Yo percibo algunas distinciones muy claras que intentaré presentar en el espacio de esta columna.
Lo que sí es importante mencionar es que, posterior a los regímenes militares populistas en Sudamérica, el desarrollismo toma tintes heterogéneos. No es lo mismo el desarrollismo de los militares Getulio Vargas y Juscelino Kubitschek en Brasil, que el desarrollismo de Frondizi en Argentina influido por Rogelio Frigerio (quien de por sí difería de los postulados cepalinos).
Para delimitar, entonces, quiero centrarme en Brasil debido a la influencia que los programas técnicos de dicho país tienen en la región. Getulio Vargas, si bien militar, tuvo influencia académica e ideológica anclada en la experiencia norteamericana posdemocracia jacksoniana y arribada en el Estado de Bienestar (algo muy diferente al paradigma formativo de Pérez Molina). Vargas realizó una copia de la Oficina del Presupuesto de Estados Unidos con la Comisión de Servicio Civil para modernizar la función pública del Brasil y transformarla en una burocracia enfocada en los méritos por el cumplimiento de los procesos. (Furtado: 2006).
La gran herencia de Vargas desde 1930 y a su retorno al poder 1951 es el instrumento del DASP (Departamento Administrativo del Servicio Público), con lo cual resultará posible que dependencias claves del Estado se conviertan en burocracias aisladas del proceso político clientelista y puedan cumplir con metas de largo plazo. (Sepúlveda: 1994). Esta es la herencia de administración pública ya no paleotécnica que se construye en Brasil y se complementará en décadas posteriores con el Capitalismo Asociado de F. H. Cardoso: El Estado propone donde el capital genera riqueza en sectores estratégicos y las condiciones implícitas para ello. (Sikking: 2009). Este legado de mejor funcionamiento del engranaje político es lo que permite el éxito eventual de los programas de asistencia social brasileros bajo la administración de Lula Da Silva. (Scelza Cavalcanti: 2007).
Si hay tal concepción desarrollista en el PP, estamos hablando de una modernización e industrialización vía el Estado (con altos principios de good government) y no del Mercado.
Algunas conclusiones:
1) El Partido Patriota tendrá que marcar su territorio frente al sector privado tradicional, lo cual está aún por verse. El primer síntoma será notar si el PP seguirá hablando de Reforma Fiscal o entrará a la nomenclatura de la oligarquía: Pacto Fiscal.
2) No sé si el poder económico tradicional podrá chasquearle los dedos (cómo ha hecho con otros presidentes) a un exgeneral y soldado de élite. A lo mejor la oligarquía se disparó en el pie, no entendiendo que con Colom tuvieron no la Rusia soviética sino un Presidente que les dejó seguir haciendo fortuna. Tal vez Baldizón, cual empresario emergente, comprendería mejor la lógica del business. Solo pienso en voz alta.
3) Se nos ha dicho que el PP, aunque conservador, será el más alejado de la élite tradicional. Bueno, eso es tan cierto como cuando la novia le dice al novio (antes de entrar al motel): ¨Nunca había venido aquí¨. Y luego, durante la jerigonza, la mojigata de Cayalá afirma: ¨Esa nunca la había hecho¨.
4) Será fundamental determinar si el PP puede evitar un apalancamiento natural con el CACIF y fijar su propia postura o se dejará secuestrar. Panorama difícil pues Guatemala no tiene un Estado históricamente grande. El PP no tiene mayoría en el Congreso y sus mayores financistas son parte de la élite.
5) Encontrar la cara dulce, agradable y humilde del PP para aglutinar los esfuerzos de lobby está canijo.
6) Por último, y más importante. ¿Podrán ser desarrollistas? ¿Podrán? La historia no les ayuda: Nadie en Guatemala ha sabido domar al Gran Capital.
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