Hay un fenómeno nuevo en el mundo, que sin dudas da para largos análisis. Las posiciones antisistémicas, anticapitalistas, que marcaron buena parte de los siglos XIX y XX dando como resultado profundas luchas sociales con triunfos evidentes (mejora en las condiciones laborales, revoluciones socialistas en varios países, significativos avances sociales para las grandes mayorías populares), hoy día parecieran estar esfumándose. Eso no significa que hemos entrado en un paraíso sin contradicciones ni injusticias contra las que levantarse. Sucede, curiosamente, que las injusticias que siguen poblando la dinámica social del globo y mueven a reacciones, no alcanzan para provocar transformaciones sostenibles.
El mundo sigue siendo un hervidero, sin dudas. Inmediatamente antes que comenzara la pandemia de COVID-19, en 2019 había un malestar global que reventaba en movilizaciones populares. Por los cuatro costados del planeta bullían las protestas: Latinoamérica, Europa, Medio Oriente, Estados Unidos. El coronavirus vino a acallar todo. Lo curioso es que, llevado al plano político, ese malestar no se está viendo reflejado en los gobiernos que aparecen.
Decir que candidatos con talantes centroizquierdistas, progresistas, con tinte social y popular, representan un avance radical de posiciones de izquierda es, cuanto menos, aventurado. En Latinoamérica se dio una primera oleada de estas administraciones a inicios del siglo (Chávez, Lula, Kirchner, Morales, Correa, Mujica), pero nada cambió en lo estructural. No cambió, ni podrá cambiar, porque esos planteos no superan los marcos del capitalismo. Esta segunda oleada (López Obrador, Petro, Boric, Fernández, nuevamente Lula, Castillo) no promete ir más allá tampoco. Lo importante a destacar es que, independientemente de cierto buen desempeño electoral de estas propuestas, la derecha como ideología se impone y solidifica. Y es votada en forma creciente por masas populares.
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Otro tanto sucede en Europa, o en Estados Unidos. El pensamiento conservador está imponiéndose con fuerza creciente, dejando atrás los planteos de izquierda. Marx es condenado al olvido y la lucha de clases –para el discurso dominante–, es vista como rémora del pasado. A los trabajadores se nos quiere transformar en «colaboradores», y los sentimientos anti-progresistas afloran por todos lados, a veces con tonalidad neofascista.
Lo preocupante es que ese discurso conservador, racista, patriarcal, xenofóbico en algunos casos, denigrante de lo diferente considerado «normal» (y ahí puede entrar cualquier cosa), sumamente violento, antidemocrático, está en auge. Con características distintas, pero siempre con un común denominador, está expandiéndose globalmente. Ya no es un distintivo de sectores de clase media y alta, o de las élites, sino que ha permeado incluso a las capas populares.
Distinto a décadas atrás, años 60 y 70 del siglo pasado, cuando las posiciones contestatarias en su sentido más amplio iban ganando lugar, hoy, por un excelente trabajo hecho por el sistema, todo lo «progresista» está en entredicho. El sistema puede tolerar ciertas expresiones de cambio como gatopardismo, pero no mucho más. E incluso esos avances (ideología de género, crítica al racismo, aceptación de las diferencias sexuales, un discurso de apertura ética) actualmente están cuestionados. El proyecto furioso de una derecha cavernícola intenta arrasar con todo.
Vemos que distintas expresiones de pensamiento conservador pueblan Latinoamérica, aunque haya gobiernos de izquierda moderada: en Chile la población vota contra la nueva Constitución, en Brasil Lula gana por muy escaso margen (creciendo el «bolsonarismo»), en Perú y en Bolivia los gobiernos están siempre acosados, tambaleantes incluso. Las posiciones antiaborto, homofóbicas y racistas se afianzan. Un espíritu neonazi recorre Europa; solo cinco países presentan gobiernos libres de partidos de ultraderecha: Irlanda, Malta, Luxemburgo, Croacia y Rumanía. En Estados Unidos la derecha xenófoba de Trump florece pudiendo recuperar la presidencia.
¿La caída de los socialismos reales preparó este renacer ultraderechoso?
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