Su colección de libros La calle donde tú vives ha sido reeditada muchísimas veces. Y a pesar de haber fallecido en febrero de 2012, su legado sigue vigente y creciendo gracias al trabajo divulgativo de su hijo, Miguel Gaitán. En mi caso, fue la inspiración quizá más fuerte en mi infancia para primero estudiar y después trabajar temas históricos.
El tomo 5 de La calle donde tú vives es no solo el más autobiográfico, sino que también contiene referencias a la memoria del horror, de lucha colectiva y de búsqueda de la justicia social en diferentes momentos de la historia. Narrado en tercera persona, con la participación del mismo Gaitán bajo el pseudónimo de Ébano, este narra algunas de sus vivencias en la década de 1940. Aparecen referencias al importante cambio político, económico y sobre todo cultural que significó el proceso revolucionario iniciado en 1944 para toda una generación de guatemaltecos. A la vez, hay un juego temporal que oscila entre la década de 1940 y la de 1980, cuando fue publicado este libro, y que transmite un dejo de nostalgia por situaciones y personajes ya idos.
Ello es interesante porque a través del rescate de la tradición oral popular salen a la luz narrativas que bajo otro formato y quizá algunos años antes habrían sido consideradas subversivas. La lectura del texto es confusa, pues no se sabe si este habla de la dictadura de Jorge Ubico (1931-1944), del período revolucionario o de 1980. Para ciertos eventos parece no existir la temporalidad lineal de los días, semanas, meses y años gregorianos. Un «leyfugado» (asesinado extrajudicialmente por la espalda al supuestamente intentar huir) de los tiempos de Ubico puede ser un estudiante ametrallado en 1981. Es claro un mensaje indirecto. Valioso, por cierto.
[frasepzp1]
Es valioso porque es la memoria colectiva, popular, oral, de segmentos de la población que de otra manera nunca habrían sido documentados. El primer relato del tomo 5 es una muestra de ello: comienza con Ébano llegando a las cercanías de la 22 calle de la zona 1, lugar donde vivió en su infancia, 40 años después. Todo ha cambiado y la narración sirve de magistral introducción para todo el libro, pero en particular para una —¿cómo iba a ser de otra manera?— historia sobrenatural. Empieza el 20 de octubre de 1944, cuando Ébano acompañó a su padre a las cercanías de la hoy Placita Quemada para observar cómo se quemaba el castillo de San José, hoy Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Ese fuerte militar era opuesto al esfuerzo revolucionario y había sido cañoneado hasta que explotó su polvorín, lo que provocó muertos y la rendición posterior.
Gaitán observaba el hecho junto con otras personas del barrio y menciona que «las explosiones esporádicas le daban al ambiente una motivación de fiesta. Alguien dijo que entre las llamas salían los rostros de los fusilados, sonrientes por la caída del tirano. [...] Allí don Mingo, con un grupo de obreros y dos estudiantes universitarios, disparaban con ametralladora y fusiles a los cuques que corrían a lo largo de la 11 avenida. El anciano, con bastón en mano, dirigía el ataque, como en los buenos tiempos de la guerra civil de 1920». Para el pueblo de entonces, las llamas recreaban rostros de conocidos, parientes y amigos que habían sido asesinados legalmente por Ubico en los años anteriores y que ahora regresaban sonrientes a anunciar la llegada de la nueva era. Estas memorias populares quedaron fuera de las narrativas oficiales de las izquierdas, que esencializaron la Revolución y olvidaron su sustrato popular y obrero o cuando menos lo cosificaron. El año de 1944 era igual y diferente al de 1920, con actores luchando cuantas veces fuese necesario. Así hay varios personajes en el tomo 5, el más comprometido políticamente de todos los de Gaitán. El más profundo también.
Rescatar la memoria popular, oral, es también una forma de rescatarnos a nosotros mismos a través de la vida de quienes nos precedieron y de su ejemplo.
Más de este autor