A unos les suena como intervención extranjera que vulnera nuestra soberanía y esas cosas. Por ello, la idea de la CICIG es que no se debería dedicar a todo, sino concentrarse en los casos de impunidad en los que los guatemaltecos somos manifiestamente incapaces de resolver, y que si realmente queremos la solución, pues debemos buscar ayuda internacional. Pero efectiva.
El creciente deterioro de la situación de la aduanas es un ejemplo perfectamente ajustado al rol de la CICIG. Para todos es muy claro que el rumbo la administración aduanera actual no es un esfuerzo por la transparencia y el combate a la corrupción.
Como primera línea para enfrentar esta situación, por supuesto, están las autoridades en los Poderes del Estado. Pero ha sido el propio Ejecutivo el que reconoce que la corrupción en las aduanas es cabalgante, y confirmamos a diario la ineficacia del Ministerio Público y la disfuncionalidad crónica del Organismo Judicial. Es decir nuestras capacidades para resolver un problema como el que aqueja al sistema aduanero están en verdaderos “trapos de cucaracha”.
Y es que no es poca cosa. ¿Qué tipo de cosas hacen que el problema del sistema de aduanas esté en una crisis tan grave? “Secretos” a gritos alertan sobre intereses del narcotráfico, en el sentido que vía defraudación aduanera se abarata el tráfico internacional de precursores químicos y demás insumos para su muy lucrativo negocio. Algo similar con el tráfico de personas, para el cual no sólo se busca una frontera porosa o un control migratorio falseado, sino también pasar por una aduana un contenedor repleto de migrantes, en condiciones infrahumanas. Sea cual sea el negocio, estamos hablando de muchísima plata.
Y donde hay muchísima plata, hay poder. Usualmente, con demasiada frecuencia, ilícito e ilegítimo. Y por eso, naturalmente, la disputa encarnizada por controlar las aduanas. Disputa a veces pública y hasta circense, y otras lúgubre y hasta violenta. Un caldo de cultivo idóneo para estructuras mafiosas y criminales que incrementan sus cuotas de poder. Una cuota de poder que resulta avasallante cuando recordamos los “trapos de cucaracha” en los que se encuentra nuestro sistema de administración de justicia…
¿Acaso en estos párrafos no he descrito el tipo justo de situación para la cual la CICIG fue creada? Aún para los detractores más encendidos, reconocen que nuestras capacidades no están a la altura que la solución que el problema requiere, y queda discutir si es con o sin la CICIG, ya que quedarse con lo que tenemos no funciona.
A ver, si la CICIG ya está, nos guste o no, ¿no sería mejor exigirle que haga el trabajo que se supone debe hacer? El cambio de comisionado es una oportunidad inmejorable para que la CICIG renueve su compromiso y aporte. No hay que esforzarse mucho para convencer que el problema de las aduanas es una tarea para la cual se creó e instaló esa comisión.
Una acción efectiva de la CICIG en las aduanas generaría ganadores, y me temo sus detractores serían solamente los ubicados en posiciones radicales. Gana el sector privado, porque sería un gran paso adelante en el combate al contrabando y la defraudación aduanera. Gana el gobierno porque recuperarían recursos fiscales que necesita con urgencia. Gana la ciudadanía en general porque habría castigo ejemplar para la corrupción y el gobierno tendría recursos para cumplir sus obligaciones.
En vez de cerrarla, exijamos que la CICIG haga su trabajo. Entonces, ¿qué tal empezar por aduanas?
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