Los restos óseos de 65 personas, la mayor parte campesinos asesinados en la región de Ayacucho, Perú, en los años 80 y 90 por el grupo terrorista Sendero Luminoso, fueron entregados a sus familiares por funcionarios del Ministerio Público de aquel país.
En los ataúdes, de un poco más de un metro de largo, fueron colocados los huesos, además de las prendas de vestir y los objetos que portaban los comuneros en el momento que fueron ejecutados.
La madera de los ataúdes pintada de blanco resplandecía con el fuerte sol de la mañana, como las lágrimas que dejaban caer los parientes que llegaron a la capital de la región desde 25 comunidades de las serranías de Ayacucho. La tristeza que embargaba a los presentes era tan intensa que parecía que las víctimas hubieran muerto ayer y no hace más de dos décadas.
Angélica Cusi Díaz, de 75 años, cuyo esposo, hija y nieta fueron asesinados por Sendero Luminoso en 1984, tiene grabado el momento que le quitaron a su familia.
“Mi hija Lucía Cuadros tenía 14 años cuando fue llevada a la fuerza por el senderista Mario Flores Zevallos y la hizo su pareja; en aquellos años mi esposo era teniente gobernador de Belén Chapi y los terroristas lo mataron, por ello mi Lucila intenta escapar de los terroristas pero fue capturada y asesinada por el mismo Mario Flores que aún sigue vivo”, lo dice entre lágrimas la señora Angélica.
Con Lucila también murió el bebé de meses que llevaba en el vientre. La anciana llegó a Huamanga el domingo pasado, tras dos días de viaje desde el distrito de Belén Chapi. Ese día, en el local del Instituto de Medicina Legal, fue testigo del traspaso de los restos de su hija y su nieta, guardados en cajas por los forenses, a un ataúd. Antes de que sellen el féretro, un llanto incontenible se apoderó de la mujer, quien se arrodilló y tocó los restos óseos de lo que había sido su hija en vida.
Los cuerpos entregados fueron exhumados el 2011 y 2013 de fosas comunes clandestinas. Los titulares de la primera y segunda fiscalía de Ayacucho, a cargo de las investigaciones, han determinado, basados en testimonios de los sobrevivientes, que los asesinatos fueron cometidos por policías, militares y miembros de Sendero Luminoso.
El Equipo Forense Especializado del Ministerio Público estuvo dedicado a la labor de identificación de las víctimas estos años. “Los 65 restos humanos y elementos asociados fueron identificados por métodos forenses antropológicos, odontológicos y pruebas de ADN, luego de un proceso de investigación interdisciplinaria que duró cuatro años (2011-2014)”, afirma Luis Rueda, encargado del equipo en Ayacucho.
Según Rueda, los casos vinculados a esta entrega de restos humanos están relacionados con 28 investigaciones de las Fiscalías Penales Supraprovinciales de Ayacucho y Huancavelica, y guardan relación con la violación de los derechos humanos. “Entre las víctimas tenemos hombres, mujeres y niños. La causa de muerte de gran parte de ellos ha sido por traumatismo craneal múltiple severo, por proyectil de arma de fuego, traumatismo torácico ocasionado por un agente duro (piedra) o traumatismo torácico por arma blanca”, agrega el forense.
Las estadísticas del Equipo Forense indican que desde que empezó el programa de exhumaciones en el 2006, hasta julio del 2014, en todo el país se recuperaron 2925 cuerpos, se identificaron a 1689 y se han entregado a sus familiares 1485. Estas cifras son pequeñas comparadas con las proporcionadas el 2003 en el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que fija en 15 mil los desaparecidos por la guerra interna.
“Es una satisfacción darles cristiana sepultura a los seres queridos después de muchos años, otros tenemos aún el corazón adolorido por no encontrarlos y no lograr que los culpables sean castigados”, dice Adelina García, presidenta de la Asociación de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú. Ella aún busca a su esposo, desaparecido en el cuartel Los Cabitos, Ayacucho, en 1983.
La ceremonia de entrega de cuerpos en el local del Ministerio Público de Ayacucho duró tres horas y culminó al mediodía. Se congregaron alrededor de 200 familiares de las víctimas.
Luego del acto oficial los féretros fueron trasladados en vehículos hasta la plaza de armas de Huamanga, donde se realizó una procesión antes de ser trasladados al atrio del Templo de la Compañía de Jesús, en el que se celebró una misa al final de la cual algunos de los familiares emprendieron el camino de vuelta a sus poblados con los ataúdes.