El documental es una exquisita narración visual que muestra con minucioso detalle las distintas etapas de desarrollo de la mariposa, desde su fecundación hasta el despliegue de sus alas y su largo recorrido por distintos ecosistemas. La cinta explica el trabajo investigativo del doctor Fred Urquhart, su esposa Norma y un batallón de ciudadanos científicos en Canadá y Estados Unidos, quienes durante décadas trataron de establecer el peregrinaje de las mariposas hasta su destino final, que, como todos sabemos (aunque no era tan evidente hace cinco o seis décadas), se sitúa en Michoacán, México.
Para hacer su viaje del norte al sur y viceversa, las monarca no distinguen fronteras de ninguna naturaleza. Van a la búsqueda de su codiciado alimento (el algodoncillo) y de refugio. Fundan nuevas familias y se desplazan con rumbo seguro para perpetuarse y mejorar nuestro entorno natural.
Uno de tantos datos curiosos es que no son las mismas mariposas las que efectúan todo el trayecto desde los grandes lagos en el norte del continente hacia las bellas montañas michoacanas, sino que el ciclo es efectuado por tres generaciones distintas. Se calcula que decenas de millones de ellas hacen este peregrinaje cada año. Sin embargo, de los 300 huevos que pone la madre, menos del 1 % de las orugas logran sobrevivir. Cada nuevo retoño va mejorando en el camino y, para la tercera generación, ya es básicamente una mariposa superdotada que vuela de regreso a Canadá.
La resiliencia de estas pequeñas criaturas y su vulnerabilidad a lo largo de más de tres mil kilómetros de recorrido me recuerdan las nuevas migraciones humanas a lo largo de Mesoamérica para llegar a puerto seguro en algún lugar de Estados Unidos. Pero ahora resulta que, al igual que los humanos, las monarca también son víctimas del cambio climático y de la excesiva contaminación que impactan el medio ambiente.
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Efectivamente, las monarca han sido catalogadas ya como especie en peligro. En Estados Unidos, el número de estas mariposas ha disminuido en un 90 % desde principios de los años 90, de modo que ha pasado de un billón a 30 millones en los últimos 25 años.
En Minnesota, territorio clave del recorrido de las monarca, uno de los principales factores en el declive de la especie es la sal que se esparce sobre las carreteras durante el invierno para limpiarlas después de las nevadas. Los vehículos salpican con sal las siembras del algodoncillo, vital para el desarrollo de las orugas. Y si bien el sodio en pequeñas cantidades es importante para el crecimiento de la futura mariposa, excesivas dosis de este son tóxicas para su desarrollo muscular y su visión.
Con el propósito de ayudar a salvaguardar la especie, investigadores de la universidad de Minnesota y el Departamento de Transporte están trabajando en un proyecto de monitoreo de un grupo de mariposas a las que se les ha dado poco sodio y de otro al que se le han dado mayores niveles de sal. Además, el departamento sembrará mayor diversidad de plantas y algodoncillos más lejos de las carreteras. Ambas iniciativas ayudarán a determinar si la sal tiene un efecto en el grado de sobrevivencia de las mariposas. Una de las recomendaciones podría ser moderar el uso de la sal en las carreteras, que también está creando serios problemas de contaminación de lagos.
Si algo nos enseñan las monarca migrantes es que el peregrinaje es uno de sobrevivencia. Es impresionante el papel preponderante que juegan la investigación y el Estado en salvaguardar a estas especies. Con la misma empatía, sería grato que el Gobierno federal encontrara los mecanismos humanitarios para valorar y acoger a los centroamericanos en su odisea migratoria. En lugar de medidas excesivamente tóxicas y contraproducentes (muro, redadas, detenciones permanentes, despliegues militares), ¿qué tal si se envían más jueces migratorios a la frontera para agilizar las peticiones, autorizar más fondos para acoger mejor a las familias que buscan protección en su escape de situaciones violentas y precarias y humanizar su crítica situación?
Porque, aunque no tengan alas, a millares de personas lo único que les queda es escapar como las vistosas mariposas y buscar un santuario que les permita vislumbrar un nuevo ciclo de vida.
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