Por eso va más allá del arte figurativo y entabla una estrecha relación con el arte abstracto que se ha venido consolidando a lo largo de los años para —a través de cada matiz, de cada nueva obra, de cada pincelazo— expresar con mayor ímpetu la universalidad de su mensaje. La artista afirma: «Lo que nos une como personas es muchísimo más que lo que nos separa». Esta idea germinó en su etapa de Portales y maduró en su etapa de Sueños.
La historia de Mariana puede ser la de muchos artistas contemporáneos, pero sin dejar de ser única y prometedora. Descubrió en la intimidad de su infancia, con su madre, el arte, afición que adquirió y continuó alimentando hasta convertirla en pasión dentro del taller del reconocido artista Manolo Gallardo, hasta que el autoritario impulso creativo dijo hasta aquí y le impuso sus propias exigencias. En ese momento se vio obligada a buscar su propio estilo, su mensaje, y a convertir su pasión y estilo de vida en su profesión: un largo recorrido de 30 años en los cuales las dificultades han sido varias, pero que, para fortuna de quienes disfrutamos del arte, no lograron doblegarla y convirtieron su mensaje en una lengua universal. Tan universal que su eco se escucha en distintos rincones del planeta.
En enero de este año Mariana fue invitada por la reconocida curadora Zaahirah Muthy a convertirse en la primera artista guatemalteca en participar en una exhibición individual en Dubái. Su obra fue tan bien acogida que unos meses después, en marzo, fue seleccionada para participar en la International Women Art Exhibition —bajo el mecenazgo del jeque Butti bin Suhail Al Maktoum— como la representante de Guatemala entre otras 88 mujeres de distintas nacionalidades. A raíz de estos dos últimos eventos la contactaron otros dos reconocidos curadores italianos, Francesco y Salvatore Russo, para que participara en la Bienal de Barcelona, donde le hicieron entrega del Premio Velázquez de Artes Plásticas en el Museo de Arte Contemporáneo.
Su relación con el arte es un tanto espiritual, una perenne peregrinación a su fuero interior. Utiliza la intuición para atisbar verdades que alimentan su fuerza creadora. Navegando en ese pozo sin fondo que algunos conocen como subconsciente, Mariana descubrió hace un par de años su nueva temática. Su demonio, en palabras de Vargas Llosa. Ella confiesa que ese descubrimiento «se ha vuelto un propósito de vida», una experiencia única. «Hay gente dice que es el universo. Otros, que se trata de Dios. Pero de repente sientes cómo, ¡pum!, todo empieza a fluir».
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Desde su exposición llamada Portales comenzó a trabajar con círculos. «Y me obsesioné con ellos», afirma la artista. Detrás de esa obsesión se escondía un genuino «interés por las relaciones entre las personas», pues para Mariana «todo está conectado». «Lo bueno que haces se te regresa y lo malo también». Entonces, era necesario crear, «a nivel subconsciente, un idioma universal», para que su mensaje llegase a la mayor cantidad posible de personas.
«Los círculos muestran cómo las vidas están conectadas unas con otras. Hay acciones nuestras que pueden afectar a personas que ni conocemos, de la misma manera como esas mismas acciones nos pueden traer frutos o consecuencias que son difícilmente predecibles». Algo muy similar a aquello a lo que se refería Hannah Arendt cuando hablaba de la fragilidad de la acción humana, que ella definía como irreversible e imprevisible.
Lo que Mariana pretende lograr a través de su obra es hacer conciencia de una realidad que ha constatado en su propia piel, según la cual «todas las acciones vuelven como un búmeran», pues, tal y como apunta toda la sabiduría antigua, la realidad está interconectada. Por lo tanto, nos invita a que nos centremos en «los cambios internos que necesitamos para producir los cambios que queremos ver fuera de nosotros». Su mensaje es algo «muy básico, pero que parece que la gente ha olvidado».
El arte importa. Tal y como afirma el filósofo Roger Scruton, es un valor en sí mismo, da sentido a la vida humana. Es incluso una necesidad humana. La vida sin arte sería imposible de imaginar. El arte puede enseñarnos que vale la pena vivir la vida.


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