El semáforo llegaría al verde como indicativo de la normalidad en los distintos niveles, con casi todas las actividades permitidas. El amarillo incluiría restricciones, especialmente para actividades masivas. El naranja incrementaría las restricciones del amarillo y, como es de suponer, el rojo representaría el cierre total. Cada uno de los niveles se establece en correspondencia con la tasa de casos de covid-19 por cada 100,000 habitantes en cada municipio.
El sábado 25 circularon tres audios en varios espacios de redes sociales. En los dos primeros se escuchaba la misma voz. Quien los grabó y de seguro los compartió en algún grupo informaba sobre la reunión sostenida con Giammattei y sus representantes. Anunciaba que el domingo 26 habría buenas noticias: noticias que se referían a las disposiciones de apertura de toda la actividad comercial. En ambos audios el dueño de la voz insistía en hablar de buenas noticias para la industria de los restaurantes.
En diversos espacios se indicó que la voz correspondía a Rodolfo Lambour, presidente de la Gremial de Restaurantes y Procesadores de Alimentos de Guatemala (Gregua), adscrita a la Cámara de Industria de Guatemala (CIG). Lambour labora como director de Operaciones de la cadena de Pollo Campero, que en su mayoría pertenece a las familias Gutiérrez y Bosch. En efecto, al escuchar otras presentaciones públicas de Lambour, la voz, la dicción y la entonación concuerdan con las de los audios mencionados. El tercer audio, al parecer, correspondía al gerente de un hotel en Monterrico, Santa Rosa, y contenía las mismas apreciaciones optimistas de los dos primeros sobre la decisión presidencial.
La noche del 26 de julio, la hora de la cadena de radio y televisión se atrasó. El anuncio inicial de las ocho de la noche se reprogramó para las nueve y empezó casi a las nueve treinta. En un escenario que ha sido cuestionado por el derroche de machismo y misoginia (tres hombres y una mujer; tres podios para los hombres, en tanto la mujer, ministra de Salud, relegada a las sombras y sin podio), el gobernante anunció la instalación del semáforo.
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El semáforo, ese aparato de tres colores que se utiliza universalmente para ordenar el tráfico y evitar accidentes, también se emplea como criterio para indicaciones de alerta y actuación. Universalmente, el verde es indicativo de apertura, vía libre. El amarillo lo es de prevención, advertencia. Y el rojo, de paro total. En las leyes de tránsito, quien se pasa en rojo recibe, como mínimo, una multa por la infracción, además de que corre el riesgo de provocar o sufrir un accidente. Esa es la connotación de los colores y la orden para detenerse por completo. A eso se refiere entonces el uso del criterio de semáforo respecto a la actividad y a la reapertura en condiciones de cuarentena decretada ante la pandemia del covid-19 que afecta al mundo.
Sin embargo, en los días transcurridos desde el anuncio al inicio del mes, contrario a lo que universalmente se entiende, en Guatemala los criterios de funcionamiento según el color ya habían variado. De esa cuenta, las actividades permitidas en el naranja eran las que habrían de corresponder al amarillo, y las del rojo eran prácticamente las que deberían funcionar en el naranja.
La trampa que las autoridades guatemaltecas armaron con los empresarios, a quienes responde el ministro de Economía, Antonio Malouf, estaba en esos detalles. De esa manera, si las instancias internacionales que evalúan la acción estatal en el control de la pandemia preguntaran qué criterio se aplica acá, muy probablemente y quitados de pena responderían que el semáforo.
Por supuesto, se cuidarán de contar que hicieron chanchullo y cambiaron los criterios para abrir. Total, ellos, incapaces de absorber con empleo a la población económicamente activa (PEA), ven en ese 70 % que no absorben una cantera de vidas de las cuales echar mano esclavizable para cubrir sus requerimientos. Total, nuestras vidas les resultan desechables, y por eso se coluden con el poder político para provocar las condiciones que habrán de saturar no solo los hospitales, sino también las calles, de personas afectadas. Una decisión criminal y rayana en el genocidio.
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