Porque al igual que miles de guatemaltecos –hombres y mujeres-, y si pudiese votar en el extranjero, estoy predispuesta y me disgustaría la idea de tener que conformarme y votar por alguno de estos candidatos, ambos seriamente cuestionados por su trayectoria personal, ya sea que se haya probado o no los hechos por los que se les acusa.
Y es que no es solo un problema de trayectorias; a juzgar por lo que sesudos analistas y comentaristas políticos han explicado en los últimos meses, las...
Porque al igual que miles de guatemaltecos –hombres y mujeres-, y si pudiese votar en el extranjero, estoy predispuesta y me disgustaría la idea de tener que conformarme y votar por alguno de estos candidatos, ambos seriamente cuestionados por su trayectoria personal, ya sea que se haya probado o no los hechos por los que se les acusa.
Y es que no es solo un problema de trayectorias; a juzgar por lo que sesudos analistas y comentaristas políticos han explicado en los últimos meses, las propuestas económicas y sociales de sus partidos políticos tampoco ofrecen mucho. Ya sea que son muy vagas, contradictorias o con tintes de populismo. Ya sea que expresan simple anhelos sin planes operativos, o que no sean factibles dada la configuración parlamentaria. Y como dicen algunos, pareciera que esta es la tendencia de nuestra democracia electoral: encontrarnos arrinconados a escoger por una opción menos mediocre que otra.
Coincido con varios analistas en que el problema no es que llegue un militar a ser presidente del país. Concuerdo con otros de que ya no estamos en el contexto de la guerra, pero a mi parecer, tampoco estamos en el de una democracia que ha trascendido el autoritarismo como modelo para alcanzar acuerdos. El problema tampoco es que llegue una persona representado al nuevo capital emergente, el problema es por qué tiene que ser alguien tan cuestionado en el uso de las finanzas públicas y las redes clientelares. Como se ha repetido ad nauseum, hay deficiencias inherentes a un sistema político-electoral tan poroso que hace difícil un escrutinio público que ayude a depurar eficientemente propuestas cuestionadas; no facilita la debida información cívica del electorado y no estimula una mejor competencia en el mercado electoral, de tal forma que no haya duda alguna que pese sobre los candidatos que aspiran a la primera magistratura.
Como en pasadas elecciones y ya en el ejercicio del poder de quien quede, desde este y otros espacios siempre llamaré a que se respete la institucionalidad del país, esta que tenemos, y esta que aparentemente queremos, tal y como lo hice cuando se trató de interrumpir el gobierno del presidente Colom en varias ocasiones, especialmente después del asesinato del abogado Rosenberg. Sigo pensando que es desde la institucionalidad que se debe seguir construyendo y proponiendo. Como ya se ha remarcado hasta la saciedad: las reformas fiscales y del sistema político siguen pendientes pero los diálogos están encaminados, ahora falta que fructifiquen al unísono nacional.
Solo espero una cosa: equivocarme y que al cabo del mandato del general retirado Otto Pérez Molina o del empresario Manuel Baldizón, admitir que erré, me predispuse y que gracias a los equipos de gobierno que conformaron con técnicos de altura, Guatemala ha cumplido con cada uno de los objetivos del milenio; ha reducido significativamente los índices de desnutrición, analfabetismo, criminalidad y violencia, y que los trabajadores y patronos se han sentado en la misma mesa para mejorar condiciones laborales, reduciendo la conflictividad y mejorando la inversión. Lo anterior sentaría las bases de la gobernabilidad y prosperidad que tanta falta hacen. Porque esta es una gran empresa nacional y Guatemala se lo merece.
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