En estos análisis poco se aporta sobre las causas del precario desempeño de los sistemas de conducción del país y de sus igualmente precarios impactos en el mejoramiento de la vida de todas las personas y su entorno.
El enfoque analítico de sistemas aporta algunos elementos que son útiles para comprender estos fallos. Desde este enfoque, un sistema, cualquiera que sea, por ejemplo el país, exhibirá un desempeño que es concordante con el estado de sus atributos básicos, siendo los fundamentales, la disponibilidad de recursos, la capacidad de respuesta incluyendo la flexibilidad, la homeostasis incluyendo la robustez, el empoderamiento y la resiliencia. Estos atributos deben ser constantemente revitalizados pues el desempeño óptimo del sistema es una meta permanente. Se trata de mantener una capacidad vigorosa en el sistema para sostener en el tiempo las mejoras cuantitativas y cualitativas que se han alcanzado en un momento determinado.
La disponibilidad de recursos es un atributo fundamental e incluye, al menos, elementos físicos, financieros y talento humano. El atributo implica cantidad, calidad, distribución y acceso. Aunque es posible aportar algunas cifras para caracterizar y dimensionar este atributo en el sistema país; desde una aproximación, solamente de tipo cualitativo, es posible indicar que los recursos físicos del país se aprovechan desde esquemas altamente concentradores; los recursos naturales se agotan, destruyen y contaminan sistemáticamente; los recursos financieros para fines públicos no sólo son escasos sino que son dilapidados en el seno de redes de corrupción público-privadas y; el talento humano se encuentra ingratamente diezmado por carencias alimentarias y nutricionales que se explican, en gran medida, por los dos aspectos anteriormente indicados.
La capacidad de respuesta del sistema, a partir del análisis de las capacidades institucionales públicas es, nacional e internacionalmente, conocida como mediocre tanto a nivel de los Gobiernos central, departamental y particularmente municipal. No solo predominan aquí enfoques clientelares y cortoplacistas sino que sus estructuras son rígidas –inflexibles− y no tienen capacidad de adaptación frente a un entorno cambiante; son entidades sumamente vulnerables y frágiles por lo que no puede sostener las mejoras alcanzadas en un momento determinado –si es que existe alguna−; no manejan el estrés, no hacen uso de múltiples opciones y nuevas estrategias−; no tienen inteligencia, es decir, no tienen la capacidad de darse cuenta oportunamente de los cambios que sufren y las amenazas que se ciernen sobre sí, son propensas al soborno y están sujetas al veto de poderes facticos, es decir, carecen de autodependencia, lo cual también cuestiona, más severamente, la calidad institucional no pública.
El empoderamiento del sistema país implica una decidida convicción de las personas individuales y en sociedad acerca de los necesarios contrapesos frente a los poderes públicos y los poderes fácticos que lo corrompen. No existen en el país contrapesos suficientes y sanos. Los partidos políticos fuertemente criticados y con fundamento, me parece que son la causa de la profundización de la perversidad y las consecuentes crisis de los atributos del sistema anteriormente analizados.
Finalmente y en concordancia con el estado de los atributos analizados, el sistema no es resiliente, es decir, no puede absorber crisis y revitalizarse nuevamente. Más bien está atrapado en una espiral que profundiza las crisis y las vuelve inmanejables.
Los rasgos que se han esbozado aquí para los atributos de nuestro sistema país están arropados por un modelo de desarrollo capitalista distorsionado y por una doctrina neoliberal. La tarea fundamental de una sociedad empoderada tiene que ver con la modificación de los elementos de este modelo que le impregnan una gran perversidad a los atributos básicos del sistema nacional y que resultan, definitivamente, en la marginación de, al menos, la mitad de la población del país.
Más de este autor