Sin embargo, no estaba preparado para lo que encontré. Al inicio me topé con un grupo aletargado, pero acudí a mi número creciente de años de experiencia docente, procediendo a aguijonear a mi audiencia lanzándoles preguntas provocadoras sobre temas económicos controversiales. La táctica funcionó, y logré captar su atención.
Sin embargo, algo seguía mal. Aunque tenía su atención me resultó imposible lograr entablar un debate. En vez de una discusión, empecé a recibir una colección de reacciones a mis planteamientos, en la forma de declaraciones dogmáticas de alto perfil mediático: Guatemala es el país más endeudado, el gasto público es excesivo e innecesario, todo en el gobierno es corrupto e improductivo, pero sobre todo, Sandra Torres y “sus” programas sociales son los culpables de todas nuestras desgracias.
Para corregir el rumbo y lograr el debate como el que se esperaría de estudiantes de economía, lancé lo que había preparado para la charla. Les mostré que Guatemala no es el país más endeudado de la región, pero que sí corremos el riesgo que, de continuar como vamos, la deuda se vuelva un problema serio. Como pretendiendo una discusión enla JuntaMonetariao en el Gabinete Económico, les presenté una batería de indicadores de deuda para que intentaran respaldar sus aseveraciones.
Les recordé el rol de los programas sociales en el plan de gobierno de Otto Pérez, y que el programa “Mi Familia Progresa” sí ha cumplido sus objetivos, y que mucho de lo que se le critica tiene que ver con cosas que ese tipo de programas no pretende lograr. Por otro lado, les recordé que, contrario a lo que se dice, el programa sí ha sido evaluado, la más reciente una evaluación realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo. .
Y así en otros temas. Sin embargo, el intento de discutir con datos se despedazó ante una audiencia aferrada a sus percepciones, la mayoría motivadas por el discurso de campaña electoral. Quedé sorprendido cuando verifiqué que ninguno tenía idea alguna de la magnitud del Producto Interno Bruto de Guatemala, o los porcentajes de la población en condiciones de pobreza y pobreza extrema, los índices básicos de escolaridad, y solo algunos reconocieron que nuestro país tiene un problema de desnutrición infantil. Censuran algo que desconocen, y que claramente no entienden, menos experimentan.
Hubo incluso quienes ante la evidencia de las cifras, prefirieron descalificar los datos por mentirosos antes que aceptar la posibilidad de reconocer que sus percepciones puedan no corresponder a la realidad. Aun cuando no tienen respaldo alguno, simplemente alguien “autorizado” dice algo, y ellos lo asumen y defienden dogmáticamente.
Este menosprecio a un debate mínimamente serio, que requiere datos e indicadores elementales para el análisis económico, revela una visión profundamente egocéntrica para analizar un fenómeno social y naturalmente colectivo como es la economía. Una visión en la que si no me interesa algo o no es como yo quiero que sea, entonces no puede ni debe ser.
Me queda la esperanza que esté haciendo una generalización inválida.
Al final de la charla, con una carga oficiosa y de fastidio, me preguntaron “mire, ¿y entonces cuál es la tarea que hay que hacer para esto?” Sentí una angustia profunda al ver que los futuros ministros y altos funcionarios de Estado no ven que su tarea no es la de una clase en la universidad, sino una tarea que nos afecta a todos.
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