Además de mencionarla, reiteró en su testimonio frente a la audiencia del Senado que la administración Trump seguiría apoyando este mecanismo. Si bien puede argumentarse que el nominado Rex Tillerson aún no ha sido confirmado, hay algo que es importante destacar si entendemos cómo funciona el proceso de nominación y confirmación de posiciones de gabinete en Estados Unidos. Todos los nominados responden una infinidad de preguntas para convencer a ambos partidos sobre los planes de la actual administración. Al haber incluido en dicho testimonio la referencia a la Cicig, podemos suponer (con total certeza) que el equipo de asesores actual en materia de política exterior republicana dará continuidad a la comisión. Solo para aclarar las cosas.
Aclarando un poco más las cosas, valdría la pena mencionar cuál fue el error en ciertos sectores al acoger de forma tan emotiva la campaña de Trump. El error fue medir una administración presidencial foránea con los estándares de lo que se entiende por derecha en el ambiente local. La mayoría de las derechas latinoamericanas se inclinan con mucha fuerza por rechazar mecanismos de cooperación internacional. Pero la derecha estadounidense y las europeas no resultan ajenas a este mecanismo. Si ciertos mecanismos de cooperación internacional (instituciones globales que mantienen lógicas de multilateralismo) son poco rentables, se rechazan, pero muchas otras son fundamentales para consolidar la influencia regional. Por eso, si bien Trump ha retirado a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés), frente a América del Norte ha decidido renegociar y así consolidar la hegemonía regional. Frente al Triángulo Norte (dado que el viejo esquema de invasiones y el cambio de regímenes no tiene cabida), la cooperación es un instrumento útil. Por ello resultaba ridículo pensar que Trump sacaría a la Cicig de Guatemala de una patada. ¿En serio alguien pensaba que Estados Unidos iba a renunciar a seguir tutelando países que consideraba volátiles e incapaces de autogobernarse? Esto sería algo congruente si Bernie Sanders hubiera ganado la elección presidencial y estuviera listo para argumentar que Estados Unidos debe replegarse de las zonas donde genera influencia sobre los procesos políticos de Estados soberanos. Pero, en términos generales, ningún presidente estadounidense dará ese paso. Podrá modificar los mecanismos utilizados, pero la finalidad es la misma. Solo para aclarar.
Otra cuestión: considerar que Estados Unidos sostiene aún la lógica del socialismo internacional como una variable interviniente en América Latina es un presupuesto equivocado. Si esa fuera la tónica, entonces Estados Unidos seguiría considerando que las élites económicas locales y los Ejércitos locales son los socios prioritarios en la agenda dirigida a América Latina. Pero, con el arribo de la administración del expresidente Walker Bush, Estados Unidos introdujo una nueva amenaza global: el crimen organizado transnacional como elemento desestabilizador. Por eso es que, contemporáneamente, el estudio de la región latinoamericana tiene ahora como un aspecto estructural la estrecha relación entre élites locales y crimen organizado. Las organizaciones criminales no pueden expandirse sin el empoderamiento de las élites locales. Y por eso Estados Unidos ejecuta políticas de tipo smart power: donde tiene mecanismos de cooperación establecidos que puede financiar y utilizar, los usa (Cicig); si debe afectar intereses empresariales o indirectamente depurar las fuerzas armadas, lo hace (hoy sus viejos socios ya no lo son); donde no tiene los mecanismos, utiliza sus agencias (el caso de Honduras, la DEA y el terremoto del consorcio Rosenthal); donde considera que el actor local puede ser útil, lo usa reservadamente (como sucede en México con sus apoyos al Ejército nacional); y cuando se harta de la corrupción militar en México, traslada su apoyo a la Marina. En suma, no hay forma alguna de traducir el argumento del socialismo internacional por vía de la Cicig en la mentalidad republicana actual. Solo para aclarar.
En cuanto al balance de la administración Obama, hay también errores de conceptualización. Se le achaca como legado un Oriente Medio hoy mucho más inestable. Y si bien eso es grave, también es cierto que la inestabilidad en dicha región asegura la presencia permanente de Estados Unidos y su apoyo militar a Israel. Porque, seamos honestos, si la paz mundial llegara a consolidarse, al día siguiente la presencia militar estadounidense en Oriente Medio no tendría sentido. Las bases militares estadounidenses en Jordania, Irak y Arabia Saudita tendrían que cerrarse. Lo mismo con el retiro de efectivos militares en la península de Corea. La ayuda militar a Israel no tendría razón. Las bases militares en Alemania, Japón y América Latina sobrarían. En el peor de casos, Obama jugó la carta de no invadir naciones directamente, pero ejecutó acciones militares que esa administración consideraba menos invasivas.
Pero, de nuevo, ningún presidente estadounidense, por incentivos racionales, apostaría por esta carta de soltar la tutela o minimizar su presencia, dado que resultaría en la muerte de su industria militar. Y obligaría a realizar algo impensable: que Estados Unidos comience a ceder hegemonía militar, política, cultural y financiera a otros actores al replegarse a su zona natural de influencia. De este modo, incluso en dicho escenario utópico, América Latina seguiría bajo una influencia política y económica considerable por parte de Estados Unidos. No hay pa dónde.
Solo para aclarar las cosas.
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