En este proceso, a lo largo de los últimos meses y días, han venido una y otra vez a mi mente las estadísticas que he leído o usado anteriormente para ejemplificar los retos aún tan grandes en materia de salud materno infantil para el caso de Guatemala.
Sin embargo ahora, luego de mi reciente experiencia, no solo las conozco sino las logro sentir con mucho más fuerza —porque las cifras de este tipo no solo hay que conocerlas y entenderlas, hay que sentirlas—. Además de mayor sensibilidad respecto de los datos que ilustran la situación de la atención durante el embarazo y parto, la mortalidad materna, la mortalidad infantil, entre otras; me queda mucho más claro que la desigualdad de oportunidades se gesta, cual vida, desde el vientre materno.
Según la última Encuesta de Salud Materno Infantil (Ensmi 2008-2009), todavía un 7% de los embarazos no tuvieron ninguna atención prenatal (14.5% en la región Nororiente, 12.7% en Petén y 7.5% en la región Norte; en contraposición del 3.4% en la región Metropolitana) y solo 6 de cada 10 la tuvo desde el primer trimestre de gestación. Además de los riesgos de la falta de monitoreo, está el efecto de la desnutrición materna —acumulada a lo largo de los años de vida—, la insuficiente alimentación durante el embarazo y la falta de suplementación con micronutrientes durante la gestación. Como resultado de ello, muchos niños y niñas inician la vida ya con dificultades para alcanzar su desarrollo potencial.
Por otro lado, cabe recordar que un importante porcentaje de partos no logran aún ser atendidos en instituciones de salud: en el área rural tan solo el 36.4%, mientras el 76.6% en el ámbito urbano. La atención de partos por parte de profesionales de la salud se incrementa entre la población urbana, no indígena y a mayor nivel educativo de la madre; y solo el 25% del total de embarazos logra tener algún control post parto. Estas cifras nos recuerdan que la atención adecuada durante el embarazo, el parto y post parto está aún vedada para muchas madres guatemaltecas. Como resultado de ello la mortalidad materna en Guatemala sigue siendo muy alta, lo que nos coloca junto con Bolivia y Haití en los últimos puestos de la región latinoamericana.
Mientras reviso estas cifras recuerdo los relatos de muertes maternas ocurridas en Alta Verapaz y documentadas en el estudio del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) “¿Derechos o privilegios? El compromiso fiscal con la salud, la educación y la alimentación en Guatemala”. En él se narra cómo algunas de las mujeres fallecidas debieron caminar varias horas para encontrar un medio de transporte que las trasladara al centro de salud más cercano. Otras tuvieron que recorrer más de 150 km en camino de terracería para ser atendidas. Las largas distancias que separan todavía a comunidades de los centros con personal y medicamentos necesarios para atender partos con complicaciones siguen cobrando vidas de mamás (136 muertes por 100,000 nacidos vivos para el año 2007) y de bebitos (17 por cada 1000 nacidos vivos menores de 28 días, según Ensmi 2008-2009).
Estos son algunos de los obstáculos que desde el mismo génesis truncan vidas o limitan las posibilidades de desarrollo de niños y niñas. A muchos de los que tenemos acceso a medios electrónicos nos parecerá difícil de imaginar, o nos sentiremos ajenos, pues no corresponde a la realidad de nuestros 20 kilómetros cuadrados; pero ciertamente siguen siendo episodios de la historia de muchos hogares guatemaltecos. ¿Por qué no sentir el compromiso ético de que muchas otras madres, niños y niñas, puedan tener las oportunidades que nosotros tuvimos?
Habría que recordarle a los candidatos presidenciales —y a nosotros mismos— que las muertes por falta de acceso a salud, o por muchas de las otras razones vinculadas a la pobreza y la exclusión social, son tan injustas como las muertes por violencia común. O es que cuando clamamos por seguridad y justica, ¿nos referimos solo a un tipo de seguridad y un tipo justicia? O será que —como se preguntaba Galeano— “¿Es justa la justicia? ¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo?”. Reclamemos y construyamos un país más seguro y justo, pero en el sentido amplio y profundo de esas nobles palabras.
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