Existen bondades fundamentales en este proyecto, como el de ofrecer un permiso provisional a las personas indocumentadas, seguido por la residencia permanente y, eventualmente, una vía hacia la ciudadanía. Integra también las medidas otorgadas recientemente a los estudiantes bajo la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia.
Pero su espíritu y contenido principal, moldeado y acomodado a los intereses republicanos, es fundamentalmente restrictivo y punitivo, puesto que primero el gobierno debe garantizar la cuasi militarización de la frontera con México como prerrequisito de las demás medidas, a un costo de $46 billones. Para un partido que se alinea con la austeridad y objeta el papel intervencionista del gobierno, la factura no es ninguna bicoca. Además, para obtener los permisos mencionados, el camino hacia la llamada emancipación es sumamente empedrado y costoso sobre todo para las familias de bajos ingresos, con tarifas de $1,000 por cada uno de estos permisos; aunque eso sí, pagables en dos “cómodas” cuotas. Tampoco queda claro en la propuesta si los inmigrantes con status transitorio e incluso una vez residentes, podrán beneficiarse con las opciones y tarifas de seguro médico que empezarán a regir a partir de enero 2014.
Como sabemos, corresponde ahora a la Cámara de Representantes presentar su propuesta. Las predicciones de algunos analistas no son muy optimistas dada la reticencia de una cámara dominada por el Partido Republicano que sistemáticamente se opone a la reforma que maliciosamente catalogan de amnistía y se niega a ofrecer legitimidad al gobierno del presidente Obama. Sin embargo, algunos políticos esperarían que antes de que empiece el otoño, este país cuente con la primera reforma migratoria en más de dos décadas.
En mi opinión, tres escenarios se vislumbran en esta fase de la reforma migratoria: uno idealista, otro realista, y el auto-derrotista.
El idealista se refiere a que en el otro “Grupo de los ocho”, del lado de la Cámara de Representantes, surja un liderazgo parecido al de los senadores Schumer, Mc Cain y Graham, quienes lograron hacer lobby durante muchos meses (aparentemente en el gimnasio del Congreso) con otros líderes conservadores y ambiciosos como Marco Rubio para ir ganando adeptos y campeones de la legislación. Sería pues ideal que el liderazgo prominente de Nancy Pelosi y Luis Gutiérrez se ganaran el apoyo del líder del partido republicano John Boehner y del ultra conservador Ted Cruz para convencerles de la pertinencia política de esta medida -especialmente para el partido republicano- y que esta cámara aceptara la propuesta del Senado tal y como está, quizá con algunas enmiendas para mejorarla. Esto sería una jugada donde todos ganan.
Un escenario más realista apuntaría a que los representantes presenten su propia propuesta pero endurecida, con muchos más obstáculos y un tiempo mayor de demora para la autorización de los indocumentados, pero sin un camino hacia la ciudadanía. De esta forma, los republicanos mostrarían ante sus electores que aunque consideran la reforma migratoria importante para revitalizar la economía y tener mano de obra calificada y poco calificada para las industrias del país, no estarían dispuestos a ofrecer un camino por el que otros están supuestamente esperando al final de la fila. Como apuntaba en una columna anterior, este sería el catch-22 de la reforma, en que tanto los demócratas y los activistas, tendrían que quedarse con un mínimo a cambio de nada.
El auto-derrotista supone que en la Cámara de Representantes no se llevará a cabo ninguna discusión de reforma migratoria y no se obtendrán suficientes votos para debatir la propuesta con el Senado, con lo cual la reforma migratoria se pospondría, como fue en el 2007. Esto indudablemente atraería no sólo resultados políticos adversos para el partido en la oposición en las elecciones estatales a mediano plazo, y en las presidenciales del 2016. Incluso, como anunciaba el senador Schumer hace unos días, amenazaría con protestas ciudadanas como lo fue en la era de los derechos civiles en los años sesenta. Las protestas están al orden de día por doquier y la impaciencia y desilusión de la comunidad hispana se desbordarían.
En lo personal, dada la nueva configuración de fuerzas y aliados en este nuevo debate, todavía sostengo –so pena de desilusionarme- que se efectuará una reforma migratoria durante esta administración, la cual pasará a ser un legado del presidente Obama. Con ello se sellará una coalición perenne de las minorías a favor del partido demócrata. Al final, es esto lo que está en juego.
* http://www.prensalibre.com/opinion/paso-reforma_0_946705349.html
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