Recibe distintos nombres alrededor del mundo. En Colombia se le llama residencia; en México, hotel de paso; en Japón, hotel del amor; en Argentina, telo; y aquí en Guatemala le dicen el extraño nombre de autohotel. El primero que vi estaba en la calzada Roosevelt y pensé: ¿esto es un hotel para autos o un hotel de autoservicio? ¡Mi gorda!
Me pregunto cuántos autohoteles existen en Guatemala, porque tengo la impresión de que están por todas partes. Me voy a Google y descubro 15 en la capital, algunos con nombres muy sugerentes como Blue Paradise o El Casanova.
Todos ofrecen más o menos lo mismo: TV de última tecnología (como si fueran a ver tele), garaje privado para vehículos de cualquier tamaño (supongo que, entre más grande el carro, más pequeño el miembro), yacusi, servicio de bar y restaurante y, por supuesto, seguridad las 24 horas del día (especial para aquellos paranoicos que creen que los pueden matar en una cogida).
Las tarifas van desde Q175 por cuatro horas o fracción (ni que fuera parqueo) hasta Q700 por el día. El Primavera Suites tiene tarifas matutina, regular, nocturna y diaria. Si quiere ahorrarse unos centavitos, lo mejor es mañanear (Q195). Contrario a la lógica, en este lugar, si reserva en línea, le sale más caro que si se presenta in situ y con urgencias. El argumento es que, para que usted disfrute sin contratiempos, ellos tienen que hacer esfuerzos logísticos, que implican un mayor costo.
Se ofrecen distintos paquetes: el exótico, el romántico, por cumpleaños o por aniversario. Cada uno incluye flores, velas de distintos colores, pétalos de rosa por la habitación, globos, serpentinas, banners y gorritos para la ocasión (pero solo de los que se colocan en la cabeza, desafortunadamente). También se pueden pedir fresas con crema, vinos, quesos y uvas. Por supuesto que todo esto le incrementa el precio.
El Omni se vende como «el más sexi de Guatemala». Aunque con una contradicción moral intrínseca (metido en el negocio del sexo extramatrimonial, pero no acepta parejas homosexuales). Andrés Zepeda mencionaba en una columna suya del año 2008 cómo un par de amigos fueron expulsados por empleados del Omni porque «el establecimiento no acepta que dos jóvenes [del mismo sexo] ocupen las habitaciones». Hace cuatro años de eso, así que espero que el negocio haya evolucionado, aunque sea solo por intereses puramente lucrativos.
El más sexi de Guatemala ofrece una variedad de estilos de habitaciones que van desde el oriental zen, el francés, el espacial (¡unbelievable!; ¡qué Guerra de las Galaxias ni qué ocho cuartos!), el romano, cama de agua o los espejos del príncipe (quitando lo de la realeza desfasada, este fue el que más me cautivó). Los precios, de $30 en adelante (por el rapidito).
¿Ya se dieron cuenta de lo onerosa que resulta la infidelidad? Aparte de estos autohoteles tenemos los regalitos, las cenas, los dirty weekends en algún lugar solitario, los viajes al extranjero, etc. Sin contar los costos al erario público para todos aquellos dignos funcionarios que necesitan satisfacer sus deseos más primarios.
Me pregunto si la causa de que todo esto sea tan costoso es que la infidelidad no es avalada por nuestra sociedad. Así que de pronto me veo fantaseando que la solución para la infidelidad es la misma que para el narcotráfico. Hay que legalizarla para que se termine el negocio.
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