Que el recurso humano de las instituciones es su activo más valioso es una frase repetida hasta la saciedad y no por eso menos cierta, pero al final son los diseños institucionales los que prevalecen sobre otros factores de éxito para recuperar instituciones. Y es que, recordando un mensaje de Mafalda, «no es cuestión de romper estructuras, sino de saber qué hacer con los pedazos».
La mayoría de las instituciones que administran temas estratégicos para el Estado deberían tener tres tipos de independencias: primero, deben ser independientes de los vaivenes de la política partidista; segundo, deben ser independientes técnicamente para poder diseñar las políticas públicas, ejecutarlas y desarrollar sus instrumentos; además, deben tener una independencia para acceder a su asignación presupuestaria sin mayores contratiempos.
No vale la pena reformar o rediseñar organizaciones en las cuales no se puedan alcanzar las tres independencias en un mayor grado. Y vale la pena hacer notar que, en este caso, el orden de los factores sí altera el producto. Si no se tienen los recursos financieros de manera oportuna para reclutar y retener al mejor talento, así como para cumplir en tiempo la planificación por objetivos, no se puede garantizar la independencia y la calidad técnica.
De la misma manera, al verse imposibilitados de cumplir con los objetivos fijados en una planificación seria, el vacío técnico abre las posibilidades para el tiburoneo político de las instituciones. De esa manera, entonces, se cierra el círculo perverso, y la falta de recursos, sin resultados técnicos que permitan alcanzar objetivos de desarrollo e interés nacional, debilita la institucionalidad y la convierte en botín eleccionario.
Una vez cerrado el círculo perverso, las instituciones son asaltadas por las hordas poselectorales y, cuando por su carácter no se convierten en reductos de mafias, languidecen en la inoperancia y la taradez que dan mala fama al sector público. Las tres independencias permiten evitar los círculos perversos, pero el orden de los factores, como dijimos aquí, sí altera el producto. O sea que urge crear un sistema de servicio civil superior cualitativamente al que ahora tenemos, pero para eso, primero, se deberá modificar la legislación que rige para lo electoral y para los partidos políticos.
No diseñe ni reforme una institución si no puede dotarla de esas tres independencias. No vale la pena echarla a andar.
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