Decidí volver a repasar Hombres de Maíz, a mi juicio, la mejor obra de Miguel Ángel Asturias. La razón de la escogencia fue la necesidad de adentrarme una vez más en esa mitología asturiana que linda entre lo ladino y lo indígena y que permite al lector, —sabiendo introducirse—, conocer mejor el eterno conflicto guatemalteco: La discrepancia entre un grupo vulgar que lucha por mantenerse hegemónico y muchas culturas que se resisten.
Busqué en mi biblioteca la versión que publicó Editorial Piedra Santa en 1999 y casualmente abrí el libro a la altura de la página 40. Resaltó a mi vista el diálogo entre Tomás Machojón y el chico de los maizales que lleva de la mano a Machojón para contemplar los espantajos que cuidan el milperío. «¡Chis ñasco!», fue la expresión del pequeño cuando Tomás Machojón le sugirió al patojo oler el fundillo del espantapájaros.
Retrotraje entonces la primera noxa: La sanción impuesta a la señora Jueza Yassmin Barrios por el Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala. Afortunadamente, el día 30 se notició que la Asamblea de Presidentes de Colegios Profesionales había dejado sin efecto semejante decisión. «¡Chis ñasco!», me dije pensando en la sanción y luego cavilé: «Ojalá, a corto plazo, los órganos jurisdiccionales diriman si hubo o no comisión de delito en la imposición de tamaña pena que muchos abogados percibieron como un exceso».
La segunda noxa: Enterarme que la Comisión de Postulación dejó fuera de la nómina de candidatos a Fiscal a la Dra. Claudia Paz y Paz, a pesar de ser la segunda postulante mejor calificada. De tal manera, colijo, si hemos de pensar como ellos, en las escuelas, colegios, universidades, etc., habrá que determinar quiénes son los alumnos coleros para premiarlos con un Magna Cum Laude. «¡Chis ñasco!», volví a pensar, y recordé que «en Hombres de Maíz, Miguel Ángel Asturias sitúa la confrontación entre el ladino y el indígena en un entorno que se decanta entre lo mágico y lo real». Ajá, ¿no es acaso esa conflictividad la que, trasladada al aquí y ahora de Guatemala, nos sigue partiendo no en dos sino en veinte? Sólo que ahora, hay menos mitos y más realidad.
Mi respeto y reconocimiento para los señores Decanos: Rolando Escobar Menaldo, de la Universidad Rafael Landívar; Avidán Ortiz, de la Universidad de San Carlos; y Alfredo Cabrera, de la Universidad Da Vinci. También, al ilustre abogado, Presidente de la Corte Suprema de Justicia y de la Postuladora, José Arturo Sierra. Mientras haya personas como ellos, habrá esperanza. Motivo de orgullo serán para sus hijas, hijos y descendientes porque, la memoria histórica guarda celosamente la imagen de los personajes tal cual fueron. Los cuatro votaron por la Dra. Paz y Paz.
Como si lo anterior hubiese sido poco, para terminar de jorobarnos a los guatemaltecos y guatemaltecas, cayó como un chaparrón la tercera noxa: El hijo de la vicepresidenta Roxana Baldetti, —llamado Luis Pedro—, provocó un incidente en El Vaticano que fue calificado como falta al protocolo diplomático. Demás está reseñarlo porque la noticia del vergonzoso hecho ya le dio la vuelta al mundo. La toma de la dichosa foto en el momento menos adecuado nos colocó en un soberano ridículo internacional. «¡Chis ñasco!», reiteré.
Ante tales noxas decidí sumergirme en Gaspar Ilóm, el primer relato que, según doña Margarita Carrera en el Estudio Preliminar de la novela: «Se inicia en un tono eminentemente poético en donde los sonidos de las palabras, sus luces y sombras, sus metáforas, sus imágenes, sus reiteraciones, lo elevan al canto: “El Gaspar Ilóm deja que a la tierra de Ilóm le roben el sueño de los ojos… El Gaspar Ilóm deja que a la tierra de Ilóm le chamusquen la ramazón de las pestañas con las quemas que ponen la luna color de hormiga vieja”». Y así, me zambullí en el realismo mágico de Asturias, «uno de los grandes brujos de las luciérnagas» según la escritora citada.
Me quedó para la tarde del domingo Fez, la andaluza, de Enrique Gómez Carrillo, una deliciosa crónica regalo de mi hija mayor. Aprendí de Gómez Carrillo, a través de la reseña de Abdelmouneim Bounou, que: «La virtud más necesaria es la paciencia».
Y, vaya si no necesitamos de mucha paciencia para hacer frente a todo lo que nos llama a rememorar el ¡Chis, ñasco!, de aquel patojo quien, para observar el espantapájaros, se hace acompañar de Tomás Machojón en Hombres de Maíz.
Dios nos la sobreabunde porque las noxas (causales de menoscabo biológico, psíquico, social o cultural) provocadas por nuestros funcionarios, son el día a día en Guatemala
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