La campaña “Quédate” ha sido diseñada con alto espíritu ladino y clasemediero; no se les trata de vos o de usted sino, afectuosamente paternalista, les trata de tú, tratamiento que todos sabemos no es el común y corriente entre los niños y adolescentes, mucho menos entre los del área rural.
Pero en la presentación de la campaña –lanzamiento lo llaman los publicitas gubernamentales, imaginando tal vez que se trata de pelotas–, la esposa del Presidente apareció sin su consorte, con lo que se nos ha dejado claro que la campaña es de ella: la esposa de un funcionario, que no es cuentadante y no tiene ninguna autoridad sobre los miembros del Ejecutivo. Como una obra de caridad más, y no como una responsabilidad pública con políticas clara y cuidadosamente diseñadas.
La actitud de la señora Leal de Pérez es valiente y encomiable pues, a pesar de su reducido impacto mediático, ella personalmente ha dejado claro que este drama humano tiene un fondo social y económico, pero a la legua se nota que no dará en nada. A los niños y adolescentes se les pide que se queden, que piensen en los riesgos y los peligros de emprender el viaje sin ofrecerles opciones reales que les entusiasmen a quedarse.
El ministro de Economía, quien debería haber diseñado desde hace mucho tiempo una estrategia de desarrollo económico para las comunidades donde más niños se expulsan anualmente, se encuentra mucho más entusiasmado en hacer que la Ley de Inversión y Empleo se apruebe en el Congreso para que él y sus socios continúen evitando cargas impositivas. Él es el lobo cuidando de las ovejas y en nada le interesa generar empleo en las regiones más depauperadas del país y de donde parten los cientos de niños migrantes.
El MINEDUC, según el comunicado oficial, “pondrá a disposición tres radios de la institución para la publicidad y grabación del material”. Información un poco extraña pues desde que los militares controlan el país, el sistema nacional de radiodifusión lo controla el Ministerio de Gobernación y, que se sepa, el de Educación no tiene concesiones radiofónicas. Pero tenencia de frecuencias aparte, resulta triste, por no decir cínico, que este ministerio ofrezca simplemente publicidad, cuando al final de cuentas quién debería retener a esos niños y adolescentes es precisamente el sistema escolar.
Porque que cientos de niños dejen mensualmente el país para, arriesgando sus vidas, intentar un empleo con salarios decorosos, no sólo es una muestra tangible del fracaso de nuestra economía, lo es también de un sistema escolar que se ha conformado en atender a algunos niños, expulsando de sus aulas a los más pobres. Para hacer efectiva la campaña “Quédate” no se ha escuchado que se incrementarán becas, o que las direcciones departamentales harán esfuerzos reales por mantener a los niños dentro del sistema. Lo cierto es que si el permanente descenso en las tasas de cobertura (neta y bruta) en primaria y básicos no ha motivado que desde ese ministerio se desarrollen políticas urgentes para revertirlo, una campaña radial pidiendo a los niños que se queden es, simple y llanamente, arar en el mar.
Y el terremoto de la semana pasada sólo ha venido a demostrar que en educación todo es para después y sin mayor responsabilidad. La mayoría de las escuelas dañadas en 2012 no han sido reparadas, a las que se tendrán que agregar las que ahora se han dañado. En un país donde los movimientos telúricos son constantes, las escuelas del área rural y semiurbana no ofrecen a los niños el más mínimo confort y seguridad ¿y así queremos que los niños pobres, en su desesperación se queden de quietos sólo porque una campaña radial caritativa se los solicita?
La crisis social y económica es evidente. Los niños y niñas que saben e imaginan que pueden llegar a tener un mejor nivel de vida fuera del país optan por largarse, y no será una campaña radial la que les hará desistir del empeño, pues ni siquiera la certeza de los peligros lo ha conseguido.
Como sociedad, debemos ofrecerles mejores condiciones para alcanzar sus metas, y parte fundamental para ello es que el sistema escolar funcione, no sólo para retenerles en las aulas sino para que adquieran conocimientos significativos.
Pero para ello es más que evidente que el régimen debe cambiar sus prioridades, dejando de proteger empresarios que se resisten a cumplir con las responsabilidades fiscales que otros menos emparentados con el poder ya cumplen y, promoviendo efectivamente el empleo y el trabajo, invertir todas sus energías en un sistema escolar efectivo y eficiente.
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