A partir de ese momento, el número de casos empezó a aumentar. Finalmente se descubrió que se trataba de un virus perteneciente a la familia de los coronavirus, por lo que el 11 de febrero fue designado «2019-nCoV» por tratarse de un «nuevo coronavirus descubierto en el año 2019». Y se conoce como covid-19 a la enfermedad causada por dicho virus, aunque, de acuerdo con las guías de la OMS, el nombre correcto es «enfermedad respiratoria aguda 2019-nCoV».
¿Qué sabemos? La secuenciación del genoma del virus permitió establecer que el 2019-nCoV es del mismo subgénero del coronavirus causante del síndrome respiratorio del Medio Este (MERS) o del síndrome respiratorio agudo grave (SARS), aunque en apariencia es más contagioso, pero menos letal (si bien esto aún está por verse).
También sabemos que entre los signos y síntomas figuran fiebre, fatiga, tos seca, conteo bajo de linfocitos, problemas de coagulación e irritación del hígado (elevación de la lactatodeshidrogenasa) y radiografías con opacidades difuminadas en ambos campos pulmonares. También sabemos que la mayoría de los pacientes con complicaciones han sido de mayor edad y presentan otras enfermedades concomitantes [1].
Además, sabemos que para contener una epidemia se necesitan al menos tres aspectos fundamentales de la vigilancia epidemiológica:
- Detección temprana de los casos
- Aislamiento de los casos
- Tamizaje de los contactos
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A pesar de que las pruebas de diagnóstico fueron desarrolladas de manera expedita, aún no está esclarecida toda la dinámica de transmisión y contagio del virus, lo cual dificulta su detección temprana. Pareciera que en China el contagio entre contactos ha ocurrido con mayor frecuencia que en Estados Unidos, donde apenas unos pocos casos secundarios han sido confirmados a pesar de haber ocurrido un similar número de contactos con otras personas. Además, aunque el tratamiento actual es simplemente de soporte y no existe ningún antivirus o medicamento de eficacia comprobada para su tratamiento, existen varias iniciativas para fabricar la vacuna y descubrir medicamentos que contribuyan al tratamiento de los infectados.
¿Deberíamos preocuparnos? La respuesta a esta pregunta es un tanto mas compleja que un simple sí o no. Y es que hay que poner en un contexto epidemiológico la situación: los epidemiólogos tenemos indicadores que ayudan a evaluar constantemente la gravedad de una epidemia, como el número básico de reproducción (R0, cuántos casos secundarios produce uno primario) [2] y la tasa de letalidad (cuántos casos confirmados fallecen). Actualmente, el R0 del 2019-nCoV varía entre 1.4 y 4.8 (para referencia, el del sarampión es de entre 14 y 18). Este número no es estático, sino que se va ajustando a medida que pasa el tiempo y los casos se van acumulando. Luego, sabemos que alrededor del 20 % de los casos han sido severos (requieren monitoreo intensivo) y que la tasa de letalidad es del 1 al 2 % (la del SARS, por ejemplo, fue del 11 % [3]). Estos indicadores pueden estar sobrestimados debido a que usualmente son los casos más severos los que se diagnostican, de modo que se pueden dejar fuera del denominador los casos poco sintomáticos, que al pasar inadvertidos elevan la tasa de letalidad.
De acuerdo con la página de la Universidad Johns Hopkins que mantiene un registro en tiempo real de los casos confirmados, hasta el 25 de febrero había 80,413 casos con 2,708 muertos y 27,904 curados. Más del 95 % de los casos se encuentran dentro de China, un país con 1,386 millones de personas, lo cual demuestra que aún es un pequeño porcentaje de la población el que está infectado.
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Los datos disponibles al momento sugieren que la epidemia es menos severa que las anteriores ocasionadas por otras familias de coronavirus. Sin embargo, un riesgo de contagio se convierte en amenaza dependiendo del grado de vulnerabilidad existente, en este caso la vulnerabilidad del país y su capacidad para responder. El sistema de salud guatemalteco es uno saturado, con una capacidad de respuesta limitada, por lo que nuestro mejor aliado sería la prevención. Se deberá responder con agresividad ante cualquier caso sospechoso siguiendo los tres aspectos de vigilancia epidemiológica ya mencionados.
En este sentido, el presidente de la república ha declarado alerta máxima ante el riesgo del covid-19, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) ha activado protocolos de preparación para emergencias y la red hospitalaria está coordinada con la Conred como respuesta a la amenaza. Además, de acuerdo con la cuenta de Twitter del MSPAS, los ingresos al país cuentan con puntos de vigilancia epidemiológica para detectar casos sospechosos, y hasta ahora no se ha detectado ninguno.
Finalmente, dentro de las medidas de prevención a nivel individual, es importante resaltar que el lavado frecuente de manos es una de las medidas más importantes para la prevención de cualquier enfermedad contagiosa, por lo que debe ser una práctica común en cualquier ámbito. Y aunque la amenaza existe, los sistemas de prevención a nivel mundial están activados, lo que es de vital importancia para estar más alertas ante cualquier signo o síntoma que permita realizar una detección temprana del caso y sus contactos respectivos.
* * *
[1] Wang, D.; Hu B.; Hu C., et al. (febrero de 2020). «Clinical Characteristics of 138 Hospitalized Patients with 2019 Novel Coronavirus–Infected Pneumonia in Wuhan, China». JAMA.
[2] Delamater P. L.; Street E. J.; Leslie, T. F.; Yang, Y. T., y Jacobsen, K. H. (2019). «Complexity of the Basic Reproduction Number (R0)». Emerging Infectious Diseases Journal.
[3] World Health Organization (2003). Consensus Document on the Epidemiology of Severe Acute Respiratory Syndrome (SARS).
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