La sociología ha demostrado que tal "desorganización" se produce, por ejemplo, en situaciones de cambio o transición de reglas, en las que las antiguas normas pierden vigencia y las nuevas no han logrado alcanzar arraigo. Sin embargo, lo paradójico del caso guatemalteco es que tal "desorganización moral" se produce no por la falta o transición de una regla a la otra, sino por la estructura particular con la que se aprueban las normas legales. Por eso hablamos de anomia regulada.
En un evento reciente, por ejemplo, un representante de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Guatemala mencionaba que nuestro país no tiene mucho que envidiarle a los países más avanzados en el mundo, ya que ha ratificado todos los tratados de Derechos Humanos; lamentablemente, muy pocos de èstos se cumplen en realidad. Si analizamos mucha de la normativa vigente, veremos que la situación es similar: muchas leyes, simplemente, nadie las cumple.
Para muestra dos botones: circule por el Periférico a cualquier hora, y fíjese cuantos vehículos van a la velocidad "máxima" permitida (que es 70 hm/h). O note cuánta basura se acumula justo en los rótulos que rezan "Prohibido botar basura"; ¡descubrirá asombrado lo fácil que es para ésta sociedad el infringir la ley con tanta naturalidad!
Lo más extraño de todo es que pese a que todos saben que la ley está hecha para que se cumpla cuando los sectores en el poder así lo decidan (la discrecionalidad política), todos los sectores quieren que se apruebe la ley a la medida de cada sector. Si no, vean a los defensores de la Ley de Desarrollo Integral, o a los que persiguen la aprobación de las "leyes antimaras", o una larga lista de sectores que buscan la aprobación de sus respectivas leyes.
Otro "truco" es que muchas leyes se aprueban, pero nunca se sancionan sus respectivos reglamentos o no se adjudican suficientes fondos ni se asegura adecuadamente la institucionalidad responsable de la misma. Ejemplo de lo primero es la Ley del Sistema Penitenciario, y de lo segundo, la trilogía de las leyes de Descentralización.
La anomia en Guatemala, por lo tanto, no se debe la falta de reglas, sino a la particular forma en la que se aprueban: llenas de vacíos y contradicciones, o sin reglamentos, recursos o rectoría institucional para hacerlas viables. Por eso, luego duermen el "sueño" de los justos.
El desorden y la inamovilidad la garantiza la maraña de leyes que nadie realmente quiere hacer cumplir, excepto, claro está, cuando a un sector en particular le interesa hacerla valer y hace presión política para que se aplique.
La noción de anomia regulada viene también al caso por la reciente absolución en el caso de Alfonso Portillo: los medios de comunicación han hecho público un video en donde hay evidencia de que el abogado de Portillo tenía supuestas relaciones de amistad y trabajo con el esposo de una de las juezas que llevaba el caso, por lo que existe la duda razonable de tráfico de influencias.
De hecho, ese es el modus operandi de la anomia: la lealtad de los actores no está anclada a las reglas impersonales ni a los valores universales de la utopía, como la justicia, la libertad, el amor a la patria, sino a los intereses particulares y a la lealtad personal entre los sujetos, por lo que es común que cada vez que buscamos trabajo o hacemos una gestión en alguna institución pública o privada, primero busquemos al contacto personal que tenemos, porque solo de esa forma alcanzaremos nuestro objetivo con más facilidad. Si fuera el caso, esa es la explicación no oficial de porqué se absuelve a Alfonso Portillo, con todas las consecuencias sociales y políticas que esto trae.
Solo cuando se entiende el mecanismo informal sobre el que descansa la institucionalidad pública guatemalteca es que se comprende también la magnitud y la complejidad del problema de la justicia en Guatemala: las instituciones están atrapadas en una maraña de intereses cautivos que difícilmente salen a luz, pero que operan silenciosamente en todos los niveles de la administración pública.
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