En flautistas,/ en cerbataneros / escritores,/ así mismo en escultores,/ en orfebres del jade/ en orfebres de la plata se constituyeron Jun Batz’ y/ Jun Chowen.
En honor al finado intelectual Sam Colop, el día en que habría cumplido 56 años (Job’ K’at, domingo 11 de diciembre), se inauguró el espacio interactivo de lectura Ucha’xik Sam Colop en la casa de habitación de don Mateo Sam Pocol, padre del académico, ubicada en la aldea Xecam del municipio de Cantel, Quetzaltenango.
Dicho espacio servirá para que madres y padres de familia, ancianas, ancianos y ajq’ijab’ –guías espirituales– compartan sus conocimientos con la niñez y la juventud sobre la cosmovisión y la vida y organización comunitaria maya, a tono con los saberes ancestrales contenidos en el Popol Wuj. De esta manera se busca fortalecer la identidad maya y el respeto a la diversidad mediante la formación en la lectura y escritura en los idiomas maya k’iche’ y castellano.
La inauguración comenzó con una ceremonia maya, seguida de una representación dramática de Jun Batz’ y Jun Chowen convertidos en monos a cargo del grupo de danza folklórica maya K’astajib’al Noj. Más tarde hubo palabras de inauguración y de agradecimiento de parte de la familia de Sam Colop, así como de invitados especiales, todo esto acompañado de algunos donativos de textos. La actividad cerró con un almuerzo.
Esta iniciativa surge como homenaje a la labor de Sam Colop, quien consagró sus últimos años de vida al estudio de manuscritos mayas de la época colonial. Destaca su traducción del Popol Wuj a los idiomas k’iche’ y español, misma que es considerada por los afamados académicos Dennis Tedlock y Francisco Pérez de Antón como la mejor, si no es acaso la definitiva, entre todas las traducciones. Me parece de vital importancia conocer y ahondar en los saberes del Popol Wuj, puesto que contiene nociones útiles para la descolonización de los pueblos que habitan la Guatemala –y el mundo– de hoy.
Deseo compartir algunas reflexiones provenientes de un documento inédito de Sam Colop, intitulado “Jub’aq Omay Kuchum K’aslemal. Cinco siglos de encubrimiento –a propósito de 1992”. Aquí se denuncian los discursos colonialistas –plenamente vigentes hasta nuestros días, como mostraré con una reflexión concreta en la siguiente columna- por encubridores de la barbarie cometida contra los pueblos originarios de nuestra Ab´ya Yala / América apenas despuntando la modernidad. Sam Colop empieza criticando el pensamiento de Cristóbal Colón acerca de los “nativos”, catalogándolo como un “discurso de encubrimiento”. En la segunda parte, analiza el “discurso de invasión”, donde resaltan las fechorías y sofismas de Pedro de Alvarado. En tercer lugar, trata el “discurso indio”, brevísimo testimonio de la resistencia defensiva inicial de parte de los pueblos originarios. Y en la última parte, sobre el “discurso colonialista del siglo XX”, muestra –él dice demuestra, cosa con la que estoy en desacuerdo porque eso es evidente– la pervivencia ideológica del discurso colonialista del siglo XVI. Asimismo, contiene una crítica a la idea de que la invasión/conquista española pueda denominarse como un “encuentro entre dos mundos”.
Por motivos de espacio solo me enfocaré en una idea: que en 1492 no hubo “descubrimiento”, sino encubrimiento. Ello puesto que el descubrimiento y posterior hominización fueron hechos milenios atrás por los antecesores de los pueblos originarios –y no por los europeos, bajo el entendido de que lo que vale es “quién llego primero”. La contraparte de esto es que en el discurso colonialista de ayer y hoy, la figura del “descubrimiento” encubre las consecuencias lesivas del expansionismo moderno, que hoy día se refleja en la miseria de buena parte población mundial –en medio de una riqueza sin precedentes– y en la destrucción sin parangón del medio ambiente.
Sobre el encubrimiento vale la pena traer las palabras de Sam Colop, quien decía que “En el colonialismo se niega al otro o se niega el derecho a ser otro”. Lo cual en palabras sencillas quiere decir que la empresa colonizadora jamás ha buscado reconocer la dignidad del otro, sino más bien negarla para poder instrumentalizarla en provecho de sus propios fines –como fuerza de trabajo en las minas y fincas para los hombres, como objeto sexual en el caso de las mujeres.
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