A la fecha, se desconocen los detalles del accidente. Se ha hablado de sobrepeso, debilitamiento por lluvias y mal manejo de las estructuras de la plataforma, pero de la responsabilidad del encargado o encargados de obra nada se ha dicho.
De todos es sabido que para ese tipo de construcciones hay normas mínimas de seguridad a cumplir mientras dure la edificación. Así, no puede echarse la culpa a la imprudencia de lo que realmente generó la negligencia. O, por acaso, ¿no había en ese momento un ingeniero residente? ¿No estaban presentes los maestros de obra?
El megatemplo pertenece a la iglesia evangélica Casa de Dios. Su líder es el conocido pastor Cash Luna, a quien habría qué preguntarle por el futuro de las familias de los fallecidos. Ojalá no salga con el cuento de que eran pecadores y sufrieron un castigo divino porque —al igual que el de la imprudencia de los obreros— sería poco creíble.
Acepto la posibilidad de que los trabajadores no tuvieran puestos los arneses, pero ¿y las personas que estaban debajo del andamiaje y resultaron lesionadas? ¿No tenían instrucciones acerca de los protocolos de seguridad? Sí, ya sé, los líderes religiosos pueden salir con la explicación de que los obreros pertenecían a una empresa contratada y ellos nada tienen que ver. En ese caso estaríamos en la atávica trama de lo legal prevaleciendo sobre lo justo y lo moral. Las dos últimas categorías, estamentos que los ministros de culto deben valorar antes que cualquier argumento leguleyo.
Por cierto, llama la atención el hecho de que los heridos hayan sido llevados al Hospital General San Juan de Dios y no al Hospital de Accidentes del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). ¿Tendrán al día sus cuotas en el Seguro Social?
Los megatemplos proliferan cada día más. Pertenecen a sectas que venden salvación a cambio de ofrendas que en la mayor parte de las veces no son de poca monta. Muchas veces hasta en dólares. Y las personas que “la compran” no tienen empacho en pagar lo que sea para saldar sus deudas de conciencia. Bien dice la teología moral: “Detrás de una gran fortuna casi siempre hay una gran injusticia”. A tenor de ello, bien valdría la pena hacer acopio de la siguiente propuesta: las iglesias, sean de la denominación que sean, debieran tributar y estar sujetas a la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT), al IGSS, a la Contraloría de Cuentas y a cuanta instancia está sujeto cualquier guatemalteco. Así se cumpliría el precepto evangélico: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” y, al controlar al César, se evitarían muchas contravenciones a la Ley de Dios y a la de los hombres.
Y hablando de contravenciones a la ley de los hombres, el diputado por el Partido Unionista Mariano Rayo, el mismo que en el 2007 dijo “Soy prepotente y a toda honra”, hoy se presenta como un humilde mortal que se declara confeso de haber plagiado un editorial del diario argentino La Nación. La cosa no iría más allá del escándalo de no ser porque, durante el gobierno de Álvaro Arzú, este copy/paste fue gerente de la Presidencia de la República. Es imperdonable que un funcionario de tal categoría, diputado por tres periodos seguidos, actúe tan vulgarmente y nos ponga en estado de vergüenza internacional. Encima de ello, es de las personas que en su partido y en el congreso presumen de ser paladines de la ética, la honestidad y la transparencia.
El delito que cometió es susceptible de ser sancionado en el orden penal. Es a La Nación, el rotativo argentino agraviado, a quien le corresponde decidir si inicia o no un proceso que de acuerdo con nuestro Código Penal establece una condena mínima de cuatro años de prisión. El diputado ya expresó un mea culpa. Es tan prepotente que con aceptar su fechoría y pedir disculpas cree haber saldado con el diario argentino, su partido y la sociedad guatemalteca su inocente travesura.
A todo esto: ¿No correspondería al Ministerio Público actuar de oficio?
Indudablemente, con estos dos penosos acontecimientos, tendremos que proponer a la Real Academia Española el acuño de nuevos términos denominativos: Crash Luna y Rayo/Paste.
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