Acá en Guatemala nos hemos dedicado a mirar y admirar entre los paradigmas de desarrollo los modelos del sudeste asiático, de Chile y de los países Nórdicos. En su orden, la moda del modelo de apertura comercial venía acompañada por la popularidad de los “Tigres asiáticos” quienes con una producción masiva, economía liberada y manipulación de tipos de cambio inundaban el mundo con mercancías y al mismo tiempo abrían su mercado de alto nivel de consumo a los demás países; hasta que se enfrentan al efecto de rebote de las siempre ilusorias medidas monetarias.
El caso chileno enamora por lo cercano y por la estructura tan parecida de la oferta exportable y el modelo extractivo, acá es casi pecado para un sector el cuestionar que este paradigma de desarrollo es un poco menos que perfecto; pero pocos reparan en que sus buenos resultados económicos y sociales no logran superar altos índices de desigualdad, muy altos desde el momento que es de los más desiguales en Latinoamérica, que es la región más desigual del planeta.
El modelo de los países Nórdicos es el ideal para el otro gran grupo de pensadores y generadores de opinión en nuestro medio, con resultados desde cualquier punto de vista envidiables también en lo económico pero sobre todo en lo social. He de reconocer que encuentro algo que ya quisiera tener por este trópico: un Estado fuerte y eficiente, con gobiernos honestos y transparentes, constituidos a partir de un servicio civil meritocrático. Si se consigue un Gobierno que acabe con la corrupción y los intereses creados estaríamos muy cerca de este modelo que combina el Estado de bienestar con mecanismos de mercado; entonces sólo nos faltaría abordar un tema: ¿funcionará el modelo con tasas de crecimiento poblacional como las nuestras?
Quizás de los tres paradigmas y de otras muchas experiencias deberíamos aprender y simplificar, especialmente hacia dónde debemos dirigir las inversiones: a los seres humanos y a los recursos naturales, colocando como principal resultado a obtener en el mediano plazo el superar los altos índices de desigualdad.
No olvidemos que con estas condiciones de desigualdad, todo indicador puramente económico es inútil y además mentiroso si lleva la terminación “per cápita”. Superar la desigualdad, no crecer por crecer ni acumular por acumular, como fin ultimo el bienestar y la preeminencia del ser humano y la naturaleza, luego cocinar a fuego lento si hace falta, ¡pero empezar ya!
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