Es decir, hay más de un judío que no avala la agresión que realiza Israel contra los palestinos, aunque la imagen mediática dominante es que todos los judíos están en una guerra defensiva —supuestamente justa y necesaria— contra sus vecinos despiadados.
¿Por qué el Estado de Israel se ha transformado en una potencia agresora, militarista, invasora? ¿Por qué esa guerra perpetua que mantiene con sus vecinos árabes? ¿Por qué esta armado hasta los dientes y siempre dispuesto a utilizar ese armamento (dicho sea de paso, con un potencial nuclear —oficialmente negado y siempre imprecisamente conocido— que lo coloca como la cuarta o quinta potencia atómica del mundo, con alrededor de 400 cabezas atómicas)?
«Los árabes», expresó el ultraderechista Ariel Sharon, «solo entienden la fuerza. Y ahora que tenemos poder los trataremos como se merecen». «Y como solíamos ser tratados», agregó con mucha perspicacia el politólogo palestino-estadounidense Edward Said.
¿Qué ha pasado allí que el colectivo judío, de víctima de una segregación histórica, milenaria, y martirizado por las peores atrocidades durante el período nazi en la Alemania de los años 30 del siglo pasado, pasó a ser ahora un azote para sus vecinos árabes de Medio Oriente? ¿Cómo y por qué ha pasado de víctima a victimario? Su posición de potencia militar regional, su alta belicosidad, el tormento a que somete al pueblo palestino, ¿tienen que ver con un real derecho a defenderse o hay algo más? ¿Es legítima defensa contra el supuesto terrorismo monstruoso al que se ve sometido?
La explosiva situación de Medio Oriente, seguramente la región más convulsionada de todo el planeta, lejos está de explicarse por motivos religiosos. Se juegan allí otros intereses. Económicos, básicamente. Allí está una de las principales reservas de petróleo del mundo. Israel no las tiene y en su geoestrategia no aparece como la principal potencia ávida en esa materia. Si presenta esa belicosidad, siempre mostrando los dientes y listo para entrar en combate, ¿será que el pueblo judío, históricamente discriminado y víctima del escarnio, ha cambiado tanto, ha pasado a ser tan perverso, tan maléfico? ¿A quién favorece esta guerra perpetua que parece no tener fin? ¿Por qué el Gobierno de Estados Unidos está tan involucrado en esto, proveyendo armamento a Tel Aviv por valor de 3,000 millones de dólares anuales? ¿Con qué necesidad el Estado de Israel es una potencia nuclear?
La prensa occidental de las grandes corporaciones mediáticas nos tiene acostumbrados a presentar la convulsa situación de Medio Oriente como producto del terrorismo islámico del que es víctima el Estado de Israel. Conviene recordar también que las voces más racionales surgidas de entre judíos, como la de Yitzhak Rabin, ex primer ministro que buscaba un entendimiento con sus vecinos árabes, fueron silenciadas por los fundamentalistas guerreristas que tienen secuestrado el Estado israelí. Rabin fue acribillado por Yigal Amir, joven militante sionista israelí vinculado al servicio de seguridad interna. Pareciera que quien no quiere la paz en esa zona es el Gobierno israelí.
No todos los judíos avalan esta política agresiva proestadounidense. Hay voces, como la de Rabin o la del soldado citado, que no comparten el sionismo ultraderechista, que busca ser el gendarme nuclear de la región y le hace el juego a los intereses petroleros estadounidenses y británicos. De todos modos, esas voces quedan silenciadas dentro del mismo Estado de Israel y opacadas en el concierto internacional. El discurso oficial dominante es que Israel es víctima del ataque indiscriminado del fundamentalismo musulmán, siempre sanguinario y visceralmente antijudío.
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