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Libres de elegir si partir o quedarse

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Libres de elegir si partir o quedarse

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Las lágrimas en el rostro, el agujero en el corazón, los pies descalzos, la vestimenta rasgada; la mente llena de ilusiones pero el pecho lleno de dolor por tener que partir y no querer hacerlo. Esta es la realidad de muchos hermanos y hermanas migrantes y refugiados que diariamente abandonan su tierra buscando apoyo. Los conflictos, los desastres naturales, la situación política o las condiciones de vida obligan a las personas a buscar mejores oportunidades afuera, porque su país no puede dárselas.

La migración existe en todo el mundo y desde hace mucho tiempo, pero se hace más dramática cuando sucede en territorio cercano: Centroamérica, las caravanas migrantes representan un éxodo que no se nombra, las cuales son una forma de movilidad o tránsito migratorio en el que se reúnen un conjunto de migrantes para marchar juntos a través de las fronteras.

Hombres, mujeres, niños y niñas se reúnen para partir hacia otro territorio en busca del «sueño americano». De acuerdo al Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (ONU DAES), la cantidad de migrantes procedentes de Centroamérica ha aumentado significativamente durante los últimos 30 años, en un 137 por ciento entre 1990 y 2020, de 6.82 millones a casi 16.2 millones (2020).

El número de personas refugiadas y solicitantes de asilo ha aumentado considerablemente durante los últimos cinco años. Un ejemplo muy cercano es Nicaragua, la inestabilidad política en este país ha provocado la movilización de personas a gran escala. Solo en 2021, Costa Rica recibió un total de 53,000 solicitudes de refugio por parte de ciudadanos nicaragüenses, es una cifra alarmante que demuestra la fragilidad de las instituciones y la incapacidad del Estado para asegurar el bienestar a su población.

El Papa Francisco en su mensaje para la 109a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (2023) nos recuerda que la migración es un desafío contemporáneo y una preocupación extendida, nuestro esfuerzo por reducir su impacto comienza por preguntarnos qué podemos hacer pero también qué debemos dejar de hacer. Las palabras de su Santidad resultan pertinentes para extender una mano amiga a los migrantes y refugiados, una mano que aunque desconozca el sentir interior de nuestros hermanos y hermanas… acompaña, ayuda y consuela.

El verdadero «sueño americano» para nosotros, ciudadanos del presente, debe ser construir una región solidaria con sociedades e instituciones sólidas, capaces de promover la justicia y que además puedan satisfacer las necesidades de su población para poder asegurar el pleno cumplimiento de los derechos humanos para todos y todas.

Incluir a los migrantes y refugiados en nuestras sociedades es tarea de todos, no debemos fijarnos en una nacionalidad, por el contrario, debemos poner nuestros ojos en el corazón de las personas, porque «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lucas 6:45. Biblia. Traducción en lenguaje actual. 2010).

No etiquetemos o juzguemos, demos esperanza, demos amistad, demos amor porque esta es la fuerza más poderosa, «amados hijos míos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios, y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor», (1 Juan 4:7-8. Biblia. Traducción en lenguaje actual. 2010).

Seamos tolerantes con nuestros hermanos y hermanas que tanto sufrimiento han llevado consigo a lo largo de su trayecto y aligeremos esa carga con un abrazo. Aceptemos sus costumbres y tradiciones, permitamos el diálogo cultural por medio del intercambio de manera abierta y respetuosa de orígenes culturales, étnicos y lingüísticos, compartamos nuestra riqueza y permitámonos conocer algo más, escuchemos sus historias y contemos las nuestras. Construyamos una sociedad con entendimiento y respeto mutuo. Porque sin dudar, ese es el futuro que todos deseamos.

Así es como comienzan los grandes cambios, por medio de pequeñas acciones que llevadas a cabo de manera conjunta pueden servir de ejemplo. Construyamos el futuro que queremos de la mano de nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados, abracemos nuestras diferencias porque todos poseemos el mismo valor.

Seamos puentes antes que murallas, puentes sólidos que conectan y que a pesar de las adversidades se mantienen en pie; proporcionemos esperanza a quienes parece que la han perdido, contribuyamos a crear un mundo mejor en el que cada uno en vez de verse obligado a dejar un pedazo de su corazón en la tierra que lo vio nacer, pueda elegir si partir o quedarse con total libertad.

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El presente artículo ha sido ganador del primer lugar en el concurso que tuvo como lema: «Libres de elegir si partir o quedarse», el que ha sido realizado en el marco del conversatorio: «Guatemala…un país de esperanza e inclusión fuera del hogar», organizado por la Universidad Rafael Landívar y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados en Guatemala (ACNUR). Un evento académico que tuvo como objetivo el concientizar a la comunidad landivariana sobre los desplazamientos y la movilidad humana de personas que dejan sus hogares por diversas situaciones de riesgo. Además de tener como contexto internacional la «Conmemoración del Día Mundial del Refugiado».

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