Un artículo de marzo de este año, firmado por Joseph Hudak para Rolling Stone, cubre una larga entrevista con Tobias Forge, el líder de Ghost, quien personifica al confeso pontífice satánico Papa Emeritus. Además de sus conceptos sobre la religión y alguna referencia a Tipper Gore (la esposa de Al Gore que protagonizó en los ochenta la rocambolesca audiencia ante el senado de los Estados Unidos por el satanismo en el rock), la entrevista pone énfasis en la visión política de Forge sobre una probable caída de los imperios, que recuerda, de manera ciertamente cómica, a la profecía del Oráculo de Delfos para el rey Creso (un gran imperio caerá…).
El caso de Ghost pone en evidencia el enorme valor (monetario) de la estética en la industria del rock. La extravagancia sacrílega de un papa vestido con hábitos obscuros, maquillado con profundas sombras en los ojos y las máscaras antigases para mantener el anonimato de los otros miembros de la banda, parecen un exceso de parafernalia para al final, hacer el sonido melódico que envidian bandas pop adolescentes.
Por supuesto, lo de Ghost no es un caso particular. KISS, o cualquiera de las bandas del Glam rock (zapatos de plataformas y mallas apretadas), ya utilizaron esta técnica antes. Las bandas de metal que cantan sobre universos fantásticos que parecen salidos de una precuela de una serie post- apocalipsis hacen básicamente lo mismo. Son un reflejo de una apuesta por una estética que abona directamente al merchandising.
Sin embargo, la apuesta por una estética diferenciadora y transgresora viene desde el movimiento hippie. Los pelos largos, la ropa ancha y colorida, los estampados de flores y los pantalones acampanados marcaron un parteaguas con la generación anterior (sus padres o nuestros abuelos).
Mención aparte en este orden la requiere el Punk, como trasgresión pura y dura, expresada en un código de vestimenta caracterizado por cadenas, chaquetas y botas de cuero, cuya madre es Viviene Westwood, a quien se reconoce usualmente como la creadora de la moda punk. Westwood estableció en 1971 en Londres una tienda que goza de buena salud hasta la actualidad. Su carrera como diseñadora está vinculada a la de los Sex Pistols, de quienes su esposo era el manager.
El rock nació como una necesidad de contracultura, para cambiar la realidad, para transformar lo cotidiano. Y en su esencia lo sigue siendo. Parte de esta apuesta transgresora está en la vestimenta. Y las dos cosas han ido íntimamente juntas desde entonces, en una relación que Billy Joel parodió en 1984 en los versos de It´s Still Rock and Roll to me: “Where have you been hiding out lately honey? You can´t dress trashy till you spend a lot of money”.
Al terminar estas líneas estoy escuchando a Dying Wish, con Fragments of a bitter memory, que si suena lo suficientemente transgresor y duro para no estar en TikTok, y para ser parte de una futura audiencia en cualquier senado, sobre incitación a la violencia.
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