De tal cuenta se metió a una lancha y desde Livingston, en aguas chapinas dicen, llamó al abogado, cuyas referencias no le llegaron del cielo para pedirle que lo representara. El profesional del derecho, experto en casos cuyos representados suelen tener mucha plata pero pocos visos de inocencia, le asesoró.
Primero, el informático se metió ilegalmente a Guatemala, sin cumplir con los requerimientos de ley. Segundo, ya en tierras chapinas pidió que se le otorgara asilo político por ser,...
De tal cuenta se metió a una lancha y desde Livingston, en aguas chapinas dicen, llamó al abogado, cuyas referencias no le llegaron del cielo para pedirle que lo representara. El profesional del derecho, experto en casos cuyos representados suelen tener mucha plata pero pocos visos de inocencia, le asesoró.
Primero, el informático se metió ilegalmente a Guatemala, sin cumplir con los requerimientos de ley. Segundo, ya en tierras chapinas pidió que se le otorgara asilo político por ser, dijo, perseguido en Belice, nación con la que se busca resolver por vía diplomática el diferendo territorial de límites.
No es casual este intento, sino más bien sospechoso. Es decir, ¿pretendía McAfee que Guatemala le diera asilo porque aún buscaba pleitos con Belice? Ese tiro le salió por la culata y le fue peor. El Gobierno declaró que no podía otorgarle el asilo por haber ingresado ilegalmente al país y salvó así la cara en el entramado internacional.
Pero, ¿por qué McAfee puso sus ojos en Guatemala y no en otro lugar? Al parecer, porque ha considerado que podía mantenerse aquí lejos de la justicia. Vio a este país no como un espacio para conocer su cultura milenaria, ni para apreciar sus volcanes, sus playas, sus ríos o sus lagos. Lo vio, en cambio, como el sitio para salir impune de la investigación y eventual sanción por su presunta responsabilidad en un delito grave.
Al fin de cuentas, nos vio como un paraíso de impunidad en donde podría contar, además, con abogados expertos en garantizarle ese estatuto. Por eso tampoco resulta casual que tenga como defensor a quien ha sido patrocinador de generales sindicados de delitos de lesa humanidad y de sindicados de encabezar carteles del narcotráfico.
Para bien de las autoridades, la primera reacción oficial ha sido distinta al propósito del exótico visitante y le han prendido por violar la ley migratoria. Muy posiblemente, cuando esta nota vea la luz, es probable que el creador del antivirus que lleva su nombre, ya esté de vuelta en Belice o por lo menos se encamine hacia la frontera. Es probable también que la maniobra de su abogado -declararlo enfermo para que vaya a un sanatorio privado- surta efecto y le sirva de herramienta de escape. Como diría Héctor Gaytán, “como me lo contaron se lo cuento porque todo cabe en lo posible”.
Pero, volviendo a la diligencia gubernamental en este caso, lástima que la misma diligencia no sea puesta en marcha cuando se trata de perseguir a corruptos al frente de las instituciones, como el Fondo Nacional para la Paz, o de las empresas que han mamado de la teta nacional durante años. Lástima que no se ha empleado para desarticular las bandas que comercian con las armas de fuego y lucran con la vida de la gente que muere a diario en nuestras calles.
Lástima, en fin, que no se ha usado para desestructurar las redes de impunidad que mantienen a Guatemala en la lista vergonzante de los paraísos criminales. En donde una base militar puede ser convertida en cementerio clandestino sin que sus responsables vean la cara a la justicia, una empresa multimillonaria declara pérdidas fiscales sin pagar impuestos, un funcionario robe a las claras de las arcas nacionales y quede libre. Total, aquí vivimos en el paraíso.
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