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A partir de hoy Santos asegura su reelección pero arriesga su lugar en la historia

Santos se blindó de la opinión pública, del pánico que pueden generar los hechos de violencia y de las voces que buscarán en eso un argumento para afectar la credibilidad de las Farc en las negociaciones.
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A partir de hoy Santos asegura su reelección pero arriesga su lugar en la historia

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Con el lanzamiento oficial de un nuevo proceso de paz con las Farc, a partir hoy Juan Manuel Santos tiene prácticamente asegurada su reelección pero se juega su lugar en la historia.

En su alocución presidencial del mediodía, rodeado por la cúpula militar y su gabinete, Santos ‘reveló’ el Acuerdo Marco (que ya había sido revelado la semana pasada por su primo Pacho Santos) y que será la hoja de ruta de la negociación.

Como lo explicó La Silla Vacía  la semana pasada, el proceso que arranca es muy diferente al de El Caguán, y en muchos sentidos está construido sobre sus principales errores para evitar repetirlos. 

En la alocución de hoy, el Presidente se esforzó en reiterar que no habría despeje, que la agenda estaba acotada, que no habría intermediarios para dejar claro que este proceso no es igual al de Pastrana. También dejó mucho sin decir.

En pocas palabras dijo que el tema que venía siendo secreto, seguirá siendo secreto. Y aunque dijo que se van a establecer mecanismos para informar sobre los avances y resultados del proceso, reiteró que se seguiría haciendo un manejo “serio y discreto de las conversaciones”. 

Como solo dijo lo que ya se había filtrado en algunos medios de comunicación, o incluso menos, el país se quedó sin saber cómo llegó al punto en el que según dice tiene hoy las conversaciones, quiénes han sido y quiénes serán los negociadores, y si hay un punto de la agenda que incluye participación política o beneficios penales para los guerrilleros.

El discurso fue también una estrategia de defensa. Respondió a las acusaciones que dicen que no les cumplió a los que lo eligieron para seguir con la política de Uribe; les dijo que el tema de la paz era una continuación del Gobierno anterior.

Frente a las críticas en seguridad, dijo que no hará concesiones y que atacará incluso con más fuerza a los actores armados. Y como la oposición uribista busca sus mayores aliados entre los militares activos y retirados, Santos sentó a la cúpula militar en su alocución como protagonistas de los hechos que están de su lado y reiteró que “la victoria es la paz”. 

Santos se blindó de la opinión pública, del pánico que pueden generar los hechos de violencia y de las voces que buscarán en eso un argumento para afectar la credibilidad de las Farc en las negociaciones.

Por eso pidió “templanza, paciencia y fortaleza” e hizo un anuncio sutil que avisa desde ya que los ataques de la guerrilla se pueden incrementar y que de eso no dependerán los diálogos.

También buscó con su discurso tranquilizar a los inversionistas. Dijo que la estabilidad económica es la primera de las razones por las cuales la paz es una opción real ahora más que antes. Habló de la disminución del desempleo y dijo que millones de colombianos están saliendo de la pobreza. Comparó a Colombia con Argentina y la puso como una de las economías más prósperas de la región. Todo para mandarles un mensaje a los inversionistas extranjeros que están aquí y a los que quiere conquistar, que no van a perder su plata si se inicia un proceso de paz.

La alocución del jefe guerrillero Timochenko una hora después de la del Presidente fue interesante por dos cosas. A diferencia de la época de Caguán, aparecieron vestidos de civil, de blanco, y sin fusiles. Un aspecto que puede ser meramente cosmético pero que no es improvisado y que refuerza la idea de que su fuerza ahora no reside exclusivamente en la intimidación de sus armas.

Y no habló de "refundar" la democracia, sino de ampliarla. Esto, en el discurso, podría querer decir que acepta la democracia, así sea defectuosa, que existe en Colombia. Es sutil pero elocuente.

Los desafíos

Aunque es cierto que este proceso parece arrancar con el pie derecho y con bases más sólidas que los anteriores, los desafíos que emprende este Gobierno con este proceso son inmensos.

El primero es que la negociación se hará en medio del fuego. Sería difícil hacerlo de otra manera dada la desconfianza mutua que hay entre guerrilla y el Estado.

Pero esto quiere decir que cada vez que las Farc ataquen infraestructura, pongan bombas o embosquen una patrulla del Ejército muchos colombianos verán allí una contradicción entre esa violencia y la búsqueda de un acuerdo de paz.  Sobre todo, porque tendrán en el expresidente Uribe una voz potente que desde su tweetemisorale hará eco a cada ataque guerrillero.

Esto pondrá una presión inmensa sobre los negociadores para llegar más pronto que tarde a acordar un cese al fuego bilateral, que en todo caso está contemplado en el Acuerdo Marco como el primer punto del capítulo del Fin del Conflicto y que sin duda será uno de los temas más espinosos.

El otro reto es qué se puede negociar con la guerrilla y cuál es su representatividad para hacerlo. De la agenda revelada por RCN se deduce que la negociación realmente girará sobre la política agraria, las tierras, la participación política de la guerrilla y los derechos de sus víctimas.

En retrospectiva, es claro que desde el día uno Santos tenía en mente esta negociación y que el Marco para la Paz y la Ley de Víctimas e incluso el nombramiento del nuevo gabinete fueron pensados en este contexto.

El planteamiento del Gobierno es que el Establecimiento decidió tomar la iniciativa para cerrar la brecha de inequidad con el mundo rural y por eso planteó su Estatuto de Desarrollo Rural y la ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Un proceso que se hará con o sin la guerrilla pero que ya que se va a hacer, la guerrilla lo podría capitalizar políticamente como fuerza política una vez deje las armas.

El capítulo Fin del Conflicto del Acuerdo Marco contempla la “reincorporación de las Farc a la vida civil en lo económico, lo social y lo político”. Y en otra parte, “habla de programas de desarrollo con enfoque territorial”. La apuesta podría ser legitimar a las Farc como fuerza política a partir de formalizar los derechos de propiedad de sus bases campesinas una vez se desmovilicen.

Es posible que la política agraria no vaya a ser negociada directamente con los comandantes guerrilleros, como temen muchos empresarios del campo. Pero seguramente el Estatuto de Desarrollo Rural que finalmente presente el Gobierno sí se discutirá con las organizaciones populares que las Farc están estimulando.

La movilización popular

Porque uno de los elementos más difíciles en todo este proceso será la actitud que tome el Gobierno frente a las movilizaciones populares.

Una de las transformaciones que impulsó Alfonso Cano como comandante de las Farc fue reducir las estructuras de la guerrilla de 300 o 350 hombres a fuerzas de combate de 40 o 50, que pudieran pelear una típica guerra de guerrillas.  Al resto de combatientes los desperdigaron como milicias con la orden de apoyar las luchas populares, influenciando las movilizaciones sociales.

La principal de estas movilizaciones es Marcha Patriótica, pero no es la única. En su discurso de hoy, el jefe guerrillero Timochenko mencionó todas las manifestaciones sociales de los últimos meses, desde las de los indígenas de El Cauca hasta las de los cocaleros. “Estamos seguros de que seguirán creciendo”, dijo.  Y seguirán creciendo. "Con el cerrado apoyo de  enormes muchedumbres, no pensamos en levantarnos de la mesa, sin haber hecho realidad esas banderas".

Esto plantea un reto grande para el Gobierno pues si estigmatiza a estas movilizaciones campesinas, estudiantiles y sindicales como portavoces de la guerrilla sería injusto y contraproducente. Injusto porque así algunas de ellas tengan influencia de las Farc sus reivindicaciones no están necesariamente subordinadas a la guerrilla. Contraproducente, porque es más fácil negociar con una guerrilla politizada, que representen a alguien fuera de la fuerza de sus fusiles, que con un aparato exclusivamente armado y terrorista.

En el caso del Estatuto Rural, ya hay un proyecto alterno elaborado por la Mesa de Unidad Agraria (MUA), que congrega unas 30 organizaciones campesinas, negras y sindicatos del agro. La MUA ha planteado un proyecto que rechaza el “derecho de superficie” propuesto por el gobierno para que donde haya proyectos agroindustriales sobre tierras despojadas se pueda llegar al acuerdo de que el empresario de buena fe comparta las utilidades de la producción con los campesinos dueños de la tierra; o que el Estado pueda entregarles baldíos a grandes empresarios, algo que ya la Corte Constitucional parcialmente tumbó al declarar inconstitucional el levantamiento a las restricciones de la Unidad Agrícola Familiar (UAF), como locontó La Silla Vacía.

El tercer reto es el manejo de los tiempos. El Gobierno cree que este proceso podría estar concluido antes de un año, y en el Acuerdo Marco quedó explícito que la idea es que la negociación avance lo más rápido posible. Sin embargo, las Farc tienen sus propios tiempos. Sincronizar ambos relojes será todo un desafío.

La ventaja en este caso es que, en principio, a ambas partes les conviene mostrar resultados antes de las elecciones del 2014. A Santos, porque si en un año no tiene ningún avance que mostrar y la seguridad ha empeorado se habría convertido en el mejor asesor de campaña del uribismo.

Pobres resultados en la mesa de negociación y recrudecimiento de la guerra son la receta perfecta para que la lista única con la que posiblemente Álvaro Uribe se lance al Senado saque 50 curules. Como ya lo hizo cuando la negociación del Caguán, le bastará cabalgar sobre los desastres de la negociación para que su popularidad rompa todos los techos. Hasta logrará poner de Presidente a Óscar Iván Zuluaga, que hoy no tiene ni el dos por ciento que tenía él en el 2001.

La fiscalización del proceso de paz por parte de Uribe será un elemento positivo. Peligrosa será la oposición de los armados vinculados a los tenedores ilegales de tierras que ya se estaban oponiendo a la resititución pero que ahora redoblarán su discurso con que son las Farc las que les estarán quitando la tierra. También será clave incorporar los temores de los militares retirados, que esta misma semana pidieron estar en la mesa. Si es cierto, como dijo La FM, que el general retirado Mora Rangel será uno de los negociadores de la Mesa, Santos podrá poner por lo menos a los líderes de ese sector dentro de la negociación y no en contra.

A la guerrilla también le podría interesar avanzar en la negociación. Por un lado, porque como lo muestra el caso del fusilado Grannobles, cada día que pasa la descomposición de la guerrilla avanza como una infección.

Pero sobre todo, porque si quiere que Marcha Patriótica pueda entrar a la contienda política como partido tendrá que pasar el umbral electoral y eso significa sacar al mínimo el 3 por ciento del total de los votos válidos en las próximas elecciones al Senado, unos 500 mil votos. Si lo único que tienen para mostrar son los muertos y heridos que dejan las Farc podrán olvidarse de tener una verdadera participación electoral. Y aún menos de ver a Piedad Córdoba como eventual candidata presidencial, suponiendo que el Consejo de Estado revoca la destitución del Procurador.

El Acuerdo Marco tiene un aspecto interesante y es la última frase que dice que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Esto, en principio, crea un incentivo para avanzar más rápido en las negociaciones pues si no se logra todo no habrá ganancias parciales.

La reelección

Como en este caso, tanto el Gobierno como las Farc tienen un interés común en que la mesa avance, la reelección de Santos está prácticamente asegurada. Salvo que los guerrilleros le dejen la silla vacía como se la dejaron a Pastrana o que la escalada de la violencia sea tal que nadie la tolere, aún si no hay avances significativos antes del 2014 es difícil que alguien logre desbancar al Presidente. Siempre estará el argumento de que “se necesita más tiempo”.

Lo que no está asegurado es su lugar en la historia. Si bien con este proceso de paz, Santos encuentra finalmente una 'narrativa' para su Gobierno, que le ayudará a amarrar los diversos frentes que ha abierto en estos primeros años, su lugar en los libros de la historia -que es su gran ambición personal- dependerá exclusivamente de que este proceso tenga éxito y finalmente se acabe el conflicto. Porque de ahora en adelante, todo en este Gobierno y en el país mediático girará alrededor del proceso de paz. Todas las locomotoras de Santos son a partir de hoy meros vagones del tren de la paz.

Volviendo a la mañida metáfora del pokerista, Santos se fue con sus restos y con una mano sangrienta. Solo que en este caso, Santos está haciendo su apuesta con nuestro futuro y no solo con el de él. 

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