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El coronel de Infantería Edgar Rubio Castañeda decidió escribir un libro: un libro alejado de lo que hemos visto y oído durante años de boca de otros militares. Basta ver los principales títulos del índice: I. Reflexión inicial, estadistas en los Estados. II. El Estado, la oligarquía y los gobiernos. III. Los recursos naturales. IV. El secuestro y la extorsión de la deuda interna (terrorismo financiero oligárquico). V. Los monocultivos y la seguridad alimentaria. VI. El Ejército de guatemala: La relación de los generales con la oligarquía. VII. ¿Qué nos ha dejado el neoliberalismo? VIII. Reflexión final: la liberación del Estado. Lo explica así el sociólogo Bernardo Arévalo: Este libro contiene dos libros. El primero hace una crítica, desde la economía política, a cómo se actualiza el Estado depredador histórico. El segundo es una sociología militar que critica el papel del Ejército en su historia y su actualidad.
Este es el capítulo 1.
En la historia de la humanidad hay grandes personajes que fueron inmortalizados por las transformaciones políticas, sociales, educativas y culturales de sus países. Sus ideas y actuaciones son objeto de estudios para encontrar aspectos relevantes que se puedan aplicar a nuestra época. Abraham Lincoln, en Estados Unidos de América, abolió la esclavitud; Lázaro Cárdenas, en Estados Unidos Mexicanos, nacionalizó el petróleo y llevó a cabo una reforma agraria; Juan José Arévalo, en Guatemala, realizó importantes transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales; Jacobo Arbenz Guzmán, también en Guatemala, inició una importante reforma agraria y el rompimiento de monopolios; y Hugo Chávez, en Venezuela, nacionalizó el petróleo e impulsó una auténtica revolución social. Todas ellos tienen en común haber sido estadistas que mejoraron significativamente las condiciones de vida de sus conciudadanos, para que pudieran vivir con dignidad e igualdad de oportunidades para todos.
El liderazgo político es el más importante de todos los liderazgos, debido a que permite transformar países atrasados o subdesarrollados en países desarrollados. Sin embargo, un mal liderazgo político puede hacer retroceder a los pueblos y llevarlos a la miseria, al atraso, a la pobreza total y en consecuencia al caos.
La política es un noble oficio que permite servir al prójimo, en especial a los más necesitados: los desnutridos, analfabetas y enfermos. Requiere independencia, disciplina y entrega total. Lamentablemente, los políticos tradicionales que han gobernado nuestro país lo han prostituido y degenerado, exclusivamente para sus amos y patrones, quienes han patrocinado las campañas electorales para hacerse del poder y, luego, cobrarse las facturas y recuperar la “inversión”. Estos oscuros financistas son vulgares y avorazados ladrones de cuello blanco.
Con las excepciones de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz, Guatemala no ha tenido líderes que puedan considerarse estadistas, que se comprometan con la transformación política, económica y social del país, para que pueda dejar atrás el legado de violencia, corrupción, atraso, miseria y privilegios que nos condenan a ser un país eternamente tercermundista o, por disfuncional e inviable, intervenido permanentemente por organismos internacionales.
Urgen políticos progresistas comprometidos con el sistema democrático, para que cambien radicalmente el destino que le depara al país; comprometidos con causas sociales y consensos, transparentes, visionarios: políticos de nación, de pueblo, de Estado.
Es importante que la mayoría, la de estómagos vacíos, los marginados, explotados y olvidados, se mantenga unida y organizada. De lo contrario, no podrá cambiar los cimientos y estructuras de este modelo empobrecedor lleno de privilegios y corrupción. Las condiciones están dadas para que el pueblo reaccione y aporte a la transformación nacional. Nosotros, como militares, haremos la parte que nos corresponde sumándonos a ese movimiento social progresista. A lo largo de la historia, muchos de nuestros hermanos y compañeros revolucionarios iniciaron el camino de la reivindicación y la justicia social. Ahora, nosotros los progresistas, estamos más que obligados o continuarlo de manera pacífica para no darle oportunidad a los violentos a que actúen contra nosotros.
De 1821 a 1871, en el tiempo que gobernaron los conservadores,1 tuvieron la oportunidad de hacer los cambios profundos que se necesitaban y no lo hicieron. De 1871 a 1944 los liberales2 compitieron con los conservadores para acumular riquezas, olvidando al pueblo. El período de 1944 a 1954 ha sido el único en que no se acumularon riquezas particulares sino que se gobernó para el pueblo, con verdaderas políticas sociales, de largo plazo, que aún prevalecen. Fue llamada la Primavera Democrática porque floreció realmente la democracia. En esa época hubo un esfuerzo extraordinario para solucionar de fondo los problemas sociales y económicos heredados de periodos anteriores. De 1954 a la fecha, conservadores y liberales se han unido para retomar el control del Estado y seguir acumulando riquezas en detrimento del pueblo. Las consecuencias están a la vista: Somos un país con pobreza, con hambre, sin educación, con enfermedad, violencia, sin oportunidades de empleo, sin un Estado eficaz; un pueblo aún con miedo a expresarse libremente, descaradamente manipulado y desmoralizado, sin esperanza de que cambie la situación social y se alcance un futuro mejor.
Lo que no nos han podido robar ni cambiar son nuestros sueños e ilusiones de ver una Guatemala con bienestar y desarrollo, donde todos, sin excepción, nos sintamos orgullosos del país que nos vio nacer.
Así que estaremos dispuestos a dar nuestro aporte, para sumar a la transformación social, para que nuestros sueños e ilusiones se hagan realidad. El camino que seguiremos no será fácil. Tendremos que enfrentarnos a la oligarquía más atrasada, reaccionaria, corrupta y saqueadora del mundo y a su maquinaria mediática muy bien aceitada.
1. Los conservadores, integrados por “la llamada aristocracia y el clero” y la “aristocracia terrateniente, escolástica y tradicionalista, amurallada en su orden religioso, fueros y privilegios por ley, religión única y una Iglesia cargada de riquezas y poder político, metida hasta en la sopa para mantener una cultura de casta (…) todos los conventos acumularon enormes bienes y riquezas: fueron los prestamistas y banqueros de la colonia”. (Cardoza y Aragón, 2005: 281 y 282).
2. “Entre los liberales militaron criollos, mestizos de la pequeña burguesía y pocos indígenas (…) algunos criollos y mestizos se apasionan por el liberalismo ilustrado, las ideas positivistas, el nacionalismo hasta originar clara noción de patria” (Cardoza y Aragón, 2005: 281 y 282).