Hay otros que quizá lo que les luce es la ausencia de entendimiento y la abundancia de intenciones perversas para pregonar a los cuatro vientos mensajes del advenimiento de nuevas épocas, siempre mejores, siempre anticipando el paraíso y dispuestos a tratar a los que plantean alguna duda, ya no digamos a los que se atrevan a contradecir, como resentidos (sin manejar siquiera con propiedad el sentido de la palabra).
Al final estas acciones y reacciones, considero proceden de un miedo a ser revelados en su ignorancia o manipulación, no se acostumbra discutir ideas con argumentos sustentados y sin personalizar las críticas; y de esta manera se pierde incluso lo que de válido pudiera tener el castillo o el espejito en su argumentación y diseño. Al final, se empiezan a construir las propuestas por el techo y no por los cimientos, se ignora que en este caso el orden de los factores sí altera el producto; y se aplica, el que una nariz levantada protege mejor que una mente concentrada.
Me explica alguien por favor: ¿cómo es posible que de todas las propuestas de políticas, leyes y modelos de desarrollo rural que se plantean en este país, ninguno coloque como primera acción a tomar el tema de ordenamiento territorial? Y es que, por ejemplo, sin desarrollar instrumentos como la taxonomía de los suelos, ni las pequeñas economías campesinas, ni las grandes inversiones empresariales en el campo van a obtener un mediano éxito, si no saben a ciencia cierta qué están sembrando, por qué y en qué condiciones. Siguen tocando las melodías de oído sin tener ni la mínima solfa que permita corregir los errores ni replicar los éxitos. Por algún lado plantean que lo que se necesita son más leyes y más instituciones, no importa que las políticas que pretendan implementar no hayan sido validadas ni hayan tenido la oportunidad de trascender administraciones gubernamentales. Estos no son espejitos, son espejotes que reflejan los intereses avorazados de unos, reforzados por la ignorancia galáctica de otros.
Si no tienen ordenamiento territorial primero, las intenciones de crear capitales para el desarrollo sostenible se quedan en el papel. No pueden decir cuáles tierras son ociosas. Es más difícil conservar suelos, diseñar apoyos para el campo es un juego de ruleta. Pero no, se sigue al frente proponiendo el qué, sin haber siquiera imaginado el cómo y el dónde.
No cambia mucho cuando se habla de competitividad, otra vez el orden de los factores altera el producto, porque si lo que nos han contado sobre que el capital humano es el factor determinante de la competitividad ¿a dónde vamos con nuestro capital humano actual?, parece más lógico que antes de declararse en competencia franca con actividades económicas “de clase mundial”, podamos voltear a reconocer nuestro capital desnutrido, enfermo, analfabeto; y cuando alfabetizado se le encuentra con deficiencias de lectura, escritura, aritmética, que provienen de las huellas de la desnutrición crónica o de la pésima instrucción que recibieron en un sistema educativo deficiente, guiados por maestros que seguramente replicaron en ellos sus mismas fallas y carencias.
Hay que ordenar las ideas, tirar las máscaras y los afanes de protagonismo, desechar los intereses espurios, pero sobre todo, sobre todo, ojalá pudiéramos ponernos serios al momento de proponer temas de interés nacional.
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