayoría sin abandonar sistemáticamente las carencias de las minorías que se sienten excluidas y cómo evitar que las contiendas electorales representen un quiebre permanente en la cohesión social.
En la experiencia de muchas sociedades, pareciera que la realidad de la polarización y de la exclusión se está volviendo demasiado frecuente y está haciendo que el fantasma de la violencia, de la injusticia y de la discriminación sea una dolorosa realidad que suscita profundas preocupaciones sobre la capacidad real de la democracia de garantizar un mínimo de gobernabilidad en medio de tanta división.
Quizá el meollo es la emergencia sin fin de identidades subalternas que están cuestionando seria y permanentemente la posibilidad de la cohesión social, por lo que el problema de fondo es que ya no existen marcos comunes de referencia que puedan permitir la apelación al ideal del bien común, al que deben aspirar las democracias modernas, de manera que las sociedades simplemente se alejan del ideal de comunidad sobre el cual se cimentaron los sentimientos nacionalistas.
Lamentablemente, los políticos aprovechan esta tendencia a la crisis del lazo social para alentar divisiones y enfrentamientos que solamente los benefician a ellos. Solo desde esa perspectiva populista se puede explicar la alta participación ciudadana en las recientes elecciones de Estados Unidos, ya que muchos ciudadanos probablemente no acudieron para votar por su preferido, sino por el que consideraban el mal menor. En ese sentido, el principal desafío de la democracia actual es doble: evitar la confrontación y la polarización y volver a la elección de los mejores, no a la democracia del menos malo.
Más de este autor