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El día en que Fermín Solano fue el teniente David

Los testimonios más contundentes para responsabilizar a Solano no vendrán de oficiales de Inteligencia Militar, como el general retirado Quilo Ayuso, ni de forenses o técnicos del Ministerio Público; los señalamientos más serios los harán sus antiguos compañeros de lucha, exintegrantes de ORPA.
“Nunca manejé situaciones de poder, no estuve implicado en situaciones que violentaran la vida humana”, se defendió Fermín ante el tribunal al alegar su inocencia.
Fermín Solano Barillas negó ser el "comandante David". Era maestro de educación primaria antes de ser juzgado.
El Ministerio Público pidió, en un principio, 690 años de prisión para Solano Barillas.
El Tribunal de Sentencia de Chimaltenango, presidido por el juez Wálter Jiménez, condenó a 90 años de cárcel a Fermín Felipe Solano Barillas por la masacre de 22 personas en El Aguacate, San Andrés Itzapa, Chimaltenango, en 1988.
La condena contra Solanofue de 90 años. Sesenta corresponden al delito de asesinato en forma continuada y 30 por crímenes contra la humanidad.
La familia de Fermín Solano Barillas oraba para que recuperar su libertad.
Fermín Solano Barillas se declaró inocente de los hechos que se le imputaron.
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El día en que Fermín Solano fue el teniente David

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El exguerrillero Fermín Felipe Solano Barrillas fue condenado por el Tribunal de Sentencia de Chimaltenango a 90 años de prisión por su responsabilidad en la masacre de la aldea El Aguacate, ocurrida en 1988. La muerte de 22 campesinos fue adjudicada a Solano, conocido en esa época como el teniente David. Esta es la primera condena a un integrante de la guerrilla por crímenes cometidos durante la guerra.

Impasible, sereno, con las manos cruzadas sobre la mesa, enfundado en viejo suéter negro y una camisa blanca, Fermín Felipe Solano Barillas, a quien le han sido retirados los anteojos, escucha como su abogado da los argumentos finales ante el tribunal en un intento para separarlo del nombre de guerra que finalmente lo condenará: David.

Es el jueves 3 de julio y el acusado aguarda mientras escucha los alegatos de su representante en el salón del juzgado de Chimaltenango. Ha pasado poco más de un año y dos meses desde la detención de Solano, el 3 de julio de 2013, en la escuela Gabriel Arriola Porres, en la colonia Quinta Samayoa, de la zona 7 capitalina.

La figura del apacible profesor de escuela primaria, detenido una mañana mientras impartía clases, no ha variado en ese tiempo.

Cuesta asociar al maestro de mediana edad, cabello escaso y rostro redondo con la imagen del teniente guerrillero que ordenó a sangre fría el asesinato de 22 personas. Cuesta imaginar que el mismo profesor que subía a su cuenta de Facebook fotografías de sus alumnos mientras preparan manualidades para el día del carnaval sea el teniente David, un oficial de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) que reportó a sus superiores que había tomado la “decisión necesaria” de ejecutar a una veintena de personas para evitar ser detectado mientras realizada una exploración junto a su patrulla.

Cuesta ver en el acusado, según lo señalan los testimonios de sus jefes en la organización, al oficial disciplinado pero “ofuscado” con más de tres años de experiencia en guerra de guerrillas para ese momento, que describe el líder de ese frente guerrillero, Luis Antonio Santa Cruz Mendoza, en ese tiempo capitán Santiago.

Y es en este punto donde la defensa intentó hacer mella. Santa Cruz Mendoza responsabiliza de la masacre de El Aguacate a un teniente David que recibió la orden de realizar una exploración con una patrulla de diez hombres en la montaña El Soco en San Andrés Itzapa, Chimaltenango, un área densa en vegetación que formaba parte del campo de operaciones del Frente Javier Tambriz de ORPA.

Pero Santa Cruz no pudo identificar a Fermín Solano como el teniente David y aseguró que no tuvo comunicación radial con él como para tomar una decisión sobre los hechos.

Todos los demás testimonios, desde el inmediato superior Jaime Aurelio Tun Luch (capitán Hernán), Luis Antonio Santa Cruz Mendoza (comandante Santiago), Pedro Palma Lau (comandante Pancho) y el mismo comandante en jefe de ORPA, Rodrigo Asturias (comandante Gaspar Ilom), en una entrevista de 1999, coincidirán en señalar al teniente David como responsable de la matanza. Ninguno negará los hechos, pero ninguno aceptara responsabilidad en la cadena de mando.

La pregunta que definirá el proceso es: ¿Quién es el teniente David?

El nombre del culpable

De vuelta al juzgado vemos a Solano escuchar con la misma impasibilidad con que atendía a su defensor las conclusiones del fiscal, Lázaro López, que lo acusa de una de las más sangrientas acciones cometidas por la guerrilla en contra de la población civil durante el conflicto armado. Una a una López enumera los testimonios que señalan directa o indirectamente a Solano como el principal responsable. Los testimonios más contundentes no vendrán de oficiales de Inteligencia Militar, como el general retirado Quilo Ayuso, ni de forenses o técnicos del Ministerio Público; los señalamientos más serios los harán sus antiguos compañeros de lucha, exintegrantes de ORPA.

La sala del juzgado, de una veintena de metros de largo, una decena de ancho y un techo bajo, reúne a medio centenar de personas entre observadores de organismos internacionales, activistas sociales de distinta índole, guardias del sistema penitenciario y periodistas. En las filas del fondo aguardan la esposa de Fermín Solano, María Dolores Can Siquinajay, y uno de sus dos hermanos, Néstor Solano. Esperan con los labios apretados mientras la Fiscalía hace un recuento de los testimonios adversos a su familiar.

Ascendiendo en la cadena de mando el primer mencionado es Jaime Aurelio Tun Luch (capitán Hernán), un oficial de confianza de Palma Lau en ORPA, que luego de la firma de los Acuerdos de Paz, trabajó en la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (SAAS), encargada de la seguridad del presidente, durante el gobierno de Alfonso Portillo, y después también durante el gobierno de Álvaro Colom. De Tun Luch la defensa asegurará, además, que es asesor en el Ministerio de Gobernación, donde también labora Palma Lau.

El capitán Hernán dice que el teniente David es el único responsable de la masacre, y que el verdadero nombre de David es Fermín Felipe Solano Barillas. Que lo ha reconocido como tal, después de su captura.

Pedro Palma Lau (comandante Pancho) también lo señalará como el responsable. Aunque durante el juicio aseguró que solo lo conoció por ocho meses, hace 26 años, en su testimonio no dudó en reconocerlo. El comandante Pancho también puso distancia entre él y el hecho, adujo que estaba en México por razones de salud cuando ocurrió la matanza, y no dirigía el Frente en ese momento.

Se cita al mismo comandante en jefe, Rodrigo Asturias, en una entrevista donde señala como responsable de la masacre a un teniente David que no identifica.

Entrecerrando los ojos detrás de unos lentes cuadrados, el abogado defensor, Julio Pérez Hernández, enumerará en sus conclusiones las preguntas para las que no tiene respuesta y que buscaron de manera infructuosa generar una duda razonable en el tribunal: ¿De dónde viene la vinculación de Fermín Solano como el teniente David?, ¿cuáles son las fuentes originales del Ministerio Público para iniciar la investigación, cuando en la acusación previa que data de 1990 no se le menciona?

“En la fecha en la cual fue detenido el acusado, el 2 de mayo, solo se conocían el seudónimo de David: el responsable pudo llamarse Hernán, Pablo, Ana, Gaspar… En otras palabras puede ser cualquiera porque no hay evidencia que muestre con certeza que es Fermín Solano Barillas. Pero lo más fácil para los implicados de ORPA es que alguien, que no sea de ellos, sea procesado por un acto del cual ellos tienen la culpa o mucha responsabilidad. Por lo pronto la historia de hoy es que Fermín Solano está en juicio, pero no hay evidencia objetiva de que es responsable”, dijo el litigante.

Este argumento no pesó para el tribunal que preside el juez Walter Jiménez Texaj.

Ángel Sánchez, secretario general de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), asegura que el ahora partido político que aglutinó a los movimientos insurgentes, incluyendo ORPA, a partir de 1982, no se opone a juicios sobre crímenes de lesa humanidad como el juzgado en el caso de la masacre de El Aguacate.

La Ley de Reconciliación Nacional, que la exguerrilla suscribió durante las negociaciones por la paz, dice, contempla que estos delitos no prescriben y que lo tanto deben de ser juzgados.

“El problema fundamental de nuestro sistema de justicia son aquellas personas que no tienen suficiente capacidad de acceso a la misma, en algunos casos si el mismo hecho fuera colocado en la misma situación, hay quienes gozan de impunidad”, aseguro Sánchez.

La dirigencia de la URNG, agregó, está clara que las investigaciones por este caso no abarcaran a líderes guerrilleros.

“¿A quién van a investigar? Está claro en el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico quien fue el responsable”, aseguró.

La tercer condena

Enfrentar un tribunal, aguardar una sentencia, esperar que la decisión de un tercero determine sobre su futuro parece ser algo extrañamente familiar para Fermín Solano. Según Nestor, su hermano, la primera vez que éste enfrentó una acusación fue a los 24 años, en 1982.

Juntos habían comenzado a interesarse en movimientos de jóvenes católicos en 1979. Realizaban obras de teatro en un grupo juvenil originario de la colonia El Milagro, de la zona 6 Mixco. Juntos participaron en montajes de obras de Manuel Galich, obras de crítica social que eran vedadas en la época por ser consideradas subversivas. Romper la cuarta pared, acercar al público problemas sociales era un riesgo admite Nestor.

Una mañana, agentes de la policía judicial allanaron su casa en Mixco y se llevan a Fermín y su a abuela. La anciana fue liberada, pero Fermín no. Tiempo después relató a su hermano que fue llevado a juzgado de Fuero Especial, establecidos durante el gobierno de facto Efraín Ríos Montt, y condenado a muerte.

Pero para Fermín hubo otra oportunidad tras una espera de algunos meses.

El ministro de Defensa de Ríos Montt, el general Óscar Humberto Mejía Víctores, lo derroca por medio de un Golpe de Estado, y Solano, según su hermano, se libró del paredón y recuperó su libertad.

Sus caminos se bifurcaron, Nestor asegura que Fermín salió como refugiado en 1984 a México y regresó a Guatemala hasta 1995. Como parte de la defensa presentaron un carné de refugiado de ACNUR de esa época. Esta prueba no fue  tomada en cuenta como concluyente por el tribunal.

La segunda muerte, esta vez para el teniente David, vendrá luego de la masacre de El Aguacate en 1988. Según Santa Cruz, por aquel entonces conocido como capitán Santiago y luego como comandante Santiago, tras la matanza se informó al máximo dirigente, Gaspar Ilom (Rodrigo Asturias), de los hechos y éste ordenó el ajusticiamiento de David. 

Pero una vez más su condena fue postergada.

Santa Cruz informa al alto mando que no acatará la orden, que eliminar a un compañero dañará la ya maltrecha moral del frente, que incluso algunos en la organización consideran que David tomó una difícil, pero necesaria decisión. Santa Cruz decide perdonarlo degradándolo a combatiente y quitándole su arma por un tiempo. Del otro lado de la línea en la comandancia reinó el silencio, no hubo otra orden pidiendo su ejecución.

El teniente David aguardó tres años más en la organización en un periodo de continuos repliegues y carencias, hasta que finalmente dejó el movimiento en 1991, según Santa Cruz, y se reintegró a tareas de atención a refugiados en México en 1992.

Al parecer los destinos de Fermín Solano y el teniente David están marcados por la espera. Por la decisión postergada de un tribunal o una comandancia, por los aplazamientos.

El jueves 3 a las 11:32 horas el presidente del Tribunal, el juez Jiménez, decide luego de que se escuchara las conclusiones de la defensa y la Fiscalía posponer la sentencia para el día siguiente a las 8:15 horas.

Los destinos de Solano y el teniente David están llamados a unirse el viernes 4.

Esa mañana el acusado rompe el silencio mantenido ante el tribunal, manifiesta que es inocente y pide su libertad. Asegura que nunca uso armas de fuego. “Nunca manejé situaciones de poder, no estuve implicado en situaciones que violentaran la vida humana”. Luce ahora una camisa gris y pantalones negros, sus manos reposan sobre la mesa y hay en sus maneras las formas del profesor.

Una vez más el tribunal pospone el anuncio de la decisión, en esta ocasión a las 15:00 horas. Solano aguardara en un camión del Sistema Penitenciario el resto de la mañana hasta la hora fijada. La caja metálica azul con apenas unas rendijas en la parte superior será la última antesala del acusado, allí verá pasar las horas junto a otros acusados, en su mayoría jóvenes procesados por delitos asociados con pandillas mientras los guardias escuchan en la radio del vehículo los partidos del mundial, Alemania-Francia, Brasil-Colombia…

Cuando finalmente el tribunal comienza a leer la sentencia una simple frase denota la condena: “David, el ahora acusado Fermín Solano…” El círculo se ha completado, Fermín Solano es identificado como el teniente David; es responsabilizado por la muerte de 22 campesinos; es encontrado culpable de 22 cargos de asesinato y de delitos contra los deberes de la humanidad. Es sentenciado a 90 años de prisión.

A falta de que la defensa apele el 11 de junio se espera que sea leído la totalidad del fallo, no hay familiares de víctimas presentes que celebren, ni llantos entre la familia de Solano, que rezaban antes de la sentencia, y ahora solo ven salir esposado de la sala al hombre que ellos conocen como Fermín y que el juzgado identificó como el teniente David.

Para que la justicia alcance a todos los responsables de esta matanza, en su fallo el tribunal recomendó al Ministerio Público continuar con las investigaciones para determinar si los superiores de David dentro de ORPA tuvieron responsabilidad en los hechos.

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