La frase sintetizaba el sentir de quienes querían dedicarse a la enseñanza y el significado de dicha misión. Las maestras y los maestros constituían un referente fundamental en la vida de las personas y en la historia del país. No por gusto se menciona a María Chinchilla como un símbolo de las luchas libertarias que en 1944 derivaron en la Revolución de Octubre y en los logros que esta representó.
Más adelante, cuando la dictadura se instauró, el movimiento magisterial resultó una parte valiosa de la resistencia a la represión y de las luchas por mejores condiciones de vida. Maestras y maestros marchaban junto a sus estudiantes no solo en reclamo por la dignificación de su labor, sino también por la vigencia de los derechos humanos. Aquellas jornadas quedaron escritas en la historia con la dignidad de las maestras y los maestros que ganaron a pulso el derecho a sindicalizarse y a garantizar mejores condiciones en el sistema educativo.
Al igual que el resto de los sectores del movimiento social, el magisterio enfrentó la represión. Vivió persecución y exilio, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales. Esas vidas truncadas y sacrificadas por la acción criminal del Estado abonaron el camino a un entorno legal que permite la sindicalización de los trabajadores públicos. El derecho a la libre sindicalización y a la huelga no es una dádiva de gobierno alguno. Es el resultado de luchas de décadas de miles de maestros y maestras que roturaron con sus pasos los caminos hacia la democracia.
Una siembra que cosechó un individuo llamado Joviel Acevedo, que hizo sus tanes en el sindicalismo de la mano del abogado laboralista Enrique Torres. Tomó años la negociación del pacto colectivo de condiciones de trabajo para el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG), cuatro siglas cuya construcción representó mucho dolor para quienes trazaron hace décadas la ruta por la que transitó finalmente Acevedo de la mano de Torres.
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Sin embargo, en poco tiempo, apenas unos lustros, Acevedo hizo del STEG no una emblemática organización de los trabajadores de la educación en Guatemala, sino un cartel para extorsionar a los gobiernos de turno. Convirtió el llamado a ser una noble organización gremial de educadores y educadoras en un grupo de choque al servicio de los intereses más oscuros que hoy gobiernan el país.
De tal suerte, esta semana, cuando varias organizaciones reclamaban la no aprobación de un presupuesto general de gastos para 2020 plagado de ignominia, el STEG dirigido por Acevedo las enfrentó. Pero no lo hizo con la palabra o procurando el debate. Lo hizo al mejor estilo de los centuriones de los años 60, agrediendo físicamente a los integrantes de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) Oliverio Castañeda de León. Rompió la manta con la cual la AEU había cerrado el paso por la 9a. avenida y, a fuerza del empuje del camión que lo acompañaba, disolvió el piquete y se adentró para acompañar la maniobra que tenía lugar en el Congreso.
Lejos, muy lejos, quedaron las ocasiones en que maestras y maestros se hermanaban con el estudiantado para reclamar un mejor país. Los maestros, si es que lo son realmente, que acompañaban a Joviel Acevedo en su operación de choque fueron peor que los agentes de policía asignados para impedir la presencia social en el Legislativo.
En boca de Joviel Acevedo y del coro de choque del cual se rodea, la frase de José Martí ha sido silenciada. Ahora estos maestros, al igual que su líder, son instrumento del #PactoDeCorruptos para agredir a quienes, como aquellos maestros que lucharon por construir el STEG, hoy reclaman un presupuesto digno.
Las maestras y los maestros que sacrificaron su vida por dar vida a la organización sindical del magisterio merecen que su memoria no se destruya por la acción de un líder corrupto. Ojalá que los maestros dignos, que seguramente hay por miles, rompan el liderazgo nefasto de ese instrumento de la corrupción llamado Joviel.
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