Siento que ya tocamos el fondo del fondo. Claro, es cierto que podemos estar peor, pero seamos optimistas y pensemos que ya no es posible.
Ante situaciones como esta, de tanto deterioro en cada uno de los órdenes de la vida, corresponde hacer un alto y replantearnos qué estamos haciendo tan mal como para que las cosas sigan derrumbándose por todas partes.
Por un lado, la violencia cotidiana en las calles ha llegado a límites extremos. Conocemos las causas estructurales que la provoca, pero conocerlas no sirve de nada si quienes ocupan cargos públicos en esas y otras áreas no hacen nada para solucionarla. Pareciera, más bien, que con sus acciones contribuyen para aumentarla y que siga moviéndose en la impunidad y el abandono.
Por otro lado, la violencia sistemática que recibimos a través del deficiente funcionamiento de las instituciones que deberían velar porque nuestros derechos fundamentales se cumplan, es un hecho diario que nos afecta de manera negativa a todos.
Luego, el deterioro inminente de la infraestructura que se ve en el derrumbe de las montañas sobre las carreteras, en los hoyos que son barrancos en el asfalto, en las cavernas que se abren para tragarnos cuando transitamos no son ya metáforas lejanas sino realidades contundentes. La naturaleza nos habla, implacable, para mostrarnos que las obras humanas, si no están bien hechas, sucumben.
Como colectividad, ¿qué hemos hecho hasta el día de hoy para permitir que todo este horror nos robe la esperanza?
Es doloroso y angustiante vivir en un lugar así. Es urgente que todos hagamos a un lado intereses personales, ideas que nos separan, rencores, resentimientos y odios pasados. El presente demanda del trabajo por la reconstrucción de nuestro territorio.
En este sentido, vale la pena recordar cómo ya en el pasado todos los sectores guatemaltecos se unieron a una sola voz para lograr avances significativos, en ese momento, relacionados con la economía del país. Esto sucedió durante el año 1945, al inicio de la Revolución de Octubre, en lo que se denominó como «El triángulo de Escuintla».
Llama la atención que en un congreso que duró tres días en Escuintla (de ahí su nombre) se reunieron representantes de los distintos sectores de Guatemala con el fin de llegar a acuerdos que beneficiaran al país en general. Es decir, participaron: «Un finquero propietario como delegado electo por los finqueros de cada municipio; un mozo como delegado electo por los mozos de las fincas de cada municipio; dos industriales como delegados electos por los propietarios de industrias de cada departamento; dos comerciantes como delegados electos por el comercio mayorista de cada departamento; dos comerciantes como delegados electos por los comerciantes minoristas de cada departamento; dos delegados electos por la Compañía Agrícola de Tiquisate; dos delegados electos por la Unión de Trabajadores de Tiquisate; cinco obreros delegados electos por los obreros de cada departamento; un delegado electo por cada comunidad de indígenas (…) Integrarán el Congreso, los siguientes representantes: Un funcionario representante por cada uno de los Ministerios de Economía, Agricultura, Hacienda, Gobernación y Defensa Nacional; un representante por el Departamento Nacional de Trabajo; un representante por la Escuela Nacional de Agricultura; un representante por la Dirección General de Rentas; un representante por la Dirección General de Aduanas; un representante por la Dirección General de Obras Públicas; un representante por la Dirección General de Caminos; cinco representantes por el Ejército Nacional; dos representantes por la Facultad de Ciencias Económicas; dos representantes por los Ferrocarriles Internacionales de Centro América; dos representantes por la Cámara de Comercio e Industria de Guatemala; dos representantes por la Asociación de Agricultores; dos representantes por el Congreso Nacional» (El Triángulo de Escuintla, 1946).
Faltaban, por supuesto, otros sectores como las mujeres, entre otros. No obstante, cito el anterior texto solo para mostrar cómo, con buena voluntad y deseos de realmente reconstruir al país, es posible hacerlo. Guatemala es de todos.
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