Uno de los mejores períodos de crecimiento fue entre 1950 y 1980, de 5.2 en promedio anual. Como el país producía tan poco durante la dictadura ubiquista, era razonable ese crecimiento con la Revolución y el impulso relativo a la industrialización y al Mercado Común Centroamericano. El crecimiento económico es el paradigma ideológico que piden los conservadores para que Guatemala pueda salir de la pobreza. No obstante, durante estos treinta años, los niveles de pobreza no variaron. De 75 por ciento en 1950 pasamos a un 71 por ciento en 1980, según estadísticas oficiales. Los siguientes treinta años, hasta 2010, con un crecimiento que a penas llega al 3 por ciento anual, hemos bajado alrededor del 60 por ciento, supuestamente más del 10 por ciento. Aunque en Guatemala, según el Instituto Nacional de Estadística, con Q550 al mes ya no se es considerado pobre.
En Guatemala, como en muchos otros países, no hay una relación entre crecimiento y disminución de la pobreza.
Brasil, por ejemplo, pasó prácticamente sin crecimiento entre 1985 y 2004 (alrededor del 1 por ciento anual), pero redujo 5 por ciento la pobreza, gracias a la redistribución por medio de transferencias condicionadas, según evidencias recopiladas por el Banco Mundial.
Lo mismo ocurre con la supuesta relación entre las facilidades para hacer negocios y la prosperidad para la sociedad. Guatemala está mucho mejor posicionada en casi todos los estándares que Costa Rica, pero esto no se traduce en mayor prosperidad de la sociedad. Como escribió el columnista de este medio, Félix Alvarado, en una comparación que él realizó entre Guatemala y Costa Rica, con base en los datos del informe Haciendo Negocios, del Banco Mundial, no hay ninguna relación. “En todas las categorías están peor que Guatemala, excepto en comercio transfronterizo. La relación entre facilidad de negocios y prosperidad no es directa, como reconocen los propios autores del Informe”.
El sector privado y el oficialismo nuevamente han puesto sobre la mesa de debate más privilegios fiscales para las empresas por medio de la reactivación de una iniciativa de ley para obviar los requerimientos de la Organización Mundial del Comercio –que manda a los países a dejar de subsidiar exportaciones en 2015-. Así lo denunció Jonathan Menkos, director del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), en su columna en la revista ContraPoder, cuando habla de cómo esta iniciativa, que permitiría abrir zonas francas en cualquier lugar del país, para cualquier actividad económica, sería un golpe de Estado fiscal a la administración pública.
Por eso, antes de pensar en aumentar “las facilidades” para el crecimiento económico “que reducirá la pobreza”, los políticos, los empresarios y los académicos deberían pensar en soluciones más creativas, o en algunas recetas que tienen su fundamento en aspectos más morales, como mayor equidad; seguridad social para todos; o más impuestos para quienes ganan más, para invertirlos en oportunidades de educación, salud o acceso fácil al crédito.