Aludo a ello porque este gobierno de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti pareciera como necesitado de hacer historia a base de estulticia. A mi juicio, Pérez y Baldetti podrían ya solicitar un doctorado honoris causa en insensatez.
No hay día, ni uno solo, en que no salgan con una gansada digna de Los tres chiflados y entre las zancas nos lleven de por medio a los guatemaltecos, quienes no cesamos de hacer de payasos a nivel internacional.
Han tenido estulticias variopintas, pero las últimas, las de la fórmula mágica para limpiar el lago de Amatitlán y las mojarras a las que fuimos convidados a comer para fin de año, rebasaron cualquier límite de irracionalidad. No se comparan ni con las bufonadas de Miguel Ydígoras Fuentes ni con las torpezas de Romeo Lucas García.
Lamentablemente (no repetiré la palabra seis veces), los guatemaltecos nos decantamos por la broma y el chiste. En el entretanto se va olvidando el meollo de los asuntos. No nos percatamos de las consecuencias ad intra y ad extra que nos dejan y marcamos así un rumbo incierto tanto para el Estado como para nuestras futuras generaciones.
Revisemos dos secuelas que ya están dejando huella.
Ad intra. Las faltas de respeto evidenciadas en las redes sociales hacia el mandatario y la vicemandataria son descomunales. Nunca en mis 61 años de vida había visto tanta barbaridad vertida sobre la Presidencia y la Vicepresidencia de la República. Sintomatología franca de un Estado casi fallido. Malo, muy malo. A cada dislate de ellos se responde con insultos, y la vulgaridad se enseñorea del pensamiento y del lenguaje de las personas. Y la vulgaridad corroe. Se obnubila así la capacidad de juicio y nos volvemos hombre masa, mujer masa, coléricos sin razonamiento.
Ad extra. Nos han colocado ya ante el concierto de naciones como una masa poblacional mangoneada, irrespetada, sin capacidad de reacción más que para hacer chiste de todo lo que nos pasa y en un estado de indefensión tal que se precisa de organismos internacionales para resolver nuestros problemas internos. Encima de ello, nos hacen parecer ignorantes que —reiterativamente— necesitamos de una comunidad de científicos extranjeros para hacer entender a nuestros mandatarios lo equivocados que están. A los nuestros no se les pone atención como no sea a través de un recurso judicial.
Así las cosas, hasta al embajador de Israel se pasaron jalando. De esta el diplomático no se libra fácilmente. Israel es un Estado que cuida mucho sus relaciones con Guatemala.
Es que, ¿a quién fregados se le puede ocurrir que con una formulita cuasi mágica se resolverá la contaminación que llega a través del río Villalobos?
Conste que tonterías como esa no son nuevas. En el año 2010 se colocaron en el lago de Atitlán cuatro oxigenadores que no funcionaron. Dicho lago sigue agonizando. Lentamente, pero agonizando. El surgimiento de las cianobacterias allá se debe al drenaje de aguas negras, a la construcción de carreteras aledañas y de urbanizaciones, al movimiento de tierras sin estudio de impacto ambiental y, principalmente, al excesivo uso de agroquímicos organofosforados, cuyos residuos son drenados al lago. Para que la bacteria se reproduzca tiene que alimentarse de fósforo.
El caso del lago de Amatitlán es mucho peor. Hay factores como el drenaje de residuos con metales pesados que ameritan mucha ciencia y paciencia para resolver el problema. Pretender echar una agüita milagrosa para disolver las toneladas de porquería que a diario le llegan es ridículo y jactancioso.
Ojalá los organismos jurisdiccionales hagan valer la ley. Este gobierno ya nos trasvasó de lo moral a lo inmoral, de lo justo a lo injusto. ¿Permitiremos acaso que nos trasvase de lo legal a lo ilegal? ¡Sería matar el Estado de derecho!
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