Él no conoce el mundo del nombre. Alguien le llamó alguna vez bombero por el casco, a veces blanco, azul, ahora amarillo, que lleva puesto.
Deambula en las bulliciosas calles de la ciudad, sin embargo, vive en un silencio infinito, y lo acoge la soledad.
Sobrevive en la calle. Ahí se acuesta, duerme y despierta. El hambre, el frío y sus sentimientos se transmiten en silencio. No se atreve a pedir dinero. Prefiere ganarlo cuidando carros. Si no tiene los cinco quetzales para paga...
Él no conoce el mundo del nombre. Alguien le llamó alguna vez bombero por el casco, a veces blanco, azul, ahora amarillo, que lleva puesto.
Deambula en las bulliciosas calles de la ciudad, sin embargo, vive en un silencio infinito, y lo acoge la soledad.
Sobrevive en la calle. Ahí se acuesta, duerme y despierta. El hambre, el frío y sus sentimientos se transmiten en silencio. No se atreve a pedir dinero. Prefiere ganarlo cuidando carros. Si no tiene los cinco quetzales para pagarle a doña Carmen no se asoma al comedor. Y come ahí una vez al día. Ella lo vio por primera vez hace más de veinte años, y en ese tiempo no hubo alguien que supiera más de lo que ella sabe hoy de él: vive y creció en la calle, conserva con él varios costales que lleva consigo a cualquier lugar que se desplaza. No entra al comedor si hay algún comensal, le gusta comer sólo. Y prefiere el café.
No hay quien conozca su nombre, y dudan si tiene alguno. Mucho menos se preguntan la historia que precedió cuando tomaron consciencia de su existencia, quizá porque en el fondo saben que no encontrarán respuesta.
Doña Karen se aventura en asegurar que lo abandonaron, es la conclusión a la que prefiere llegar luego de buscar y no encontrar otra explicación.
Siempre carga su bolsa de cuero, no la abandona, y no hay quien se atreva a aventurarse y ver lo que ahí guarda. Es su secreto. ¿Qué guarda ahí? ¿Cómo son sus pensamientos? ¿Se pregunta algo? ¿Qué siente, y cómo se lo explica? ¿Es diferente su silencio al que conocemos? ¿Cómo lleva la relación con su soledad?
“No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices”, escribió Mario Benedetti. Así el bombero, cuando se le ve a los ojos no espera demasiado y sonríe.