La campaña, la cual se reflejó en mupis alrededor de la ciudad, presentaba a un joven homosexual, a una mujer trabajadora del sexo, a una transexual y a una mujer viviendo con VIH. Poco tardó para que un sector de la sociedad guatemalteca saltara a la defensa de los valores, la moral y el bienestar mental de nuestra niñez y juventud.
Las redes sociales y las opiniones en medios escritos no dejaron de conmoverme, especialmente porque provenían de aquellos que se hacen llamar ciuda...
La campaña, la cual se reflejó en mupis alrededor de la ciudad, presentaba a un joven homosexual, a una mujer trabajadora del sexo, a una transexual y a una mujer viviendo con VIH. Poco tardó para que un sector de la sociedad guatemalteca saltara a la defensa de los valores, la moral y el bienestar mental de nuestra niñez y juventud.
Las redes sociales y las opiniones en medios escritos no dejaron de conmoverme, especialmente porque provenían de aquellos que se hacen llamar ciudadanos de bien. Mujeres con Biblia en mano declaraban, a través de los medios sociales, la homosexualidad como una aberración y una enfermedad que con la debida atención es curada; padres de familia expresaban su indignación por una publicidad que promueve la desviación sexual y el matrimonio gay; y tanto hombres como mujeres manifestaban su estado de preocupación porque los mupis fomentaban conductas antinaturales en sus hijos. Con esto en mente, tuve que acudir de nuevo a revisar los artes de la campaña, ya que no recordaba que esta promoviera el matrimonio entre homosexuales, la pérdida de los valores o la desviación sexual. En efecto, la campaña no promovía nada de lo anterior. Sin embargo, los guatemaltecos nos dimos por aludidos.
Porque conozco el trabajo de la Fundación Fernando Iturbide, y también los principios y objetivos del Fondo Mundial e Hivos, entiendo el mensaje de la campaña. Sin embargo, esta tiene debilidades y, más que promover un mensaje de inclusión, ocasionó confusión. En mi opinión, provocó mayor estigma contra los grupos de la diversidad sexual y reforzó los tabúes que giran alrededor del VIH. Lo anterior se hizo evidente en las reacciones por parte de la sociedad civil. Las opiniones expresadas afirman una y otra vez lo lejos que estamos de conocer la tolerancia y el respeto, tan necesarios tanto para convivir en paz como para erradicar los niveles de estigma y discriminación no solo contra las poblaciones mencionadas en la campaña, sino contra todas aquellas conductas o decisiones que no comulgan con nuestros ideales. Malas noticias porque, entre más nos negamos a reconocer el problema, cualquier problema, más aumentamos su impacto.
Muchos dicen que Guatemala no estaba preparada para una campaña de esta índole. No es que importe porque al fin de cuentas nadie está listo para grandes cambios, especialmente aquellos que nos retan a pensar y a evolucionar como seres humanos. Sin embargo, la campaña no se mantuvo indiferente. Y si bien se hizo evidente el intento de censura por parte de varios sectores, también se hizo evidente la necesidad de reflexionar, afrontar y divulgar sobre lo que muchos han intentado mantener en silencio por conveniencia, miedos o convicciones.
Cuando vuelvo a leer las múltiples opiniones de padres de familia que reclamaban que esta campaña exponía a sus hijos a conductas inmorales fomentando la homosexualidad y la promiscuidad, me pregunto: ¿cuál es el verdadero objetivo de censurar esta campaña? Porque yo no recuerdo haber escuchado a mis padres discriminar a alguien por su inclinación sexual, así como tampoco recuerdo haber escogido la mía luego de haber sido expuesta al ejemplo de igualdad, respeto y tolerancia.
* Verónica Molina es licenciada en Ciencias Jurídicas, con una especialización en Ciencias Forenses. Ha trabajado en la Secretaría de Bienestar Social, en la Fundación Fernando Iturbide y en el Sistema de Orquestas de Guatemala.
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